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jueves, 28 de marzo de 2013

Lo que no te mata te fortalece...


“Hoy es un buen día para surgir del fondo y emerger resplandeciente de cualquier adversidad; así como la flor de loto emerge de lo profundo de los pantanos, revelando su belleza y manteniéndose entre el sucio fango que la rodea”

Frases como “una patada siempre te tira para adelante”,  "entre las dificultades, se esconde la oportunidad", “al mal tiempo buena cara” y otras similares me dieron la iniciativa a escribir  sobre “lo que no te mata te fortalece”, otra frase muy trillada.

Nos educaron para el éxito y  ser exitoso es el norte que debe guiar nuestro camino hacia la felicidad el fracaso nos asusta.

Ser optimista no es tener una mirada ingenua o negadora, sino aceptar la realidad, reconocer los límites y sobre todo “…entender que la vida viene sin manual de instrucciones, que a vivir se aprende viviendo…”, dice Enrique Rojas, reconocido psiquiatra español.

En este sentido seria interesante entender la vida como un camino de aprendizaje y crecimiento. El fracaso y la crisis son la manera que tiene la vida de enseñarnos a caminar por territorios que de otro modo nunca habríamos descubierto.

La vida es la gran maestra, sabemos que no es más sabio el que menos se equivoca, sino el que más aprende de los errores y de las pruebas que la vida va poniendo en su camino. Cada obstáculo o cada caída traen consigo un aprendizaje que nos hacen subir un peldaño en nuestra evolución personal. La felicidad es plenitud, pero también aceptación y superación de caídas personales. A ser feliz se aprende y a ser optimista también, pero para ello es necesario cambiar nuestra mirada y entender que la vida no consiste en creer que no nos encontraremos con dificultades, sino que de ellas sacaremos un aprendizaje y saldremos adelante.

La palabra “crisis” viene del griego krino, que significa “crecimiento”. O sea, que no es una expresión negativa, pero la gente la usa para hablar de una situación mala. Hay que entender que de la crisis se sale fortalecido si se logra revertir y aprender de ella.

Cada persona elige los anteojos con los que quiere contemplar la realidad y frente a los avatares diarios uno puede lamentarse, echarle la culpa a otro o aceptar la situación, aprender de lo que nos pasa y tomar las riendas de nuestra propia existencia.

En la vida puede haber fracasos sociales, sentimentales, profesionales o económicos, pero creo que el peor fracaso es la no aceptación de la propia realidad. Es más, la felicidad esta en aceptar la realidad y en qué interpretación de la realidad, hace uno.

Cuando uno quiere que la realidad se ajuste a sus propias expectativas y no lo hace, entonces se sufre. Cuando uno es capaz de abrazar la vida como es aunque no luzca como quisiera, ahí uno comienza a sentirse en paz. Hay que soltar las expectativas y dejar que la vida se despliegue. Hacé lo que tengas que hacer sin lucha ni resistencia interior, sólo rindiéndote a cada momento.

Tu identidad no se juega en que tenés o no tenés; ni tu misión, ni el sentido de tu vida. Es decir, que aunque puedas tener muchas cosas, no debes poner en ellas tu corazón. Creo que la misión de cada uno en la vida, cada proyecto personal,  nos da esperanza y dirección y además, nos permite ser útiles a los demás y eso sana muchas heridas. Las heridas que siempre regresan  pueden estar indicando que nos estamos mirando demasiado el ombligo.

Cuando uno tiene una misión, los fallos se disuelven porque hay un sentido en las cosas que uno va llevando adelante. Por eso, por muchos contratiempos que sufran, algunas personas parecen ser inmunes al desánimo, mientras que otras se ahogan en un vaso de agua.

El optimista se enfrenta con actitud esperanzada al mismo futuro que el pesimista, que solo ve amenazas e inconvenientes en cualquier situación. El optimista es perseverante y el pesimista se da por vencido enseguida o culpa a otros por su fracaso. Además, la seguridad que tiene el optimista hace que confíe más en los demás y se deje ayudar, lo que, a su vez, hace que aumenten sus probabilidades de éxito. En cambio, el pesimista es desconfiado y cierra puertas.

La propuesta es animarnos a dejar atrás viejos mandatos, comenzar a escuchar nuestra propia voz interior que nos dice de nuestros sueños, de nuestros proyectos, de nuestras ganas y ser protagonista de nuestra propia historia.

Cuando algo malo te suceda, tienes tres opciones: dejar que te marque, dejar que te destruya o dejar que te fortalezca.

María Verónica Cabrera

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