Los muros siempre se han hecho para separar o para ocultar.
Tanto más altos como para impedir que o bien los “de dentro” salgan o los de
“fuera entren”. O que “los de fuera” no vean lo que sucede en “el adentro”. A
lo largo de la historia, esos muros han existido. Es la muralla de China, son
las pequeñas pircas que vemos de tanto en tanto en nuestro interior como
herencias incaicas. Hoy existen muros que separan culturas (Israel, Palestinos,
o México y Estados Unidos; o en algunas ciudades nuestras, existen esos muros
que también separan miseria y riqueza, o aquel muro de los años 50 que dio
origen a una hermosa película argentina: “Detrás de un largo muro”, de Lucas
Demare.
A veces esos muros son signos de vergüenza histórica y que a
la vez mantienen la memoria de lo que fue la división profunda que el mismo
muro implicaba.
Eso es el Muro de
Berlín, que felizmente cayó el 9 de noviembre de 1989. Sin embargo, hasta
esa época significó la vergüenza. El
muro cayó y se abrieron las grietas profundas y esa apertura significó también
la reunificación de Alemania. Hoy el muro no existe en toda su longitud sólo quedan aquellos trozos que – por su presencia - nos permiten
mantener la memoria. En las se
mantiene una línea hecha con piedras o
pinturas por donde el muro pasaba:
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Existe una zona donde hay un largo trozo del muro.
No es nada del otro mundo. Son bloques de cemento no muy altas que tenían por
función separar el Este del Oeste, la parte rusa de las partes distribuidas
entre los Aliados y luego entre los rusos y los alemanes occidentales. Y con la
construcción del muro se comenzó a controlar el tráfico de uno a otro lado de
la ciudad, dejando familias divididas y no solamente ideas distintas divididas
por el muro. Las historias del muro son terribles y vale la pena que el lector
revise por su cuenta lo que ha sucedido en esa época, a partir de 1961 y hasta
1989.
Tanta sangre como lágrimas
encontraremos a cada lado del muro. Este tuvo una longitud de más de 120 km con
una altura de 3,50 metros, construido con bloques de 1,5 metros cada uno y así
fue formando la barrera. Cada tanto, casetas de vigilancia y torres de guardia
desde donde se disparaba a quienes intentaban cruzarlo desde el este. Las
imágenes que vemos a continuación corresponden al memorial del muro donde en la
parte superior se observan sus restos y, por debajo, excavaciones que tienen
que ver con el proceso terrorífico de la Gestapo y de la política nazi antes
del final de la guerra.
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A este lugar se lo llama la Topografía
del terror porque se encuentran las ruinas del muro y los cuarteles de la
Gestapo, el lugar más temido del régimen nazi. A pocas cuadras se encuentra el
punto de control denominado “Checkpoint Charlie” ya que era una de los tres
únicas entradas/salidas que existían en Berlín para pasar de uno al otro lado.
Lo único que queda es una imagen de la caseta de guardia donde grotescos
disfrazados de soldados se toman fotografías. Evidentemente, no han entendido
lo que ese punto significó.
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