"... Quien dice que no hay querencia que le pregunte a la ausencia..."
Aunque vive en Miami, tiene un linda familia, una linda casa en un lugar tranquilo, cada tanto vuelve para llenarse los pulmones de aire coloniense y por supuesto su corazón late a mil cuando recorre sus calles, escucha el canto de los pájaros y siente la brisa pampera soplar sobre su sonriente rostro, plática con sus tías, primos, parientes y amigos de la infancia, siempre mate de por medio. Y se siente reverdecer cuando los recuerdos giran en torno a su infancia y los momentos felices que pasó junto a sus abuelos en las vacaciones…
Norma Cangone-Streitenberger, es de ella que nos estamos refiriendo, cuando llegamos a su casa (la misma casa de sus abuelos que ahora es suya, y no la vende por nada del mundo, porque es el tesoro más preciado que tiene, todo eso respaldado por su esposo y sus hijos) ya tenía el mate en la mano, esperándome (por medio de facebook nos habíamos puesto de acuerdo) y departimos y seguimos discurriendo, como si no hubiera pasado más de cinco años que nos vimos la última vez, como si nos hubiéramos visto la semana pasada…
Porqué charlar con Norma, es entrar al mundo del ayer, tanto recuerda y tanto me hizo recordar…, te acordás de Valentín, y cuenta unas anécdotas referidas a él… Te acordás de la Hermana fulana… de su primo mengano… y su amiga del colegio… y… y mientras pasan las horas se van sucediendo una tras otra sus remembranzas, el cariño que tiene a su colonia, aunque viva en un lugar que por lo menos un millón de argentinos quisieran vivir…
Con ella, hasta uno vuelve a los años de la infancia, cuando sus abuelos vivían y ella, viviendo los primeros años de su vida con ellos y después en todas las vacaciones, hasta estuvo un año entero cuando tomó su primera comunión. Como un destello recapitula su vida… el Internado en lo de las Hermanas Siervas del Espíritu Santo, su emigración hacia Estados Unidos (con su madre y padrastro: José Schwab) donde pasó toda su adolescencia, sus estudios, el aprendizaje de seis idiomas y después el regreso y el volver hacía su recordada colonia, con sus abuelos, que era lo que más extrañaba. Sus trabajos en varias de las grandes empresas multinacionales, facilitada por el conocimiento de los idiomas.
Y el amor cuando entró a su vida y su posterior casamiento con Héctor Lorenzino, la feliz llegada de sus tres hijos, Lucio (Casado con una nieta de Marcelo Beier (Weise), tiene un hijo y está en la dulce espera) María de los Ángeles y María Soledad y su vuelta a los Estados Unidos… previo paso por Chile por 3 años, por razones de trabajo de Héctor, exactamente a Miami, donde permanecen hace 15 años y donde reside actualmente…
Y Norma siempre vuelve, volvía cuando estaba en Buenos Aires, volvía cuando estaba en Chicago, cuando estaba en Chile y sigue viniendo ahora que está en Miami, eso es tener cariño a sus raíces… ¡qué lindo que es eso!! En su volver cada tanto a la colonia… a visitar a sus parientes y amigos y recordar, siempre el recuerdo está presente, así como a su tío Vicente (Schwab), gran colaborador de ‘Nuestras Colonias’ pero por encima de todo un gran amigo y mejor persona)…
También recuerda cuando la abuela (Dailoff) hacía el pan y le preparaba unos ‘eñier’. El “keller” lleno de chorizos y cuando su abuelo se iba al campo a su regreso siempre faltaban algunos, pues la abuela les daba a la gente necesitada (Tenía un corazón llena de afecto). Recuerda la casa grande que iba hasta el fondo, había de todo, quinta, huerta, gallineros de aves y el chiquero para engorde de cerdos, el establo de caballos y de vacas, el molino con un estanque llenos de patos. Las copitas de licor que el abuelo convidaba a quien llegara. Recuerda sus escapes en bicicleta a la hora de la siesta, hasta que la descubrieron y le escondieron la bicicleta el horno de pan...
Otra cosa que evoca, era el ir al campo con el abuelo, íbamos en el carro en una calle con muchas piedras, llevando los menesteres. De tanto sacudirte te dejaba extenuada, pero nosotros éramos felices, nos gustaba ese traqueteo. Se tardaba un montón en llegar. Y allí también había que ponerse a trabajar, que con las ovejas, que con las vacas, con los corrales de aves y cerdos, con las máquinas, etc…
La puertas de la casa estaban siempre abiertas para todos en tiempos de los abuelos y Norma sigue su ejemplo… rememora mucho las lindas veladas que se hacían estando todos juntos… en especial de noche cuando jugaban a las cartas o la lotería tomando mate y comiendo girasoles, quedaba en el piso una alfombra de cáscaras…
“Le sorprende gratamente que todavía conservan la costumbre de saludar, todos te saludan, aunque no te conozcan. Cosa que se perdió en Suárez. Hay una amabilidad que no hay en otro lado… Todo eso me marcó, pues uno es parte de la gente con quien convivió, todos dejan algo de sí en otros y otros de dejan algo en uno...
Y tienen planeado, que cuando se jubile su marido, de vivir medio año en su casa de Miami y medio año en su casa en la colonia, pues a su marido y a sus hijos también les encanta este lugar, esta casa ninguno la quiere vender, quieren tener un lugar para refugiarse cada tanto y volver a cargar de energías al espíritu y al alma, así lo hace Norma cada tanto, cuando puede vuelve para cargar las energías que emanan de la esencia de la colonia…
Y con una sonrisa franca y leal está la satisfacción de saber y comprender el legado dejado por sus abuelos: ser honesto y bueno sentimientos que valoran a la persona… Y el orgullo hacía su pueblo que es el centro de sus alegrías y de sus dichas de niña, que quedarán grabadas en su corazón…
Habla el dialecto a la perfección, a pesar de saber tantos idiomas, entre ellos el alemán standard, pero cuando está en la colonia, le sale el dialecto desde adentro, desde el alma… con una soltura como cualquier convecino de las colonias…
Y salí de su casa, esa casa que fue de sus abuelos… (Tíos abuelos míos) y mientras iba hacía casa, el ocaso del día se venía troteando sobre el horizonte, y traté de observar al humilde pueblito con los ojos de Norma. Entonces también percibí toda la energía que emanaban de ella y entonces comprendí a Norma y a su familia, el porqué que no se quieren desprender de la casa, pues se desprenderían de sus raíces que son parte de uno mismo… Aunque viva en el llamado primer mundo, pero sus raíces están aquí y eso no se olvida así porque sí… sino que siempre se la tiene grabada a fuego en un rincón del corazón…
Norma… te ganaste el cariño y el respeto, no sólo de ‘Nuestras Colonias’ sino de todos tus amigos y parientes por tu sencillez y tu vivaz parloteo pero siempre con la mano en el corazón… Gracias por todo lo que nos diste de ejemplo, y gracias por cada vez que vuelvas a pensar en tu colonia, tus parientes y tus amigos…
¡¡Sakarment!!!! Qué me hiciste sentir orgulloso de nuestra colonia!!!!
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