La resiliencia es la capacidad para sobreponerse a
un dolor profundo, un trauma, una enfermedad o una pérdida irreparable. Ahora,
¿todos podemos resurgir de entre las cenizas? Consejos y casos para inspirarse,
mantenerse en pie… y salir adelante.
Dolores ¿necesarios?
Recién en 1995, David rompió un silencio de
cincuenta años y se animó a contar que fue un sobreviviente del Holocausto. Por
esos giros inexplicables, pero sobre todo por su admirable espíritu interno,
David –que hoy araña los noventa años– puede detallar en las charlas que ofrece
en universidades, colegios, iglesias y legislaturas argentinas cómo de la
comodidad de la isla de Rodas (Grecia) pasó al horroroso campo de concentración
de Auschwitz (en Polonia). En vez de ser seleccionado para ir a la cámara de
gas, los soldados lo eligieron para trabajar. Pasó hambre, humillaciones y más
de una vez tuvo que resistir un maltrato bestial...
La liberación lo encontró con tan solo treinta y
ocho kilos. Ya saludable, emigró a la Argentina, donde lo esperaba uno de sus
hermanos. “Y di vuelta la hoja, no quise saber más nada de lo que me había
pasado”, le reveló a Gorenstein. Pero la película La lista de Schindler lo
estimuló a querer compartir sus vivencias con los más jóvenes, con un solo
propósito: que aquel infierno atroz no vuelva a suceder jamás...
“A veces, necesitamos de experiencias
extremadamente dolorosas para conocernos mejor, poner a prueba la eficacia de
nuestras distintas tácticas y tener conciencia de la energía que poseemos en
nuestro interior. Hay que encariñarse con el concepto de que los cambios y el
dolor son aspectos inherentes a la vida, para así tomar las crisis como algo
natural y superable. Eso proveerá resiliencia”, afirma la licenciada Vanessa
Narváez Peralta, psicóloga en el Servicio de Psiquiatría-Psicología del
Hospital Universitario Mútua de Terrassa?(en Barcelona, España). En la misma
línea, Gorenstein agrega: “El dolor no se borra nunca, pero uno puede emerger
robustecido de él, con más confianza, seguridad y bienestar. Lo bueno es que
muchos hombres y mujeres que atravesaron escollos, desean transmitir sus
sensaciones para reavivar en otros el salir adelante, pese a todo lo
vivido”.
“El dolor no
se borra nunca, pero uno puede emerger robustecido de él, con más confianza,
seguridad y bienestar. Lo bueno es que muchas personas desean transmitir sus
sensaciones para reavivar en otros el salir adelante”. Alejandro Gorenstein.
Para Fernández Toribio, las habilidades que
uno pone en acción se convierten en capacidades. Es decir que cuando un
recurso humano se pone en marcha, se torna una herramienta que influye en la
conducta, lo que genera resultados. “El despertar de la resiliencia está
vinculado a continentes afectivos provenientes de los primeros modeladores de
nuestra personalidad, como son los padres. El haber sido criado con amor,
comprensión y adultez suscita una base emocional, amplia y flexible, a través de
la cual registraremos la realidad que debamos intervenir con un elevado umbral
de tolerancia a la frustración. Esto nos hará no solo controlar la situación,
sino tener una estrategia conductual que nos posibilite reaccionar y trascender
aquello que nos aqueja. Por otro lado, cuando no se facilita desde el ambiente
familiar la formación afectiva y cognitiva, al hecho traumático le sumamos
lecturas de la misma índole. Lo que equivale, entonces, a dos inconvenientes:
lo que se deba resolver y la forma de pensar, sin dejar chance a que surja la
resiliencia”, subraya la licenciada Fernández Toribio...
Solos y acompañados
Son varias las actitudes que pueden ayudar a
aumentar la resiliencia. Es importante atender nuestros sentimientos y
necesidades, respetarnos y aceptarnos como somos, tener relaciones afectivas de
calidad, trazar objetivos realistas, y detectar y valorar pequeños instantes o
pensamientos cotidianos que otorguen tranquilidad o ilusión...
Según Narváez Peralta, un resiliente confía en sí
mismo, en su entorno y en el futuro. Y consigue establecer una distancia física
y emocional respecto a las dificultades, evitando identificarse por completo
con ellas. “El gusto por tener desafíos asequibles es otra de las
características de los resilientes, que conciben el éxito y el fracaso como
ocasiones para aprender y progresar. Son muy introspectivos –conversan
honestamente con ellos mismos–, son imaginativos para hallar soluciones y son
abiertos a nuevas ideas”, advierte la especialista...
Salir solo de un suceso dramático es complicado.
Por ese motivo, una vez reconocido el problema, es de suma utilidad plantearse
metas (como Isabel Yaconis), además de no encerrarse en sí mismo, sino rodearse
de quienes puedan allanar el camino en esto de levantarse y seguir caminando.
Siempre puede tender un lazo un terapeuta, un familiar cercano, un amigo, una
pareja o un vecino. “El neurólogo y psiquiatra Boris Cyrulnik jerarquiza el
valor fundamental de los vínculos y lo explicita con la noción de ‘tutor de
resiliencia’, al que define como ‘una persona, un lugar, un acontecimiento o
una obra de arte que incita un renacer del desarrollo psicológico tras el
trauma’”, especifica Gorenstein. “Otro punto que vale la pena mencionar es la
participación de estas personas en grupos de pares, lo que les permite
recuperarse ya no en soledad, sino junto a la presencia de ese otro que pasó
por una circunstancia similar. Cuanto más homogéneo es el grupo, más se
fortifica el efecto transformador”.
“Todas
nuestras fortalezas son el fruto de la superación de nuestras vulnerabilidades
internas. Las diversas pruebas que se presentan nos dejan legados traducidos en
nuevos aprendizajes”. M. Silvina?Fernández?Toribio.
Para concluir, la historia de Gabriela. “Un ejemplo
de lucha, de persistencia y de amor a la vida”, expresa Gorenstein de esta
mujer que, al pisar las cuatro décadas, ya padeció tres veces de cáncer de
mama. No solo eso: a su hermana mayor, quien siempre fue su sostén, también le
diagnosticaron un nódulo mamario que terminó, más tarde, en metástasis en la
piel y en su fallecimiento. Gabriela no solo se curó, sino que se hizo cargo de
su sobrina, con quien convive en la actualidad. “La quimioterapia te cambia
todo. Pasás de ser alguien que controla su cuerpo a perder el pelo, a verte fea
y abatida. Pero yo tenía mucha fe porque sabía que eso era lo que me iba a
sanar”, desliza quien tiene como lema: “A la vida hay que disfrutarla como si
uno estuviera de vacaciones”. Y si ella se lo toma así, ¿quién se atreve a
decir lo contrario?
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