La
desgracia había llovido sobre esta parte del Volga durante el periodo
soviético. Fue disputada duramente durante la Guerra Civil, ya que era una
tierra productora de grano muy fértil. Cuando los bolcheviques la tomaron, la
reputación de buenos granjeros de los alemanes del Volga fue su perdición.
Aunque muchos no eran más que campesinos a los que les iba bien, para los
bolcheviques eran “kulaks”, enemigos de clase. Las cuotas de grano que les
impusieron fueron tres veces mayores que en otras zonas. A veces eran más
altas que las propias cosechas. En 1920 las requisas se habían llevado los
últimos restos de comida de la gente y el maíz para la siembra del año
siguiente. Los pobres campesinos sacrificaron a los animales y comieron
hierba y la paja de los tejados.
A medida
que la hambruna arreciaba, la ira de los campesinos se desbordó. Enterraron
el grano y organizaron revueltas armadas. No estaban solos: gran parte del
campo ruso estaba en armas, pero en el Volga fue mucho peor. Muy valiente
tenía que ser el bochevique que se aventurara a cruzar desarmado los campos
de Marxstadt (como Marx era entonces conocido). Se exponía a ser
descuartizado. En la plaza del mercado, los campesinos vendían cosechadoras
mecánicas a cambio de una hogaza de pan.
Para
1921, el 96,9 de la población padecía la hambruna. El hambre quebró la
rebelión de los campesinos. A principios de los años ’20, cuando otras
provincias ya podían respirar, aquí, en el Volga Medio, un cuarto de la
población murió de hambre. El canibalismo se convirtió en algo corriente.
Hasta el glasnost, estaba penado hablar siquiera de estos
hechos, y la gente todavía tenía miedo de hacerlo. Me convertí en una experta
en silencios. El
miedo se había convertido en un hábito, unido a la esperanza de que si se
mantenían en silencio, el horror moriría con ellos. Pero el pasado tóxico
encontraba la forma de filtrarse lentamente y cargaba sobre los niños una
ansiedad que, ignorantes de su pasado, no podían combatir”
¿Acaso
no sentimos la misma ansiedad en los silencios de nuestros abuelos y padres o
también en los nuestros? ¿Por qué no podemos hablar de nuestra historia más
reciente sin sentir un miedo difuso que nos alerta de que no debemos o que es
mejor no
hablar del pasado?
¿Por qué
somos incapaces de llegar a ninguna conclusión sobre hechos que todavía hoy
marcan la calidad democrática de nuestra sociedad, que pesan sobre nuestra
impotencia cívica y vital? ¿Quiénes somos?
Vladimir Zehner
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1 comentario:
Excelente nota gracias por recordar la historia de nuestro pueblo.alejandro braun nieto de alexander braun y ana maria swalje colonia brabander.
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