Municipalidad de Coronel Suarez

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miércoles, 4 de enero de 2012

Nosotros... los enfermos oncológicos... ¡Bah de cáncer!...

 Una lección de vida

Hace unos años, hablar de cáncer era mencionar una mala palabra, que tenía todo el peso de una muerte segura. Se recuerda, lo beneficioso que resultaban las distintas campañas de prevención del cáncer. Las mujeres eran las depositarias de todo ese despliegue preventivo...
Se hablaba de exámenes rutinarios...

como por ejemplo, la colposcopía, el Papanicolau y, años después, la mamografía. Con esta mentalidad preventiva, los médicos pudieron llegar a la conciencia de las mujeres; ellas llegaron a saber aceptar esta rutina de análisis múltiples. Sin embargo, en todos estos años, nunca pude apreciar el mismo interés para detectar los diferentes cánceres de los hombres. Aún no está generalizado, ni se ha vuelto rutinario un examen prostático (PSA), como para prevenir el cáncer de próstata.

Por otro lado, también se debe reconocer que esas campañas de antaño...

se hacían sobre la base de una educación cancero fóbica. En otras palabras, el mensaje era el siguiente: “sí no tratás, te Morís”. De esta forma, la enfermedad cáncer fue cobrando una solemnidad, un dramatismo, y un sentido trágico, por cuanto la simple palabra, mencionada de las más diversas formas disfrazadas, preanunciaban el inexorable fin de la vida, la muerte anticipada y sus consecuencias.

En el libro “Cáncer. Diálogo de intimidades”...

intentó el autor Dr. Pablo Rispo conjuntamente con Verónica Rafti, paciente del doctor, abordar toda la patología psicológica de un paciente oncológico, una vez enterado de su diagnóstico de cáncer. Así, por ejemplo, el estado depresivo de un oncológico no será nunca igual a una depresión que pueda tener su origen en distintas razones genéticas, psicológicas y sociales.

Hoy en día, en realidad somos tributarios de esa organización social...

que hace muchos años, iniciaron las diferentes sociedades médicas para defenderlo lo indefendible, sobe la base de infundir el mayor temor a la muerte. A nadie se le ocurrió, en todo este tiempo, valorar esencialmente la vida, y menos aún, una existencia compartida amorosamente con los demás.

Este garrafal error social condenó y condena a los pacientes oncológicos...

a vivenciar la tremenda experiencia de vivir en soledad, aislados, discriminados, cuando no segregados, como en las viejas época en que se crearon las leproserías.
 En cierto modo, en contados centros y escasos profesionales, existe hoy en día, una pelea sin cuartel contra este mal que aparece gratuitamente un día, en la vida de cualquier ser humano. La pelea a muerte, valga la paradoja, es intentar bajo las diferentes circunstancias, cronificar el proceso canceroso y transformarlo en una enfermedad crónica, la cual puede ser controlada.

Como un simple enfermo más de cáncer...

puedo aseverar que cuanto más tiempo nos dedicamos a la idea fija de muerte, tanto más tiempo restamos el poder vivenciar, a pleno, la propia vida y la vida para compartir con los seres queridos; es decir, mi familia.
Hay obras que están abiertas al mundo social y la oportunidad de compartir con mis semejantes estas vivencias de vida plena para vivir. La muerte, por otro lado, es algo no elegido; de la misma manera que el nacimiento, son gratuitas. Lo que si es elegido y para nada regalado, es mi propia modalidad de ser en este mundo, y considero que es un  privilegio de pocos, hacer frente a la misma, con la serenidad de haber cumplido una misión en este mundo. No interesa demasiado finalizar la propia vida sin haber hecho historia en este mundo. La muerte, en sí, es nada; otra cosa es dejar de vivir sin haber hecho demasiado por sí mismo y para los demás.

Así que sería importante, para un futuro...

dedicarse a promover campañas que tengan precisamente la finalidad de convencer a mundo que un diagnóstico precoz da mayor tiempo de vida, para vivir a pleno y no, un salvarse de la muerte. Y el otro aspecto, también de vida para vivir, es intentar cronificar la enfermedad, no para morir, sino para tomar conciencia que somos  seres finitos, y que en el espacio y en el tiempo, entre nacer y morir, existe toda la humana posibilidad de hacer una auténtica historia afectiva. Lo demás es tiempo perdido.

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