y sentada en su mecedora con su rosario ya gastado en la mano, la recuerdo así a Weiss Margaret. En las tardecitas de invierno antes que se pusiera el sol era común escuchar sus rezos y canciones en alemán…
A nuestra curiosidad infantil se le sumaba el interés por esos kreppel y galletitas caseras, decoradas con un sin fin de colores. Siempre estaban allí al alcance en una lata para convidar al visitante. Al entrar, en su humilde y ya reducida casa, el crujir del piso de madera, revelaba nuestros pasos. Las paredes pintadas con cal salpicadas con algún color que en el pasado habría sido celeste, eran el decorado de aquella habitación…
Hoy su casita y ella ya no están, los recuerdos de los flores de papel, fotos amarillas, sus tarjetitas que recordaban a los que ya no están y su lata enlosada con leche; son los recuerdos que están presente en mi memoria desde la niñez…
Hablaba solamente el alemán. Pero de lo que estoy segura es de sus gestos, su cara de alegría que ponía cuando entraba otro niño de la aldea y allí comenzaba el rito de nuevo... con su paso lento apoyada en su bastón iba en busca de su lata para nosotros “mágica” y entonces era en ese momento cuando nos regalaba una galletita hecha por sus manos.
Paola Ruhl
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