Hoy como ayer
Es evidente que tanto fervor y entusiasmo no podrían explicarse y menos aún mantenerse sin un tercer factor: la acción constante y cada día más manifiesta del cielo. Es evidente también que el cielo no podía dejar de premiar tanto encendimiento de fe y devoción. Por eso el clamor de los fieles participantes fue escuchado por la Virgen de Fátima y nos mandó la bendita lluvia. De esta suerte, la fe, que tan agradable es al Señor y la acción misericordiosa del Cielo, que la alimenta y la premia, han hecho y siguen haciendo de la Gruta de la Virgen de Fátima un amparo radiante donde hoy como ayer obra el milagro de conceder a cada cual su petición, a la corta o la larga, cumple con lo pedido, si cada uno cumple con Ella. Ese es el único requisito que solicita. Que Nuestra Señora de Fátima los colme de bendiciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario