El sol en su
crepúsculo penetra por el ventanaje con extraños matices, pone una areola sobre
la cabeza culta y llega hasta las pupilas pensativas, y algo del enigma tiembla
en la luz del cielo concertada con la luz de un espíritu humano.
Caen las tinieblas y
las luces moribundas sobre los senderos, sobre las frondas y las fuentes.
Tiemblan las hojas en sus ramos, y en el estremecimiento del rocío se refleja
el matiz del muérdago de encina, floreciente de chispas. Está
en nuestros corazones renovar año a año esta costumbre, manteniéndola enhiesta
frente a los avatares de la vida diaria, que cotidianamente nos exigen
renunciamientos y olvidos, a veces, muy
difíciles de reparar. Asimismo, es menester y en ello va también nuestro
compromiso, mantener inalterables estos usos, pues ellas representan valores
indelebles que nos confieren una identidad única.
Imagen histórica donde se aprecia a nuestras queridas Hermanas en la capillita del Colegio Parroquial orando en Vísperas de Nochebuena
Se tiene una vida
verdadera que cumplir, y a poco, de esa vida verdadera solo le queda esta
disposición para soñar. Llegada la hora, consciente de su deber, aporta un poco
de sus sueños, aventar los humos de la nostalgia que ponen una discreta
veladura sobre las formas de la vida y, un poco alegre y otro poco triste,
agita la campanilla de metal en la puerta. ¡Dios de Dios!. Cuándo toda sorpresa
haya muerto en los niños, cuando ya no haya que decirles a estos niños, ¿qué
sucede?
"¡Ay del hombre
que solo piensa en la caza del dinero o
de los honores, que no tienen ningún amor por la tradición de nuestros
ancestros, aunque sea a través de un estrecho puente, haga un lugarcito en su
vida con cantos y coronas!".
Sí adelantar con
rápidos guiños a todas las albas, a todas las noches... Y en su corazón resuena
el hachazo del leñador que hace saltar chorritos de fresca savia en el bosque
sonoro, donde flotan, junto al penetrante aroma de la madera herida, los
duendecitos del bien y del mal.
Ve como se eleva la
columnata de humo denso de los hornos. Todo esto siente y presiente, mientras
lleva la leña para el brasero de la anciana abuela que usa el fuego para
calentar sus noches. ¡Ah! si pudiese recoger en los cuencos de sus ásperas
manos un poco de la ceniza imponderable que es todo lo que queda al fin de
cuentas, comprendería mejor que la vida es un perpetuo recrearlo todo, un
eterno aventar de cenizas, para que ardamos en un gran incendio de pasiones,
para que, al fin, los niños, que son los sabios, tengan razón cuando cantan en
alemán: "Dios y San Pedro van por el campo; ven arder un gran incendio;
fuego, no has de calentar, fuego, no has de quemar...".
Llega la Navidad…
Y con ella
reverdecen en la memoria y en la realidad cotidiana de los descendientes de
alemanes del Volga un sinfín de antiguas tradiciones, tan antiguas que la
historia de su origen se diluye en la vastedad de los tiempos. Pero que
perduran indelebles en el espíritu de un pueblo que en estos días venera a sus
ancestros llevando a cabo costumbres que tienen como base primordial la
celebración del nacimiento del Hijo de Dios a través de fastuosas festividades
eclesiásticas y de la congregación de la familia alrededor de la mesa hogareña
esperando en unión la venida al mundo del Niño Jesús
Y como siempre ha
venido sucediendo a lo largo de la vasta y fructífera historia de los
descendientes de alemanes del Volga, sobre todo en estos últimos años en que se
tomó conciencia de nuestro rico pasado histórico-cultural, volverán a oírse las
maravillosas historias de aquellas navidades de antaño cuando los abuelos
celebraban el nacimiento del Niño Dios llevando a la práctica usos y costumbres
que, con sólo imaginarlos, nos iluminan la mente y el corazón de recuerdos
entrañables que tuvieron lugar junto a la mesa familiar, compartiendo la
Nochebuena con nuestros padres, hermanos, tíos, primos, abuelos, bisabuelos...
Cuando en aquellas
memorables noches de suculentas comidas agridulces, cargadas de calorías, y con
el alma rebosante de alegría, los niños recibíamos las visitas von Christkindl
und der Pelznikell. Der Pelznikel que llegaba ataviado con su sobretodo oscuro,
golpeando cadenas, dispuesto a castigarnos por alguna travesura memorable que
habíamos realizado en algún momento del año. Und das Christkindl que llegaba
revestida del aura celestial, tañendo campanillas, regalando golosinas y
reconfortándonos después del susto que habíamos pasado.
Eran otros tiempos,
es cierto. Tiempos más humildes, también es cierto. Tiempos en donde hasta la
dicha era más simple... ¡Pero qué felices éramos! Y cuánta nostalgia y añoranza
sentimos hoy al mirar atrás y descubrir que ya
nada volverá a ser como en aquellos años. Porque todos hemos crecido. Y
en el camino hacia el futuro, muchos de nosotros hemos ido perdiendo afectos...
nuestros padres ya no están... algunos hermanos que también se fueron antes que
nosotros... y la vida que siempre continúa... siempre continúa, irremediablemente.
Por eso, en la
Nochebuena, cuando levantemos nuestras copas para brindar, compartamos la
felicidad del nacimiento del Niño Dios junto con nuestros seres queridos, pero
también tengamos presente en nuestra memoria el recuerdo de los que alguna vez
nos quisieron y hoy ya no están.
No hay comentarios:
Publicar un comentario