La
humildad va de la mano con la sencillez que nos enseña a valorar las cosas
simples, por ejemplo, la naturaleza, las pequeñas alegrías de cada día, las
expresiones de afecto de nuestros amigos y los logros que obtenemos.
Muchas
personas dejan de apreciar eso y se sacrifican buscando una vida llena de
supuestos atractivos como los viajes, los bienes materiales y las constantes
diversiones.
Nada de
eso es garantía de la felicidad, ni asegura el bienestar, ese camino es sólo un
laberinto dónde cada vez se buscan cosas más raras y complicadas que nunca nos
satisfacen y en ocasiones puede llegar a ser la puerta de entrada a graves
problemas como la drogadicción o el alcoholismo.
Una
persona sencilla es una persona abierta, dispuesta a aprender, que se sorprende
con lo que le aportan los demás. Al liberarse de las barreras del orgullo, es
capaz de disfrutar y valorar en su medida la riqueza del mundo.
Tú puedes
expresar la humildad y la sencillez de mil maneras: habla de forma clara y da
la palabra a los demás, no intentes aleccionar a tus amigos, no presumas lo que
sabes o lo que tienes con personas que están en desventaja, viste con ropa
sencilla, entrénate en tareas como lavar y barrer, adquiere sólo lo necesario y
nunca seas necio o caprichoso.
Con estos
mínimos cambios serás cada día más sencillo y despertarás el cariño y la
comprensión de los demás. Tu máximo orgullo será ayudar a los otros y tu mayor
muestra de humildad, pedirles su ayuda.
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