Un premio de esa envergadura es una validación que se
están haciendo más o menos bien y más de quien viene, nada más y nada menos que
del Consejo de Ciencias Económicas, un ente que reúne la flor y nata del
quehacer profesional de la provincia de Buenos Aires
Es increíble la emoción que sentí, como una ráfaga
pasaron por mi mente todo lo bueno sucedido desde que Eduardo Minich me abrió
las puertas del diario “Nuevo Día”, todos los premios recibidos hasta llegar al
Teatro Coliseo Podestá en La Plata, y ahí estaba sintiendo un escalofrío de
felicidad, con la confianza de ver a parte de mi familia y a los amigos que me
acompañaron, en tan sentido momento, para recibir el “CADUCEO 2013”…
Reflexiones...
Ello conlleva a que considere con nueva visión las cosas.
Otros valores, tomarme tiempo para hacer las cosas pequeñas, y sin embargo
lindas y tan caras a la vida y te asombras y sorprendes cuanto amparo y ayuda
recibís en esos momentos. Estos refuerzos solidifican las relaciones con la comunidad en que uno se desenvuelve y te
coadyuva a creer más en la vida. Y lo que me puso más en claro todavía, con
respecto a mi persona: ocupar mis pausas para dejar vagar la mente y el
espíritu. Ocuparme y concederme momentos de sosiego, descanso, calma y quietud.
O simplemente sentirme bien y a gusto. Eso es muy necesario para el cuerpo y
para el alma…
Sirva esta meditación como introducción al premio “Caduceo 2013” otorgado por la Consejo
Profesional de Ciencias Económicas de la Provincia de Buenos Aires” que ha
recibido el Suplemento “Nuestras Colonias” que acompaña los días a la edición sabatina
del diario “Nuevo Día” y “Región Deportiva” los días lunes…
Y aparece en nuestras papilas de papel el sabor del
compromiso cabal y sostenido en el tiempo, allí están los galardones para
escoltarnos, como un cardinal de valores que seguiremos preconizando en cada
glosa. El gusto amargo de las cosas que pasaron en los últimos años, que
también me recuerdan los momentos difíciles, que son parte de la cotidiana
existencia. Y entre los sabores dulces o amargos, nos queda el empeño de
prevalecer. Y aquí estoy para decirle a todos ustedes lo que individualmente me
transmiten: por nuevos sabores en nuestras almas y corazones, por los amargos,
que pasamos, que también están ahí porque así es la vida y por los otros más
lozanos y dulces que aparecen con simpleza en los momentos lindos de la vida...
Desde que entré en la madurez, es decir, desde que advertí
el sentimiento de crecimiento sutil interior, tengo para mí que si estamos
aquí, si hemos llegado a esta vida es, entre otras cosas, para aprender a dar
las gracias. Gracias, pues, de corazón por la distinción con que nos han
honrado, y que nos ha llenado de alegría por venir de donde viene. Gracias
también a todos los que nos acompañan y nos acompañarán en esta noble tarea de
tender puentes entre amigos que no se conocían y que a través de la cultura
escrita han iniciado ese diálogo ideal que propicia la literatura que les une y
les puede hacer más cercanos. Y gracias muy especialmente a Eduardo Minich que ha hecho un espacio en su diario, desde hace
17 y pico años, a los auspiciantes, que sin ellos no podría salir el
suplemento, y a los lectores, los destinatarios ideales de nuestra labor, que
han renovado su confianza en nuestra no menos hermosa misión de compartir la
literatura, el pensamiento, con ellos…
“Nuestras Colonias” es como un libro polifónico, compuesto por muchas voces y de muy distinto origen, y que debo vertebrar en torno a un proyecto cultural, el que singulariza su muy personal y subjetivo criterio de excelencia. Quien les habla no es, en consecuencia, quien está dirigiéndose a ustedes en este momento, sino la suma, el portavoz, por modesto que sea, de una vieja tradición, de un coro de voces, muchas de ellas ya anónimas, que le llega de un pasado quizás remoto, pero no por ello menos lleno de respeto y amor por una palabra que le ha sido dada y a la que se debe…
Con Marta, mi hija Doris y mis nietos Melany y Nahuel
Han de saber que quien les habla es una persona profundamente enamorada de su trabajo y que profesa una honda admiración por todos aquellos que de una manera limpia y ética han hecho posible que nuestra labor sea uno de los más ennoblecedores medios de vincular a los hombres, de favorecer una relación ideal entre ellos y, por qué no decirlo, a veces constructivamente crítica entre desconocidos y en apariencia distantes. Muchos de mis amigos me habrán oído repetir que nadie echa de menos a un desconocido. Convendrán pues conmigo en que nada puede haber más honroso y estimulante que trocar un desconocido en un amigo…
Han de saber que quien les habla es una persona profundamente enamorada de su trabajo y que profesa una honda admiración por todos aquellos que de una manera limpia y ética han hecho posible que nuestra labor sea uno de los más ennoblecedores medios de vincular a los hombres, de favorecer una relación ideal entre ellos y, por qué no decirlo, a veces constructivamente crítica entre desconocidos y en apariencia distantes. Muchos de mis amigos me habrán oído repetir que nadie echa de menos a un desconocido. Convendrán pues conmigo en que nada puede haber más honroso y estimulante que trocar un desconocido en un amigo…
Con algunos de mis amigos que me acompañaron, Horacio, Gster, Silvia, hector, Juan Carlos, Marta Y Margarita
Querría rendir aquí y ahora público homenaje a todos esos
hombres y mujeres que han hecho, hacen y harán en el futuro posible que el
espacio de la cultura sea quizás uno de los pocos espacios que nos queden para
dirimir todo tipo de conflicto cuando por desgracia se han agotado las
posibilidades de entendimiento en tantos otros ámbitos…
Han de saber que quien les habla está dotado del mismo
entusiasmo que cuando empezó su andadura profesional y que tiene como máxima de
su trabajo que nada verdaderamente importante en la vida, en contra de la
filosofía que parece haber presidido nuestras vidas en las últimas décadas,
requiere urgencia. Y también querría decirles que hemos procurado realizar
nuestro trabajo a lo largo de estos diecisiete maravillosos años de práctica
profesional con honestidad y alegría, que hemos tratado de dar siempre lo mejor
de nosotros a los demás, de sentir en todo momento su cercanía. Un autor de
verdad publica aquello que no logra olvidar y si en su camino tropieza con algo
que no logra olvidar y es útil a su vida, ¿por qué no va a poder compartirlo
con los otros? ¿Por qué los otros no van a poder ser susceptibles de amar eso
que previamente hemos amado nosotros?...
Amigos de la audición el Carro Verde
En fin, que quien les habla no puede estar más henchido de
esperanza y que no piensa apearse de ella en el ejercicio de su profesión, y
que quiere rendir público homenaje, como broche final a estas palabras, a
aquellos que nos precedieron y que con su legado animaron a un grupo de hombres a iniciar lo que
constituyó la más hermosa de sus aventuras, de contar sus aventuras. Esos abuelos
o bisabuelos tienen muchos nombres, pero hoy se resumen en uno: el que ha hecho
sentir la proximidad de lo otro como parte constitutiva de lo que somos cada
uno más allá de sus propias aspiraciones. Gracias a Argentina una vez más por
su generosidad y por lo mucho que los alemanes del Volga le debemos. Muchísimas
gracias de nuevo a todos...
Sacándonos el papel plateado que cubrió a los presentes, Marta y Hector la ligaron muchísimo
Por eso amigos lectores, aún convencido de que es el más
difícil de recorrer, no perdamos de vista este camino, el único para
reencontrarnos con lo mejor de nosotros: La esperanza. ¿En quiénes? En nosotros mismos y en
Dios... Si creemos en nosotros mismos y mantenemos firme la fe en Dios y en los
principios que defendemos y por los cuales estamos dispuestos a luchar:
honestidad, verdad, desinterés, sensibilidad, justicia... Y si los inculcamos
en la comunidad, existirá siempre la esperanza. Que el “Buen Dios”
les bendiga a todos y les elevo mil gracias por todo lo que me dieron, que es
mucho más de lo que pude dar.
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