Después de la pesadilla estuvimos un tiempo en Alemania. Oskar y yo vivimos separados; él con otra de sus amantes, en Munich, yo, en una ciudad muy cercana.
Todas nuestras propiedades habían sido confiscadas, no teníamos un peso. Entre 1940 y 1944 habíamos proporcionado información a l Joint, la organización judía, sobre todo lo que estaba pasando en los campos de concentración alemanes. El Joint nos propuso, después, en 1949, venir a la Argentina.
Con un grupo de amigos judíos vinimos e invertimos los quince mil dólares que nos dieron en una propiedad en San Vicente, donde criábamos nutrias. Pero Oskar siguió viviendo en Cracovia, no salía del pasado, de los recuerdos. Viajó a Alemania a ver si podía instalar algún negocio y a cobrar una indemnización del gobierno alemán. Me dejó sola y con deudas y nunca más volvió.
A mí sólo me mandó un libro de Ana Frank con doscientos marcos y cartas que jamás le contesté. Recibió premios, distinciones del gobierno alemán y de Israel, también se volvió a casar. Fue condecorado por el Papa,. Le dieron la Cruz de Adenauer. En 1974 me enteré de su muerte por los diarios.
Mientras tanto, yo estuve en la miseria, legué a comer mandarinas con pan, no podía trabajar, no sabía el idioma, me estaban por rematar todo, pero hubo gente que me ayudó. En 1963, el periodista Peter Gorlinsky, del diario alemán “Argentinisches Tagebatt” publicó un artículo contestando uno publicado en Alemania. Ahí se referían a Oskar como “Padre Coraje”, pero él habla de mí como de “Madre Coraje” y explica un poco la situación en la que me encontraba. Inmediatamente recibí ayuda, especialmente de la B’naith B’rith, una organización judía de asistencia, que me construyó la casa donde ahora vivo y me da todo lo que necesito para vivir.
Hace poco tiempo, un llamado telefónico desde Nueva York me dio la sorpresa: Spielberg me llamaba para filmar la última escena de la película “La lista de Schindler” junto a trescientos sobrevivientes de la fábrica. Fue emocionante reencontrarme, recordar momentos tan duros, recibir su agradecimiento.
Desde entonces no paran de llamarme de la televisión, de la prensa; nunca estuve tan solicitada como ahora, después de cuarenta años en el país. Pero a medida que me llaman y me agradecen siento que hay algo de exageración en todo. Yo no hice nada extraordinario. La vida me puso ante el horror y yo, simplemente, hice lo que debía, lo que me salió del corazón. Ni más ni menos que eso.
Epígrafe: “Hice lo que pude –asegura Emilie-, yo detesto la injusticia y no podía hacer otra cosa que ayudarlos”. Imagen de las trescientas mujeres que volvieron a la vida gracias a los esposos Schindler
Emilce falleció en el 2001 y este es un homenaje a ella a diez años de su fallecimiento
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