Poco a poco el paisaje fue cambiando, los campos y bosques empezaron a dar paso a las dunas de arena y rocas desnudas, y los caminantes llegaron a su prueba más dura y sofocante, con temperaturas de 40 º C durante el día, de congelación en la noche y devastada por las tormentas de arena. Se encontraban el Desierto de Gobi que cubre el sur de Mongolia y parte del norte de China. "Caminamos en la oscuridad y bajo el sol, con la ropa andrajosa y apoyados en palos", dice Witold. "Los lobos y los chacales daban vueltas alrededor nuestro." "Para conseguir agua chupábamos la escarcha de las piedras en la madrugada. Teníamos tanta sed que incluso bebimos nuestro propio sudor y orina."
La desesperación era total y el hambre los martirizaba, pero pronto se dieron cuenta de que el desierto estaba poblado de serpientes y se dedicaron a cazarlas con sus bastones. Era una actividad agotadora porque se les escabullían en la arena y al seguirlas, los hombres se deshidrataban más. Cuando lograban atrapar una, le cortaban la cabeza y procedían a quitarle la piel y la médula espinal -por miedo al veneno-. Luego la cortaban y la hervían en muy poca agua porque casi no tenían. Los que al inicio se resistieron a comer serpiente, con el pasar de los días no tuvieron otra opción.
Los dos soldados alemanes empezaron a sentirse enfermos y al poco tiempo mostraron síntomas de escorbuto, el deterioro fue progresivo y murieron al poco tiempo. "Intentaban seguir a nuestro ritmo pero cada vez caminaban más lentamente, las piernas se les hincharon y se podían sacar fácilmente los dientes con los dedos" "Murieron el mismo día. Cuando acabamos de enterrar al primero, el segundo ya casi había perecido." Los dos hombres habían caminado siempre juntos. Ahora quedarían para siempre uno al lado del otro en las tumbas que les cavamos. En octubre de 1942, a seis meses de haber escapado, ya se encontraban avanzando por el Tíbet, donde pudieron ayudar a granjeros y pastores a cambio de alimento y refugio. Su siguiente paso fue escalar el Himalaya que también cobró su víctima. Otro de los soldados alemanes murió al caer en una grieta profunda mientras descansaba sobre una cornisa que se derrumbó.
En las dos últimas semanas de su marcha, Witold se encontraba muy débil y enfermo y sólo recuerda fragmentos e imágenes vagas. Apenas recuerda que su cabello le había crecido tanto que le servía como bufanda en la noche. Sus rudimentarios mocasines de piel los habían protegido de la nieve y del desierto, y aunque a jirones y flequillos, los pantalones que les dieron en la prisión todavía les duraban. Ver a ese grupo de sobrevivientes debe haber sido lastimero.
Un sherpa local se conmovió viéndolos tan maltrechos y los condujo a través de las montañas, a lo largo de caminos tan estrechos que tenían que caminar de lado para no caer al precipicio, hasta que los dejó en una ruta cercana a lo que ahora es Bangladesh.
Witold aún recuerda que era un camino empinado y polvoriento, llevaban varios días sin comer y casi no podían mantenerse en pie. En eso vieron que un vehículo militar se acercaba y pudieron divisar hombres uniformados y armados con cuchillos de aspecto terrible. "Me dije a mí mismo: Este es el fin!" Entonces me di cuenta de que estos hombres estaban bien vestidos, bien disciplinado, definitivamente no eran rusos. De hecho eran soldados indios, que los recibieron con una bienvenida muy británica, una jarra de té y un plato de sándwiches de pepino; luego fueron trasladados a un hospital de Calcuta. El largo camino había terminado.
Witold aún recuerda que era un camino empinado y polvoriento, llevaban varios días sin comer y casi no podían mantenerse en pie. En eso vieron que un vehículo militar se acercaba y pudieron divisar hombres uniformados y armados con cuchillos de aspecto terrible. "Me dije a mí mismo: Este es el fin!" Entonces me di cuenta de que estos hombres estaban bien vestidos, bien disciplinado, definitivamente no eran rusos. De hecho eran soldados indios, que los recibieron con una bienvenida muy británica, una jarra de té y un plato de sándwiches de pepino; luego fueron trasladados a un hospital de Calcuta. El largo camino había terminado.
La fuga más larga de la historia había sido concluida después de once meses de caminata y habían cubierto una distancia de 4500 millas, o sea más de 7000 Kms.
Caminaron más de 7000 Kms desde el campo de trabajo de Irkutsk hasta el territorio donde actualmente es Bangladesh. Prácticamente cruzaron de norte a sur el continente asiático. Para que tengan una idea más clara, es la misma distancia que separa Nueva York de París, o como la misma distancia Buenos Aires hasta México
Imagen de Witold Glinski hace unos años, cuando se jubiló.
Habia contraido matrimonio. que le bendijo con unos cuantos hijos
Se dedicó a trabajar en la construcción de autopistas hasta jubilarse.
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