Un día llegó una nueva carta de
mi familia, acompañada por la acostumbrada foto de grupo. Reflejaba los cambios
habidos desde la última vez: una mamá, un papá, una hermanita, un hermanito y
dos sillas. Rápidamente me dispuse a leer la carta donde, a buen seguro, se
explicaría aquel cambio que la foto mostraba sin reparos. No tardé en confirmar
mis sospechas. Uno de mis hermanitos había alcanzado la edad y había dejado el
hogar para buscar un futuro…
Se me encogió el estómago al
pensar las pruebas a que se enfrentaría mi hermanito para alcanzar su futuro.
Papá puso su silla junto a la mía, todo un detalle, nunca lucharéis
solos, escribió en su nombre Clarita, la única persona de mi pueblo que
sabía escribir y que solía hacerlo para mi papá. Y yo puse la foto en el tablón
de los recuerdos, junto a las demás…
En cierta ocasión, alguien reparó
en que mis fotos eran las únicas que tenían retratadas además de personas,
sillas. Cuando me preguntó por qué, otra pregunta bastó para que lo entendiera:
¿Tu familia no espera que vuelvas?. Después de pensárselo por un momento, me
contestó con cierto autorreproche que sí, que claro que sí, que cómo no
le iban a esperar...
Todas nuestras familias esperaban
que, de uno u otro modo, volviéramos y todos nosotros esperábamos volver, del
primer modo que fuera posible; pero ninguna familia ni ninguno de nosotros
sabíamos cuándo tendría lugar tal vuelta. Lo único cierto y verdadero es que el
tiempo pasaba, corría, volaba y nos superaba, dejándonos atrás con diferencia;
y también con un poco de indiferencia, porque al tiempo siempre le daba igual
si nos iba bien o mal, nos pasaba por encima y nos arrancaba de cuajo los años
y la juventud…
Aquel sentimiento adquirió pleno
sentido cuando recibí otra de aquellas fotografías de la familia; en ella
mamá, papá y cuatro sillas formaban el conjunto. Mis hermanitos y mi hermanita,
como me ocurrió a mí en su día, habían alcanzado la edad a la que empieza el
futuro. Decidí entonces encaminar todos mis esfuerzos a preparar un viaje que,
con suerte, me permitiría demostrar a mis papás que no hay nada más resistente
al tiempo y al olvido que el amor de un hijo…
Aunque aún pasó largo tiempo
hasta que lo logré, por fin llegó el día. Había conseguido permiso de mis
patrones, había reunido la enorme plata
que costaba el billete más barato. Compré regalos para la mamá, para el papá, y
también para la hermanita y para los hermanitos. Con maña me las arreglé para
que aquello no supusiera un problema de equipaje. Tenía todo listo y me
disponía a salir de la casa con la maleta, no sin cierta turbación de espíritu…
Al salir, en acto reflejo, se me
ocurrió comprobar la correspondencia: había una carta. Era de mi familia. Venía
acompañada de la consabida estampa de grupo. Seis sillas formaban el extraño
conjunto. La maleta pesaba más que nunca y se me escapó de entre los dedos,
yendo a dar contra el suelo con un fuerte estruendo, se abrió y los regalos se
esparcieron por el suelo, como si ellos sí supieran que no iban a ir a ninguna
parte…
Me senté en el rellano con los
pies colgando por las escaleras y los ojos colgando de aquellas sillas vacías
de la foto. Me hubiera gustado llorar, pero nada conseguiría con ello; me
hubiera gustado llamar a voces a la mamá y volver a verla, pero tampoco eso me
hubiese ayudado a comprender por qué ese tiempo que dediqué a buscar mi futuro,
acabó con mi pasado, acabó con mi familia y acabó conmigo. Pero al cabo
de un rato, una extraña y casi molesta sensación de serenidad se apoderó de mí,
en aquel momento supe que estaba preparado, por fin, para afrontar con
solvencia cualquier situación, por difícil que fuera su naturaleza...
Desde entonces he superado
pruebas que, aunque difíciles, nunca resultaron imposibles para quien está
preparado, tal y como acostumbraba a decir mi mamá. Estas son, querido hijo
mío, algunas de las experiencias que tu anciano padre puede contarte, para que
encuentres tu futuro lo antes posible. Por cierto, te envío la última
fotografía que hemos tomado de la familia. La silla de la derecha es la tuya.
Esperamos que vuelvas pronto.
Relatado
por Víctor
Saenz
1 comentario:
Conmovedor y cierto relato...Para pensar.
Publicar un comentario