El mercado ofrece aparatos electrónicos cada vez
más sofisticados, con muchas aplicaciones. ¿Pero cuántos usuarios les sacan el
jugo a estos nuevos dispositivos? Se dice que solo aprovechamos el 20% del
alcance que tienen. Nuevas alternativas de aprendizaje.
Hace solo un mes, el iPhone 4S llegó a mi vida.
Venía pensando en ese aparato desde hacía rato, pero no sabía si arriesgarme a
semejante gasto. Vino adentro de esa cajita blanca, suave, brillosa… fue como
recibir un tesoro. En mi familia, todos se encantaron con el nuevo habitante de
la casa, pero nadie supo cómo ayudarme a usarlo. Podría consultar al técnico de
la computadora, pero no maneja bien este sistema y, además, no voy a comprender
lo que me dice. Así que utilizo semejante inversión para hacer llamadas, sacar
fotos y mandar mensajitos”, relata Magalí, una joven de 27 años.
Con voz disfónica, mientras acomoda sus rulos
descontrolados, cuenta que el colmo de la anécdota con el teléfono fue que a
las tres semanas lanzaron el iPhone 5, es decir, un modelo evolucionado
respecto de su adquisición. Otro caso es el de Marcelo, director de una empresa
metalúrgica, que confiesa que a los 55 años, solo le interesa el celular
para hablar por chat con sus hijos: “Tienen 25 y 22, y cada vez están menos en
casa, así que me interesa contactarlos de una manera rápida, fácil y gratis”.
Del resto de las funciones, no podría mencionar ni una. Situaciones conocidas
pero ineludibles. Se venden cada vez más aparatos electrónicos y tecnológicos.
Sin embargo, son muy pocos los usuarios que
los exprimen para sacarles el jugo. Resulta una situación conflictiva seguir
las indicaciones de un manual y jamás hay tiempo para recorrerlo entero. De
hecho, algunas compañías ya no lo incluyen y eligen reemplazar el manual por un
paso a paso amigable que aparece al encender la nueva adquisición. Se estima
que un usuario aprovecha solo un 20% de las aplicaciones que tiene un producto
tecnológico.
Moda versus funcionalidad
Los especialistas en tecnología coinciden en que la
locura consumista que desata cada lanzamiento no se corresponde con el uso que
se da a los productos comprados. El ingeniero Gustavo del Pino, consultor en
Tecnologías de la Información y director de la Especialización en Planificación
y Gestión de las Tecnologías de la Información de la Universidad Austral,
considera que los equipos vienen con más aplicaciones que las necesarias para
un usuario típico: “Los fabricantes de los equipos agregan a los productos
funcionalidades que en muy pocas ocasiones se utilizan.
El motivo es la competencia: ninguno quiere quedar
rezagado y todos buscan diferenciarse como sea”. El comportamiento de los
usuarios incentiva esta tendencia. Según Alejo Zagalazky, productor y guionista
del programa TN Tecno: “Mucha gente compra los productos por el simple hecho de
tener lo último, y no por una necesidad. Es la sociedad de consumo la que hace
girar esta rueda”. Al momento de la adquisición de un nuevo celular, una tablet
o una smart TV, muchos consumidores no tienen idea del uso que le van a dar.
Uriel Rozenbaum, ingeniero responsable en el área de telefonía de Metrotel,
recuerda: “Cuando salió el iPad, todo el mundo lo quería porque Carlos Tévez
aparecía con uno en el vestuario.
No servía para nada más que escuchar música y ver
algún videíto”. Si bien reconoce que a las tablets de la manzanita le han
agregado funciones interesantes que el público adoptó, no deja de observar lo
siguiente: “La gente compra por moda y no por funcionalidad”. Su colega de
oficina, el ingeniero Fernando Strifezza, opina: “Creo que ya no aprendemos a
usar nada; simplemente les damos a las cosas su uso natural. Nos guiamos por el
camino de lo intuitivo y solo cuando se presenta la necesidad, descubrimos las
funciones y aprendemos a usarlas”.
La derrota de los manuales
Leandro Zanoni, periodista especializado en
tecnología y autor del libro La gran manzana, sobre el éxito de Apple, analiza
la gran ansiedad que se genera al comprar un producto tecnológico: “Como
queremos usarlo lo antes posible, abrimos la caja y empezamos a probarlo e
improvisar. Solo acudimos al manual cuando algo se traba o no podemos hacerlo
como queremos”. Quien se siente identificado con ese momento de euforia
seguramente tenga también la sensación de que los manuales son una especie de
fósiles del siglo pasado, planificados para que solo los nerds puedan
entenderlos o disfrutarlos.
Cuesta involucrarse con ellos porque produce
una mezcla de frustración y adormecimiento, y la mayoría de los manuales no
traen explicaciones claras. Apple fue pionero en reducir al máximo los manuales
de sus productos. “En parte por la facilidad de uso de sus dispositivos y en
parte porque sus investigaciones de mercado les mostraron que muy pocos les
daban uso”, comenta Zanoni. Del Pino considera que la razón del paso a un
manual sintético fue cuidar los costos: “Desarrollar un buen manual es una
tarea difícil en sí misma. Si a esto le sumamos el costo de confeccionarlo en
papel y de incluirlo con el equipo, se agregan costos al packaging y al
transporte”, afirma el especialista.
Algunas empresas adoptaron la conducta
ecológica de reemplazarlo por un CD o un archivo PDF que se descarga de
Internet. Lo último en guías instructivas son las Starters Guide, un
minitutorial que aparece al estrenar un equipo, ingresar por primera vez a una
aplicación o al hacer una actualización de los programas. Zagalazky afirma que,
en la actualidad, la mayoría de los productos traen esas guías rápidas, que son
bastante más efectivas que los viejos manuales. En su opinión, lo mejor
es “evangelizar” a los usuarios de manera entretenida y didáctica, como hacen
muchas marcas en sus campañas.
(continuará)
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