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domingo, 13 de marzo de 2011

Antiguas costumbres religiosas… Curiosa despedida del "Aleluya"


Sucedía allá  lejos y hace tiempo en período de Septuagésima

Las tres semanas que se intercalan en el año litúrgico entre el período de Epifanía y la Cuaresma, bajo el nombre de "Tiempo de Septuagésima", constituyen lo que se podría llamar una "antecuaresma" o preparación litúrgica para la misma. Fue instituida o por lo menos la sancionó definitivamente, San Gregorio Magno. La Iglesia ha querido con esta instauración evitar la transición demasiado brusca que necesariamente se produciría en la vida cristiana, pasando de repente de los regocijos de Navidad a las tristezas de Cuaresma…

Antiguamente, según cuentan las abuelas, los signos precursores de la cuaresma eran tales que se suprimían los cantos gozosos como el "Gloria in excelsis" y del "Ite missa est", en la misa del tiempo. Del "Te Deum" en los maitines. De los floreros y vistosos adornos en los altares. Y el empleo de los ornamentos morados. Todos eran signos evidentes de tristeza, y lo llamativo y que para muchos resulta por demás curioso era la suspensión total del festivo "Aleluya", no por su suspensión temporaria en sí, sino por la despedida que se le hacía…

La despedida del Aleluya dio origen, en la Edad Media, a ceremonias muy curiosas, dignas de recordarse. En algunas iglesias despedíase de él como de un ilustre y muy querido personaje, que provocaba efusivas demostraciones de simpatía. Al efecto, se compuso un "Oficio aleluyático". Habla en él antífonas, prosas e himnos, con augurios de feliz viaje muy expresivas para el Aleluya…

La liturgia libelática llegaba a decirle: "¨Te vas, Aleluya" Pues que tengas buen viaje, y vuelvas contento a visitarnos. Aleluya. Los Ángeles te llevarán en sus brazos para que no tropiece tu pie, y vuelvas de nuevo a visitarnos". Y otro tanto hacía la liturgia de Alemania en su afán de dedicarle un cariñoso homenaje de despedida. Y de allí fue llevada al Volga por nuestros ancestros...

A veces, la ingenuidad de aquellos cristianos llegó hasta a remedar, al son de unos pintorescos cánticos, el "entierro del Aleluya"; pues lo sepultaban como si fuese un muerto que debía resucitar el día de Pascua…

Transcribimos un ceremonial que prescribía un "Ordo" del siglo XV, de la iglesia de Tour: "El sábado de Septuagésima a la hora novena, acuden los niños monaguillos trajeados de fiesta a la gran sacristía, y allí organizar el entierro del Aleluya. Terminado el último "Beneficiamos", desfilan en procesión con cruces, azadones y palas, agua bendita e incienso, y llevando el césped de tierra (¨?), como se estila en los funerales, atraviesan el coro y se dirigen al claustro profiriendo ayees y voces plañideras, hasta llegar al lugar donde ha de efectuarse la sepultura. Una vez allí lo rociaban con agua bendita, y después de incensarlo, volviánse por el mismo camino. Así se acostumbraba a hacerlo en otros tiempos…

Por cierto que estos ritos y alegorías eran excesivamente teatrales, pero pintan muy al vivo la influencia magna que ejercía la liturgia en la vida y costumbres de aquellas cristiandades. Nuestros ancestros conocían y practicaban día por día todas las ceremonias religiosas, y las seguían y comentaban.

 Foto: El entierro del "Aleluya"

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