Las tragedias ya forman parte de cualquier tipo de
programa de televisión… Si querés llorar, llorá... Asesinatos,
enfermedades terminales y accidentes gravísimos proliferan en la pantalla. Ya
no importa si son dramas, comedias o ciclos infantiles. Los autores dicen que
así es la realidad. Y el rating sube.
Cuando la infidelidad y las historias románticas de
desencuentro le empezaban a quedar chicas al seguidor de las novelas, la
ficción le cedió el paso a la cruda realidad de los talk shows. Pero cuando la
violencia familiar, el incesto y las violaciones pasaron a ser moneda corriente
en la TV vespertina, la imaginación de los guionistas recogió el guante para
volver al ruedo, de la mano de la tragedia como recurso abusivo: dos casos de
leucemia, un cáncer de pulmón, un infarto, un preinfarto, una ceguera, un
asesinato, un golpeador y hasta un muerto que no murió son algunas de las
pinceladas dramáticas que hacen, hoy por hoy, de la pantalla argentina un manto
de lágrimas.
Aunque el dramatismo actuado fue ganando espacio
durante meses, los libros y las fantasías de 90-60-90 delinearon, hace un
par de años, el punto de inflexión para que lo emotivo, trágico y realista se
convirtiera -cada vez con mayor intensidad- en un mecanismo repetido en la
pantalla chica. Mecanismo que, por otra parte, no sabe de géneros exclusivos:
hasta en los ciclos para chicos recrean situaciones de pena profunda.No es
fácil encontrar el equilibrio, porque si no te ocupás de la realidad y no la
reflejás de alguna manera corrés el riesgo de aparecer con un producto light,
naif, como fuera de contexto. Poco creíble, la novela que ha tratado un
caso de sida, otro de lesbianismo, la posibilidad de un aborto y dejó a la
protagonista con una ceguera de por vida... hasta que una operación le devolvió
la vista.
La mayoría de los golpes bajos encuentra un final
feliz, que casi siempre aparece después de un tiempito, como para tener al
televidente asegurado frente al televisor, con algún carilina a mano.De todos
modos, hay quienes se animan a seguir con el drama hasta las últimas
consecuencias, aunque la pantalla se tiña de amarillo. O se vuelva demasiado
real. Así, el buenazo del director técnico caerá rendido a los pies de los
malos, cuando un balazo lo ataque por la espalda. Habrá velatorio, entierro y
lágrimas. Paisaje similar pintó a la gente, cuando los habitantes en el
cementerio. Pero el muerto en cuestión no era el muerto llorado. El muchacho
solidario de la población habrá escapado de las cenizas de su casilla
incendiada (no se vio, pero se sabe) para aterrizar en otra parte, con nueva
identidad. Vuelta larga de tuerca, que le dicen.
En el mismo programa -de público púber y
adolescente- se viene asistiendo al lento padecimiento de una chica que tiene
leucemia (ayudada ahora por otro chico con la misma enfermedad y en proceso de
quimioterapia) y, por si no alcanzara, ayer mismo quedó otra jovencita herida
de bala en el corazón. Recién salida del colegio, se casa con un matón
que la obliga a drogarse y encima le pega. Al tiempo ella queda embarazada de
su verdadero amor, pero pierde el bebé. Queda viuda y vuelve con el matón que,
de paso, la prostituye. Cuando (muchos capítulos después) todo parece haber
vuelto a la normalidad, los malos la secuestran para callarla de una vez y para
siempre. No hay aquí una tragedia. Este es claramente un destino trágico.
Pero semejante sucesión de desgracias puede hasta
pasar inadvertida en el marco por donde han desfilado: un lisiado (recuperado),
una loca (recuperada), dos quemados vivos (ninguno era quien se suponía), un
par de bebés cambiados (recuperados) y hasta una muerta por sida. En esta nueva
etapa -con un reciclaje que incluye nuevos actores- parece que la tragedia
afloja, porque apenas se han detectado durante las últimas semanas una
envenenada (que se salva) y una muchacha amenazada de muerte por su propio
padre.Habrá que convenir que en tiras tan largas el hecho trágico sirve para
remozar las historias. Cuando el personaje contrajo sida, más que su desgracia
en sí, era importante esa enfermedad, por el efecto que iba a tener en cuatro
protagonistas masculinos que habían tenido relaciones con ella. En esos casos,
el rating no va a subir por el sida o la parálisis, sino porque a partir de eso
la trama se hizo más interesante, resume.Los guionistas y productores evitan
reconocer a viva voz que la implementación del drama en géneros no dramáticos
por naturaleza apunte a seducir al rating.
Pero está comprobado que un tiroteo, o una
enfermedad grave, o un accidente gravísimo consigue en su desenlace un aumento
de audiencia. Regla de tres simple.Pero como toda regla tiene su excepción,
también optó por incluir en sus tramas algunas situaciones límite de la vida
misma: después de cinco meses y pico de problemitas cotidianos combinados con
una protagónica infidelidad, en pocos días se sucedieron un ataque a mano
armada herido de bala y un preinfarto, padecido por el personaje.
Está fuera de discusión que la realidad argentina
es capaz de superar a la mejor de las ficciones. Entonces, desde los guiones,
no podés perderle pisada al caos nacional. No podés dejar de incluir problemas
económicos o casos de corrupción. Sólo que, en lo posible, tenés que darle un
buen cierre, como para que el televidente entienda que puede haber una
solución. Hay que tratar de darle una salida positiva al problema
planteado, cuyos libros recibieron un par de sanciones de parte del
COMFER cuando se tocaron los temas del aborto y la homosexualidad femenina en
el horario de protección al menor.
Claro que a veces una tragedia en pantalla tiene
una explicación totalmente pragmática. En el caso del técnico asesinado, por
ejemplo, se trató simplemente de darle una salida a un personaje que estaba
agotado sin tener que prescindir de los personajes que lo rodeaban (su
familia). Acostumbrados a inventar todo tipo de sinsabores para las
telenovelas le hizo operar un cáncer de útero-, la muerte violenta en un programa
infantil puede provocar emoción pero no traumas o cosa por el estilo. Los
chicos saben separar la realidad de la ficción.
Y tanto en una como en la otra, los buenos también
mueren. Murió la madre de Bambi y ¿quién mató al padre del Rey León? Se escribe
como se vive. No se puede hacer una abstracción. Un buen ejemplo es lo que pasó
con el fútbol y la decisión de suspenderlo: lo que aumentó es la violencia, no
la violencia en el fútbol.En su tercera temporada, las aventuras de los
personajes devinieron en desventuras con un giro un tanto exagerado en la
dramatización: en pocos capítulos, se pisaron con ímpetu el suicidio de un
preso , la adicción a las drogas, la aparición de un tumor en los pulmones y la
violencia en la ideología y los modos, entre otras penurias.Cierto es que la
tele ha dado en este mes cuotas enormes de alegría gracias a los partidos de
fútbol.
Pero, como se ve, la oferta trágica real y ficticia
sigue siendo inmensa. Conclusión: prendé la tele y, como diría una conocida
actriz, si querés llorar, llorá. Hay con qué.
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