Municipalidad de Coronel Suarez

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lunes, 14 de marzo de 2011

De la Deportación a Siberia… El gran escape


En marzo de 1943, un grupo de soldados indios que patrullaban en el Himalaya se sorprendieron al ver a cuatro hombres vestidos con pieles de animales caminando erráticamente y a tropiezos por un sendero de la montaña. Los soldados se asombraron aún más, cuando aquellos cuatro desconocidos que hace poco apenas se podían mantener en pie, extrañamente se echaron a reír y a bailar, se abrazaban y cantaban. Los cuatro tenían motivo para alegrarse: era el fin de una caminata de más de 7000 kilómetros huyendo desde un campo de trabajo soviético en Siberia. El escape y la odisea habían durado 11 meses. En la actualidad, Witold Glinski es el último superviviente de aquella odisea, considerada el más grande escape de la Segunda Guerra Mundial. Aquí su historia:
 
Witold Glinski era un adolescente que vivía en una aldea alemana aledaña al Río Volga. En la época de la llamada “Deportación a Siberia” Fue arrestado junto a toda su familia y luego separado de sus padres. Lo acusaban de hacer espionaje para el enemigo y con apenas 17 años de edad fue condenado a  trabajos forzados en un gulag de Siberia. Para Witold a su corta edad esta sentencia era prácticamente una pena de muerte y él lo sabía. Había escuchado sobre las terribles condiciones de trabajo en aquellos campos de los cuales nadie salía vivo, tenía muy claro que sólo podría esperar la muerte o intentar escapar. Con este sombrío panorama Witold comenzó a planear su fuga en febrero de 1942 cuando fue trasladado al Campo de trabajos forzados 303 de Irkutsk, ubicado 400 millas al sur del Círculo Polar…
Se ofreció como voluntario para trabajar como leñador y en secreto iba dejando señales en los árboles, señalando el camino hacia el sur, hacía el mundo libre. Luego hizo amistad con la esposa del comandante del campo de prisioneros, quien le pidió de favor que le arreglara su radio que se había dañado. "Ella me recompensó con una taza de té dulce y una rebanada de pan. Pero lo mejor de todo fue que encima de un escritorio había un mapa de Asia.” Mientras tomaba su té muy despacio, Witold trataba desesperadamente de memorizar los detalles del mapa. La esposa del comandante pudo leer su mente y sabía que aquel joven intentaría escapar. "Luego ella me dijo: Te daré ropa buena ropa y zapatos cómodos." "También un me regaló un paquete de carne seca, medias tejidas a mano y ropa interior larga."…
 En medio de una gran tormenta de nieve la noche del 9 de abril de 1942, tomó su mochila que solamente era una manta atada en las esquinas y cavó un túnel bajo la alambrada. Cuando logró pasar hacia el otro lado, se percató de que seis hombres lo habían estado siguiendo en complicidad y silencio. "Les dije que íbamos a caminar por lo menos durante 20 horas al día, que si no les gustaba, podían sentarse y esperar a los rusos."  "El clima era demasiado hostil ese momento como para que las patrullas nos salgan a buscar. Ningún animal o persona asomaría las narices con ese clima, así que era nuestra única oportunidad. El objetivo inmediato era salir de Rusia. La frontera estaba a 1.600 kilómetros de distancia. Yo sólo trataba de dirigirme hacia el sur."…
Durante dos noches corrieron a campo traviesa sin pausa y se escondían durante el día para comer y tratar de dormir algo. No había señales de persecución, la nieve había cubierto sus huellas, y hasta aquí, la elección de la ruta de escape hacia el sur parecía ser la correcta. Los siete fugitivos establecieron un sistema de caminata. Un hombre iba al frente abriendo el sendero por el bosque, y dos al final del grupo iban borrando las huellas con ramas de pino. La primera vez que se sintieron a salvo y realmente pudieron descansar fue luego de cruzar el Río Lena, y fue también ahí donde probaron el primer alimento fresco después de nueve días, un pez que capturaron a través de un hueco sobre el hielo. Casi no se conocían entre compañeros. No se hablaba mucho ni se atrevían a confiar unos en otros. Su relación fue construida bajo la sospecha y sin conversar, en silencio…

Schmidt era una misteriosa persona que había estado trabajando como albañil en Samara, cuando fue detenido. Batko era ucraniano,  musculoso y decidido; siempre actuaba con fiereza. Zaro era propietario de una tienda en Saratow y los otros tres eran soldados alemanes...

Se dieron cuenta que para sobrevivir dependían los unos de los otros, y Witold se hizo cargo del grupo. Como creció en una zona rural, había aprendido que plantas y cuales hongos eran comestibles, tenía conocimientos de pesca y sabía algo de cazar animales con trampas. Cierto día encontraron un venado atrapado en una quebrada. Esto les proveyó de comida durante varios días y con su piel se inventaron unos rudimentarios calzados porque ya no soportaban el dolor producido por las botas que les dieron en prisión…
                                                                                                                              Días antes de llegar a la frontera con China les ocurrió un suceso que todavía se mantiene vivo en la memoria de Witold. En medio del camino encontraron a una aterrorizada joven rusa pero sus padres eran de origen de Pomerania (Alemania) de 18 años llamada Kristina Polak, que había huido descalza por el bosque. Estaba escapando de los rusos que habían matado a su familia y tratado de violarla. 
Estaba muy sola y angustiada y cuando le inspeccioné el pie supe de inmediato que tenía gangrena. Yo no quería cargar con una mujer enferma, pero ¿qué podíamos hacer?" Le hicieron un par de mocasines con lo que les sobraba de la piel de venado, y construyeron una camilla con un par de troncos delgados y algo de yerba seca para transportarla. "Pero ella cada día que se ponía peor. Su pierna se volvió negra y la piel se le abrió debido a la hinchazón. Era algo terrible de ver”. Cruzaron la línea del ferrocarril Transiberiano cerca de la zona de Mongolia, y allí lastimosamente Kristina contrajo la peste. Ella se negó a continuar la travesía, poco después cerró los ojos y murió.
La enterraron en una zanja poco profunda y cubrieron su cuerpo con piedras. Lloraron juntos como compañeros por primera vez, luego estuvieron largo rato en silencio y poco después continuaron la caminata…
(Continuará)
 (Colaboración)

1 comentario:

Sheena Kloster dijo...

¡Cuánto han sufrido los volguenses por Dios! Importante agendar ésta historia...