No está escrito en ningún libro que uno deba oler a perfume francés, vivir en un barrio bacán o en una casa chorizo reciclada. No figura en las tablas de los mandamientos de ninguna religión ni de ningún ateísmo que uno deba ser arrebatadoramente hermoso sin un gramo de destierro o escarnio público en la picota de la aldea...
Nadie que no esté del tomate puede creer que podrá detener el paso del tiempo estirándose la cara como quien arregla las sábanas desordenadas y arrugadas deliciosamente después de una siesta reparadora. No es vergonzante no tener auto propio porque a uno no le interesa conducir y no sabe hacerlo o porque no le alcanza la plata para comprarlo, ni siquiera a plazos...
Ninguna de estas cosas es tan importante como para dejar sueldos e ideales en el camino para conseguirlas. Fallar en los objetivos de vida y caer en la gran mentira de vivir con principios prestados y no con los propios es un pésimo negocio...
pero traicionar y traicionarse por un chalet, por un auto importado, por una vida de confort que invariablemente termina por ser una vida llena de estrés y vacía, entregarse por un poco de poder que a veces dura lo que un suspiro, es una idiotez casi tan grande como la corrupción que impera en nuestro mundo. Perder la tranquilidad, la conciencia, la paz interior, la armonía, los efectos, la familia y los amigos en aras de cosas y objetos merecedores y engañosos es algo inentendible...
¿Cuándo se avivarán los de arriba con lo poco pero bueno que los de abajo necesitan?
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