El intitulado del libro que floreció un
día, para deleite de sus lectores…
El sol en su ocaso penetraba por el ventanaje con extraños
matices, ponía una aréola sobre el discernimiento y llegaba hasta las pupilas
pensativas de los presentes, y algo del enigma tiembla en el albor del cielo
concertada con la luz del espíritu humano. Caen las tinieblas y las luces
lánguidas sobre la colonia. Tiemblan las hojas en sus ramas, y en el
estremecimiento del sereno poniente se refleja el matiz floreciente de chispas del crepúsculo… Así es
que…
Había una vez… en la colonia tres… un colono alemán del
Volga, que en sus narrativas envueltas
en historias, prosas y elegías, se compadecía a desentrañar la realidad
sensible y sencilla, no con discursos que se arrastran pasando de cosa en cosa,
ni por introversión que anda y cuando más anda entiende una por otra, sino por
gracia de la contemplación y la visión que vuela, desde un rayo de visión se
difunde a innúmeros de seres de nuestras aldeas y por irradiación va de
generación en generación…
Paupérrimo en el cultivo de la ciencia, ejercitó lo agudo de
su ingenio en barajar narrativas, prosas y elegías, en comentar la naturaleza y
la vida habitual, que en homologar leyes. No construyó filosofía propia
inductiva ni abrió los ojos al mundo para ser por él llevado; más bien quiso
cerrarlos al exterior para abrirlos a la contemplación de las verdades
verdaderas, buscando en el horcón del alma, en su centro e íntimo ser, en el
corazón interior, la sustancia de lo cotidiano que es la ley ecuménica…
«Yo sé de personas que con no ser poetas le acaece de presto
prosas muy sentidas, declarando sus sentires, hechas de su intelecto para legar
a los hijos de sus hijos».
Viene a ser, pues, la rústica rutinaria, -en cierto aspecto-,
filosofía coloniense hecho narrativas, cada una de ellas tiene un carácter
propio, debido a su peculiar temperamento, pues nuestros ancestros creían que
un solo pensamiento del hombre es más precioso que la creación entera…
No faltan los recuerdos; las elegías capaces de reeditar con
su prosapia ilustre, a un tiempo lo bello y lo entrañable. A la luz natal los
dichos dicen más por lo que callan, parcas certezas para un largo secreto de la
vida, un espacio digno por sencillamente humano...
De Noriega asimilo «Si los poemas son los abalorios del
collar, las narrativas son también talismanes, amuletos, fetiches». Lejos de
todo hermetismo, pero siempre dentro de la tradición mágica de la escritura,
invocan a las correspondencias entre el cuerpo y el alma, entre las diferentes
partes del mundo interior y del mundo exterior, buscando un frágil equilibrio
que, desde el principio, quiso iniciarse en el verbo…
… he aquí un día de holgorio; un deleite para el alma, el más
brillante, el más embriagador festival que el valor y la hermosura, el disfrute
y el gusto sistematizado y gozado. Esas nubes del atardecer, esas luces de
miradas íntimas e innegables que florecen delicadamente, todo lo dicen, todo lo
ofrecen…
Los lectores del libro ya conocen los dulzores y las virtudes
de la colonia, de sus plantas, de su cielo... A lo largo y a lo ancho de este
acontecimiento vivido, he recibido ya varias «palmaditas en el hombro» de
amigas y amigos que comparten nuestros sueños: Rescatar del olvido las
vivencias de nuestros coterráneos. Pues no somos herederos de un pasado
epopéyico por virtud de fuerzas anónimas del devenir, sino por la obra de
hombres y mujeres de carne y hueso cuyas vidas es justo relatar. No hay
docencia superior que llama a la admiración e imitación en las grandes líneas
de su acción, o en la evocación de alguna de sus anécdotas magistrales. El
hecho de reconocer y valorar la diversidad de procederes y de herencias
culturales que constituyeron nuestra verdadera identidad…
Había una vez… en la colonia tres, es un libro que sin
abandonar el tono sensible, ha tratado de reflejar nostálgicamente las
experiencias de vida de los colonienses a través de breves relatos y profundos
preceptos. Si bien cumple la función de hacer recordar a aquellos que tuvieron
la dicha de vivirlo o hacer saber a los que no, lo convierte en el libro de
algo que se ha ido perdiendo en los muchos senderos de la vida.
Es un caminar de vivencias que conmueven por lo simple pero a
la vez muy hondo, que calan en el corazón, como si de pronto nos paráramos en
mitad del camino de la vida, echáramos una mirada hacia atrás y afloraran
mágicamente los recuerdos de nuestra infancia y adolescencia -tristes o
risueños- pero imprescindibles para madurar nuestros sueños...
Toca de tal modo los sentimientos más
profundos, que sus escritos son como palabras que resuenan como el eco de las
montañas y de la pampa. Todo esto hace a nuestra historia, unas biografías
sencillas de gente sencilla».
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