Bellos recuerdos...
Mi infancia no fue precisamente una época de abundancia, por el contrario, en mi hogar había bastantes necesidades. Pero a pesar de ello, los recuerdos que prevalecen no son los de pobreza y marginación, sino los que me llenan de alegría cada vez que vienen a mi mente...
Unos padres amorosas siempre entregándose al cien por ciento por nuestro futuro y bienestar; esas tardes de juego con toda la barriada en la que las diferencias sociales no existían; las visitas cada domingo a la iglesia y regresando deleitarnos con ese sabroso manjar que hacía mamá, que con poco hacía mucho, había que hacerlo rendir para toda la familia...
Mi infancia fue feliz, con pocas cosas materiales pero con mucho amor de mis padres y hermanos. Gracias a Dios por permitirme vivir esa etapa de mi vida con tanta felicidad... Que no diera por darles lo mismo a mis hijos...
Carlos
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Infancia...
¡Cómo añoro ese universo mágico de sueños en que todo es posible! El frío del invierno atormentando mi cabeza, el único espacio de todo mi cuerpo que se libraba de los kilos de ropa conque mi madre me cubría. Su mano cálida, mientras caminábamos hacia el colegio. A veces me soltaba de ella para ir dando trancos entre charcos de agua, quebrando el hielo que los cubría...
Una gran ventana separaba nuestra casa de la del único vecino con bicicleta del barrio. Por ella escapaba por las tardes a dar paseos sobre ruedas. Dábamos vueltas y vueltas en un patio de seis metros cuadrados pero creíamos recorrer el mundo…
Y por las noches, un vaso de leche tibia y mi camita arropada, siempre con olor a limpio. El beso de mi madre, los cuentos de mi padre, y las nocturnas historias de horror conque mi hermana me atormentaba antes de dormirme. Hasta ir al baño (qué era una escupidera (top) debajo de la cama) era una verdadera odisea pues era justo donde estaba escondido un terrible monstruo escondido amenazaba con agarrarnos por los pies a un mundo distinto de este mundo...
Y otro día despertar y comenzar de cero, y soñar con lo que haremos ese día y con lo que seremos cuando grandes... y construir castillos y convertirnos en princesas... y creer que el más terrible de los problemas es no saber resolver una suma de cuatro dígitos... Y soñar... Soñar... Soñar... ¡Como extraño ser niña!
Norma
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Aunque los años pasan los recuerdos de mi infancia permanecen
Tuve la gran suerte de conocer y convivir con mis abuelos. Recuerdo las reuniones familiares que se hacían en sus hogares, el olor a su rica comida, las tortas y las rosquillas fritas y el café con abundante manteca que compartíamos y disfrutábamos todos...
Otro gran recuerdo eran las noches calurosas del verano de la colonia. Teníamos unos vecinos con 18 hijos nos reuníamos para jugar y hacer una que otra travesura, como ir llamando por las puertas, hasta que un día nos cerraron en una casona y nos dieron una buena reprimenda, pero no por eso dejábamos de hacerlo…
Otra cosa que quedó grabada para siempre es cuando el abuelo me enseño a andar en bicicleta. Era como enseñarme a andar por el mundo, esquivando algún que otro obstáculo, pero hay estaba él para cuidarme a que no me cayera. Siempre cuando encuentro una dificultad en mi vida, me acuerdo de su mano firme que me sigue sosteniendo para que no desfallezca y sigo el camino de la existencia viviendo y recordando.
Pili
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“Toda mi infancia es pueblo”
Decía Federico García Lorca, y Rafael Alberti se quejaba lastimero de haber sido arrancado de su pueblo: “Por qué me trajiste, padre, a la ciudad”, añorando las sensaciones violeta, las fragancias azules, las noches estrelladas, el río en calma de su infancia...
Nos preguntamos si la poesía dolorida, con aromas de monte, de Miguel Hernández, sería la misma si no hubiese sido pastor de cabras y de ovejas y de no haber sentido la llamada temblorosa del viento acurrucando el balido del cordero nacido a compás de los silbos...
Yo desde siempre, en todos mis escritos, elevo la vida sencilla de los pueblos, de mi pueblo y aunque no tengo ése privilegio de vivir en él, busco en el bello camino de los olivos las huellas de mi niñez, pero están borradas, mi poesía, incluso cuando es en prosa, se impregna de aromas, de paisajes, de aires violáceos, de tardes rosadas, de sueños y recuerdos...
Busco mis raíces por los caminos de mi infancia, traspasando con mis versos ése dolor angustioso, pleno de nostalgia por lo que pudo haber sido. Siempre volviendo a los olores de mi infancia, a los rastrojos quemados por el sol, a las abejas que libaban el néctar de las flores silvestres y que recogíamos para adornar a la Virgen de la iglesia...
Me viene al alma, como canción de cuna, rumores de la infancia, recuerdos de los seres que ya no están. El aire de los campos aún golpea mis silencios y por más que pasen los años no dejo de recordarlos…
“Con el recuerdo intacto de las cosas
que embellece el tiempo y la distancia,
retornan hoy a mi memoria
cual bandadas de palomas blancas,
siempre vivos, siempre intactos,
los plácidos recuerdos de mi infancia”.
Ángel Jiménez
Ángel Jiménez
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