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martes, 11 de diciembre de 2012

Seguimos con las Casualidades o Causalidades... COSTUMBRES CELTAS...




Con la aspiración de proteger sus hogares y establos de malos moradores, evitar visitas indeseadas y demostrar agradecimiento a los dioses por los dones recibidos y pedirles por el tiempo que se avecinaba, adornaban sus casas, por dentro y por fuera, días previos a la festividad de Yule con ramitas de hiedra, y armaban  aros con fresno que recubrían con hojas de Acebo y Muérdago. 


Sumado a la investidura de ser árboles regentes sagrados, la elección de estas plantas no era casual, por que predomina en ellas el rojo y el verde. Ambos colores trascendentales para los pueblos celtas.Les atribuían el significado simbólico al rojo del nacimiento, por su asociación con la sangre del parto, y al verde, por ser el color que simboliza la tierra. 

Por otra parte el Muérdago era de las consideradas plantas más mágicas por los druidas, pues, a diferencia de muchas otras, sus semillas no pueden germinar en el suelo. Y el Acebo por que la tradición, explica el proceso natural de la planta, desde lo siguiente: “en ese período del año, el alimento escaseaba para los pájaros y roedores, hecho por el cual el Acebo debía ponerse a la defensiva, para proteger sus semillas de estos. Las hojas tomaban la apariencia, de un escudo ovalado erizado de lanzas y el pueblo celta, muy consciente de esto, utilizó la madera de este árbol precisamente para eso, para confeccionar lanzas y escudos. El simbolismo entonces, radica en que las hojas espinosas son la fuerza que repele y neutraliza los ataques protegiendo a la familia”. 

En toda casa céltica había campanas, que en esos días las hacían repicar con mayor frecuencia para ahuyentar los malos espíritus a fin de llevar adelante una celebración en armonía y felicidad con todos los integrantes de la familia, en donde no faltaba comida y bebida en abundancia.

Otros adornos que aprovechaban, eran las manzanas, por que simbolizaban la vida después de la muerte y las piñas a la fertilidad. 

Y el mayor adorno en honor a la celebración de Yule, se enfocaba en un tronco de árbol.
Después del solsticio recogían un leño y lo guardaban hasta que, unos días antes de la festividad, lo adornaban con piñas de conífera, acebo, hiedra y otras plantas verdes, lo ubicaban en un espacio de honor en la casa, para que todos pudieran tocarlo, dejar mensajes de petición de favores o de agradecimiento.

El día de Yule, al ponerse el sol, el leño se prendía, el ritual de encendido estaba a cargo de la mujer o madre. El fuego debía ir quemando lentamente el leño.  Al día siguiente, guardaban las cenizas con veneración, ya que creían que con ellas se podían curar enfermedades, y los restos del leño no carbonizado, lo conservaban para encender al año siguiente el fuego de la próxima celebración. 

Son muy pocos los historiadores que se han atrevido a explicar
 la fusión que debió realizar el cristianismo para imponerse sobre las tradiciones celtas.


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