Los tallarines caseros, el strudel, el fillsen,
pero la mayor alegría es cocinar para los 21 integrantes de su familia, los
días domingos.
Seguramente su madre Otilia Schliter, que fue una gran cocinera en las fiestas de las colonias, le habrá transferido algunos de sus más preciados conocimientos.
Su nombre en realidad es Juana, pero su padre se olvidó al momento de asentarla en el Registro Civil del segundo nombre que las mujeres de la familia habían decidido ponerle. Eso no evitó que las tías, la madre y todos la llamaran Marta.
De hecho, así se la conoce en Pueblo Santa María. Es la hija de Otilia Schliter, una increíble cocinera que tuvo este pueblo alemán y la esposa del escritor Héctor Maier Schwerdt.
Seguramente su madre Otilia Schliter, que fue una gran cocinera en las fiestas de las colonias, le habrá transferido algunos de sus más preciados conocimientos.
Su nombre en realidad es Juana, pero su padre se olvidó al momento de asentarla en el Registro Civil del segundo nombre que las mujeres de la familia habían decidido ponerle. Eso no evitó que las tías, la madre y todos la llamaran Marta.
De hecho, así se la conoce en Pueblo Santa María. Es la hija de Otilia Schliter, una increíble cocinera que tuvo este pueblo alemán y la esposa del escritor Héctor Maier Schwerdt.
Es quien cocinó hace dos años atrás, con el chef Ariel González Palacio, en el magnífico jardín del restaurant Weimanhaus de Javier Graff. Fuimos a su casa a pedirle algunos secretos de cocina.
“Si de hacer tallarines se trata, hay que calcular
un huevo por persona para la masa, para que sea suficiente”. Cuenta Marta que los
tallarines, los hace a la mañana bien temprano, luego de cortarlos los deja
orear sobre un trapo blanco y cuando están casi secos, los pone en bolsas y los
lleva al freezer. De allí a la olla de agua hirviendo, cuando ya toda la
familia está reunida esperando para saborear los platos de su creación. El
mismo trapo blanco sobre el que se apoyan los tallarines (un pedazo de sábanas
de antes, de esas que eran puro algodón natural), es el que se usa para estirar
mucho la masa del strudel.
Es que la única manera de estirarla bien finita es a través de este sistema, de otra manera se rompe. Y para que sea bien sabroso, debe llevar la manzana cortada bien finita, azúcar y abundante crema. Y por encima de la masa una vez que está arrollada, lleva unos pedacitos de manteca que con el jugo de la manzana que se escapa del strudel en la cocción resulta en un jugo delicioso.
Para hacer un buen filsen, el pan oreado debe ser
cortado finito, dispuesto en un fuentón (siempre que se trata de comida alemana
hablamos de cantidades abundantes) se le debe agregar leche (no demasiada,
porque si no la preparación queda pesada, pastosa), y luego de un buen rato,
agregar huevos (Otilia agregaba una parte de las claras batidas a nieve, para
darle más aire a la masa resultante), azúcar y el secreto que esta buena
cocinera supo revelar: una buena cantidad de licor de banana. Crema y manzanas
cortadas finitas. Se coloca la preparación sobre una fuente muy bien
enmantecada y por encima se le coloca huevo batido con azúcar y crema.
Los agregados preferidos para el strudel, las nueces;
para el fillsen, las pasas de uva.
Marta cuenta que lo que le da más alegría, es cocinar para la familia los domingos y ver cómo los 21 invitados que suele tener entre hijos, nietos y el mimado de la casa el bisnieto Ciro, no dejan nada en el plato, celebrando cada una de sus delicias en la cocina. Y como disfruta tanto, no dudó en compartir algunos secretos con la Nueva Radio Suarez.
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