Aún duerme la colonia, como si la tierra se hubiese tragado a todos sus moradores. Los ruidosos festejos de la noche de fin de año imprimieron sus huellas de fatiga en los cuerpos cansados de hombre s y mujeres. Pero no en los niños, que conforme a las costumbres, se han dormido temprano por la noche…
A la mañana saltan de sus camitas como movidos por un resorte, apenas despunta los primeros rayos del sol. Afuera, en las tupidas arboledas, el romántico arrullo de las torcazas quiebra el hondo silencio. Fresca y nueva la mañana, la más joven del año, invita a los niños a cumplir su ritual de la tradición familiar: desear un feliz año nuevo a las personas más allegadas de la colonia. En su lengua dialectal: Wünschen Gehen!
Bien vestidos, preparan el pañuelo más grande y más bonito que tienen. Agustina preparó el suyo el día anterior; antes de acostarse, después de de rezar la oración de noche. Lo dejó impecable, bien planchado…
Y empieza su ronda encaminándose a la casa de sus abuelos, para desearles un feliz año nuevo… mientras sus pasos ligeros cruzan la calle que la separa de los abuelos, toma conciencia del día hermoso, del luminoso azul del cielo y escucha el reclamo amoroso de una calandra. Al llegar a la puertita del patio repite mentalmente los versitos que su madre le enseñó, para no olvidárselos…
El abuelo se puso el traje nuevo hoy. Todos sus nietos vendrán a saludarlo, y son muchos. La abuela colocó en hilera las grandes latas de galletitas y caramelos; eso le facilitará la grata tarea que el primer día del añol le pide: alegrar con golosinas a sus menudos visitantes…
Agustina los saluda, y mientras lo hace, los colores le suben al rostro. Y sus grandes ojos azules, parecen más azules y su brillo parece hablar: “Ich wünsche Euch ein glückseliges Neujahr, Langes leben, Gesundheit, Frieden una Einigeit; Nach euren Tod, das ewige Glückseligkeit (Feliz año nuevo y properidad. Salud, larga vida, amor y unidad, Y al tiempo cumplido, en la eternidad. Los goces del cielo para siempre tendrán)… Los abuelos la escuchan recitar su saludo y cuando concluye, le dice el abuelo, mientras la abraza íntimamente conmovido: “Das wünschen wir dir auch!” (Igualmente lo deseamos a ti)…
-Trajiste tu pañuelito?- interroga la abuela. –Aquí lo tengo, abuelita- Y la abuela lo extiende ceremoniosamente sobre la larga mesa, cubierta con el nuevo mantel de pana de color borravino y flecos dorados. El mantel es parte de la tradición. Y el pañuelito comienza a engrosar, mientras las manos de la abuela pasan de una lata a otra, y vuelven el pañuelito llenas de golosinas: masitas, caramelos, turrones, nueces… Luego recoge sus puntas y las ata en cruz. Entre ambas nudos coloca unas monedas. (No es común que los mayores obsequien dinero a los niños, pero hoy se justifica. Es Año Nuevo! El único día en que se les hace regalos a los niños)…
Después de agradecer, más con la mirada que con palabras. Agustina corre al lado de su madre, para contarle como le fue con los abuelos: Está radiante de alegría, pues son muchas las emociones: primero, el conmovedor abrazo del abuelo, siempre tan reservado, luego las golosinas, las monedas, tantas pero tantas emociones…
Ahora a saludar a la Madrina. Mientras recorre la vereda de tierra apisonada bajo una umbrosa arboleda, respira la fragancia silvestre de los cardos, que la brisa mañanera recoge del campo y satura con ella los aires colonienses…
Encuentra la puerta de calle abierta. Apenas escucha sus pasos, su madrina le sale al encuentro y nada sorprendida, le da el primer abrazo del año, Sencilla, pero limpia y clara, la casa es muy acogedora. Todo en ella invita a confiar en su madrina. Agustina pronuncia el saludo de año nuevo, y respira aliviada cuando llega al último versito, no sin tropezar un poco… Dein Schnupftuch, Herzchen! Mientras o saca nerviosamente de la manga del vestido, donde lo ha guardado bien, dobladito en cuatro; su madrina, alta, de grande manos laboriosas de mujer de campo y un corazón sencillo y generoso, la tranquiliza y borra su timidez. Agustina no quita sus azules ojazos del paquetito que va creciendo. Cuando acaba de atarlo su madrina le entrega, además, un regalo especial: un corte de tela para un vestido nuevo. Un vestido nuevo!! Eso sí que no lo había soñado siquiera. Superando su sonrojo, la abraza, sin decir nada.
-Ahora vamos a brindar con una copita de jarabe de guindas, para que nos traiga felicidad y nos endulce el nuevo año!- Ambas chocan la copita, “Prost” y sin mayor preámbulo le hacen honor al guindado (Kirschenschnaps). Agustina no ve el momento de llegar a casa para admirar la tela e imaginarse qué vestido bonito le hará su mamá…
Cuando sale rumbo a su casa, en la vereda de enfrente está el abuelo, con la manos en la espalda observando la calle y desde allí le pregunta en alta voz¨- Fuiste a lo de ‘Vetter Ludwig’. Te está esperando… ve a saludarlo-…
Vetter Ludwig es algo así como el tío patriarca de la familia. A causa de un accidente, renguea ahora, y eso es parte de su cálida imagen. Su casa está en la punta ‘von der feddergasse’ de la colonia, junto al molino que gruñe al girar la rueda y cerca de la lagunita de los patos, donde se crían muchos patos blancos, que alborotan y despiertan al más dormilón. Agustina golpea a la puerta. Un “adelante” la invita a pasar… y comienza el milenario ritual ‘von gedichte’. Cuando termina el rito ‘Vetter’ abre cuidadosamente el cajón de la mesita de luz y saca una cajita… ‘-esto es para ti’- Mientas se lo pone en la mano, la queda mirando para ver cómo reacciona, Agustina abre la cajita, y sus ojos dan con el brillo de una cadenita de oro. La toma delicadamente, la contempla emocionada, y con un –gracias, Vetter Ludwig- lo abraza llena de emoción…
Regresa corriendo a su casa. Allí se coloca la cadenita que la acompañará durante años y años. Es lo que siempre anheló: una cadenita de oro con el crucifijo. – Voy a rezar para que Dios bendiga a Vetter Ludwig- comenta a media voz, aún no repuesta de la grata sorpresa…
Así transcurre la mañana del año nuevo, mañana de felicidad y alegría para los niños; que en grupos comentan los hermosos momentos vividos y cotejan los regalos que cada cual obtuvo, además de hacer canjes y recuentos de ellos…
En los anales de la colonia está asentado este saludo infantil del año nuevo, como una sagrada tradición de sus antepasados. Trasunta el respeto de los niños a los mayores, el amor y la comprensión de estos para con los niños y la alegría de ambos, para poner gozosos cimientos al año nuevo.
Inocencia Seitz
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