De la pluma del profesor Horacio Walter, oriundo de pueblo San José,
viajamos por Alemania…
Aterrizaje en Frankfurt. Varios aviones haciendo cola para hacerlo sin
ningún problema. Chicos y grandes. Todos en orden. En ese gran aeropuerto la
mañana aparece desapacible. Nubes bajas presagiando lluvia en forma constante o
frío. Según dicen los alemanes, el sol todavía no ha llegado y llevan ya muchos
días (más de 100) sin sol. ¿Lo traeremos nosotros?
Horacio y su esposa Montserrat
Una vez en el hotel (Holliday Inn) en el Viertel Sachsenhausen,
hicimos lo clásico. Check inn rápido y salir a caminar. Nuestro grupo compuesto
por María Rosa y María del Carmen (mis primas), Raquel (mi consuegra) y
Cristina, mi mujer, Montserrat y yo, salimos a ver cómo estaba el día. Una
brasilera que viajó con nosotros en el transfer se acomodó con el grupo. Lo
primero que hacer era buscar un lugar para ir a almorzar. Luego de una mediana
caminata descubrimos unas tabernas y elegimos una, al azar. Había que
arrancar con la carne de cerdo mit Kartoffeln y, por
supuesto, Apfelwein, o sea sidra tirada. Algo amarga pero gustosa.
Y a seguir caminando hasta el centro de la ciudad. Y en toda ciudad
europea, dos cosas importantes. El río y su catedral. Ahí estaba, el Rio
Maine, con su corriente más elevada que de costumbre. Luego nos enteraríamos
porqué. Y la Catedral ( Die Dom). Ambos importantes en la vida de
la ciudad. Uno por el gran comercio que se concentraba y que luego afluía hacia
el Rheno o Rin. Y parte de ese comercio que se hacía por tierra, llegaba hasta
el norte (Hamburgo y Lübeck para ingresar en el Hansa del Báltico). El Dom es
la Catedral de San Bartolomé (aunque nunca tuvo obispo, pero en ella se
celebraban las coronaciones de los Reyes y la elección de parte de los siete
príncipes electores).
El centro con su plaza que antiguamente fue un Markplatz (un
mercado) sigue presente con sus edificios restaurados con el clásico entramado
de las viviendas que encontraremos en muchas ciudades de la región. Caminar por
la peatonal con sus conjuntos de casas comerciales, muestran el poderío de esta
ciudad. No por nada se encuentra en ella la mayor concentración financiera
mundial, al igual que los bancos de la comunidad europea. En sus comercios se
representan todas las marcas y todos los compradores. Ahí comenzás a darte
cuenta qué cantidad de personas distintas son capaces de congregarse: los
locales que son los alemanes o los europeos, los habitantes vecinos, los
inmigrantes del este, los latinoamericanos, los africanos y los asiáticos. Y
turistas de todo el mundo, blancos y árabes, lo igual y lo distinto, nuevos
turistas de la China, y de la India, con sus chequeras repletas. Ni
hablar de los japoneses y coreanos que ya son figurita repetida.
De todos modos, fue un día especial en Frankfurt. Decenas de autos de
policía persiguiendo posibles puntos de concentración de una gran protesta
organizada en contra del banco de la comunidad europea y de los bancos locales
(Deutsche Banck). Los ruidos de las sirenas fueron incesantes, de un lado
hacia otro. Caravanas de camionetas de la policía convergían en distintos
lugares. No vimos a los “indignados protestantes”. Según dijeron en los
diarios, quedaron concentrados sin poder moverse en un radio de una manzana.
Para ellos, fue un éxito ya que concentraron la opinión del mundo.
Caminamos bastante como para reconocer la zona. Por la noche pasamos a
cenar en la Sachenhäuser Warte,que antiguamente 1470) había sido
una interesante fortificación. Pescado con una salsa agridulce que no
alcanzamos a saber si nos había gustado o no. Comida distinta a la que no
estábamos acostumbrados. Antes de acostarnos un riquísimo pero muy
pequeño expresso que nos salió más caro que ya saben qué. Por
ser el primer día, aprendimos los precios, la cantidad de gente que había, cómo
arreglarnos con el pobre alemán que llevaba. A Duras penas, Montse tuvo que
sacar a relucir su inglés que también nos permitió resolver algunos problemas.
Después, a dormir!
(Continuará)
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