Mientras que un espejo normal y corriente refleja la
apariencia superficial, las palabras descriptivas pueden ser espejos en los
cuales veamos reflejadas unas cualidades intangibles que tienen que ver con el
alma…
Entrar a la cocina de Doña Rosalina, es entrar a un mundo de calidez, a lado de la cocina está ella, rodeada por el afecto de sus hijos Honorio y Héctor, pero cómo era su cumpleaños número 94, (nació el tres de octubre de 1917) allí estaban también sus hijos Evaristo con su esposa Susana y María Zulema, y ahí empezamos una amena charla cuando nos abrió su corazón de par en par, asomando en el palacio de los recuerdos: sonrisas, caricias, aroma de la piel, fragancia de rosas… entre heridas del alma y mañanas soleadas estuvo Doña Rosalina amasando su vida con la esencia de mujer, hija, esposa, madre, abuela… del Ser una persona íntegra y noble
“Nací en la Colonia Dos en el hogar de Schwab – Schwindt
. Mis padres vivían en el campo y nosotros nos mandaron de pupilos. Juntos a
mis hermanas estábamos de pupilas en Colegio San José de Coronel Suarez. Los varones fueron a PIgüé. Después vinieron
años críticos, sin cosecha, dos años seguidos, y tuvimos que volver al campo
para ayudar en los quehaceres cotidianos de la campiña…”
Doña Rosalina recuerda todo, es un libro abierto de la
Colonia Dos… en la cual siempre vivió y vivió las épocas más trascendentales,
la edificación de la iglesia, la inauguración del Club Germano y el progreso
constante de la Colonia, tantos y tantos hechos peculiares de la Colonia, que
dejan pasmado a uno y queremos volver a
mantener otra charla para que nos cuente todo lo que atesora en su mente…
“Después de más grande cuando volvimos a vivir a la
colonia para que mis hermanos más chicos pudieran ir al colegio. Los tenía que
cuidar y enviarlos al colegio, en una palabra hacer de madre a los 15 años,
pues mi madre se iba al campo con mi papá a ayudarle a trabajar. Mi mamá me
tenía mucha confianza. Dijo que sabía en quien podía confiar y en quién no. Era
muy inteligente. Ocho hermanos. Yo era la mayor. Cuando cuidaba a los más chicos
tenía 15 años. Era otra vida, mucho más tranquila. Cada domingo días mis padres
venían del campo. Yo estaba en la casa, mandaba a los chicos al colegio. Los
más grandes se iban con mis padres se iban para el campo y quedaban contentos
porque una se quedaba en la casa. Limpiaba, tenía todo listo para cuando ellos
volvían. Hacía de modista. Me gustaba ese trabajo, le hacía los vestidos a mis
hermanas y los pantalones a mis hermanos y todavía me tomaba tiempo para coser
para la gente. En todo el momento libre cosía...
Me gustaba mucho bailar. Y todos me buscaban porque yo
bailaba como ellos (los muchachos) querían bailar a su ritmo. Todos bailaban distinto y yo me
amoldaba con el bailarín de turno. No quería que se ofendan, entonces bailaba
con todos. No despreciaba a ninguno, no importaba si eran ricos o pobres,
bastaba que fueran buenos muchachos...
Me case faltando casi quince días para los 21 años, con
Alejandro Kees. Nos casamos en la
iglesia de la colonia 2. No hicimos el casamiento acá porque no estaba listo
todavía el salón del Germano. Entonces
se hizo la fiesta en el campo con los suegros. Y ahí nos quedamos, unos años
trabajando en el campo…
Después arrendaron
un campo en conjunto con su hermano en Curumalan, (donde nació Evaristo). De ahí alquilaron más hectáreas en Lamadrid,
pero en un par de años, después de una gran inundación, en el cual perdimos
todo lo sembrado, nos volvimos, a empezar de nuevo...
Mi vida fue una constante lucha, trabajando siempre a la
par de mi marido, tenía mucha fuerza con mis manos, muchas veces hacía trabajos
mejor que los hombres. En marzo del 45 me vine para la colonia pues murió mi
madre y ya me quede cuidando a mi padre,
durante muchos años. Yo soy bien casera. No me gusta salir a ningún
lado, mejor me quedo en casa. Ni a hacer los mandados. Para eso están mis
hijos. Alejandro (el esposo) se murió en el año el 24 de junio del 1993…
Tengo que llevar la vida como estoy. Esta todo bien, no
estoy sola, están mis hijos. Lo más feo que hay es cuando uno está perdido.
Cuando uno cree que tiene razón y no es así. Y yo no estoy así. Cuando uno está bien y te podes atender es
una linda edad. Yo me levanto y me visto sola todavía”...
Cuando se es feliz la vejez pasa de largo. Debemos atesorar las sonrisas de nuestros hijos, y no tener miedo a los años, a envejecer. Recuerda guardar en tu corazón todos los bellos momentos pasados, recuerda el nacimiento de tus hijos, cuando por primera vez la llamaron “abuela”, atesora todas esas mágicas palabras para que el día de mañana estés donde estés, serás una señora amable que le sonríe a la vida. Y si alguien te dice “¿por qué siempre estás tan sonriente?” le contarás que una vez en una página alguien escribió que todos los bellos momentos se deben guardar en el corazón. Si recuerdas esta reflexión repartirás todo el amor de Dios entre los tuyos y les darás la mejor herencia que se pueda tener: la felicidad, esa palabra que tanto nos cuesta decir porque pensamos que no es para nosotros...
La felicidad está dentro de ti, en lo que haces por los demás, lo que entregas a tu familia, cuando amas a Dios y oras por los que lo necesitan, cuando eres una persona honesta y has vivido la vida de la mejor manera, siempre tratando de ser correcta. Comprobarás que la vejez y la felicidad es un todo para afrontar aquellos dorados y maravillosos años…
Cada día que abres los ojos recuerda que es un regalo de Dios, y eso debe ser motivo suficiente para sonreír a la vida… ¡Qué maravilloso son los noventa y cuatro años dorados de Doña Rosalina!
Foto 1: Rosalina Schwab de Kees
Foto 2: La anfitriona con sus hijos Honorio, Evaristo, María Zulema y abajo su hijo Héctor
Foto 3: Primera Comunión junto a su hermana Erminda que también aun vive
Foto 4: Rosalina a los 18 años
Foto 5: Su casamiento con Alejandro Kees en el año 1938
Foto 6: Acompañada por su madre y su tía, Barbara y Rosa Schwindt respectivamente
Foto 7: En la fiesta de la triple Bodas de Plata de sus padres Juan Schwab Heit y Barbara Schwindt Burgardt que está junto a su único nieto en aquel entonces Evaristo Kees. También las Bodas de Plata de Juan Schwindt Burgardt y Ana Prediger y Jacobo Schwindt Burgardt y Catalina Hubert, escoltados por todos sus familiares directos
Foto 8 y 9: Con su lindo vestido de novia, demostrando lo hermosa y linda que era y es todavía
Foto 10: Junto a su lugar preferido, a lado de la cocina a leña con la legendaria pava grande en la casa que era de sus padres, que a partir del año 1945 es su lugar de residencia
1 comentario:
Eso es VIDA!!!!!!!!!!!!!!! junto a sus seres queridos y no en un deposito !!!GERIATRICOS DE LUJO!!!!!!!!!!!! dicen
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