Antes
de conocerse, Juan exploraba los países de Oriente Medio y Laura intercalaba el
trabajo en una agencia de turismo con los viajes en solitario. Se conocieron
gracias al libro de Juan y hoy están dando la vuelta al mundo a dedo juntos.
Mientras viajan, trabajan: escriben sus blogs, venden libros y fotografías, y
llevan adelante su Proyecto Educativo Nómada.
En
mayo de 2005, Juan Villarino cargó a La Maga –su mochila y futura compañera de
aventuras– en su espalda, cerró por última vez la puerta de la casa que
alquilaba en Belfast (Irlanda del Norte) y dio por iniciada su vida de nómada.
Su plan era viajar sin fechas ni rutas establecidas desde Irlanda hasta
Tailandia, exclusivamente a dedo. Su primer viaje de autostop había sido a los
19 años, cuando salió de su Mar del Plata natal hacia Villa Gesell con el
objetivo de presenciar el programa radial de Alejandro Dolina. Diez años
después, su plan era un poco más ambicioso: esta vez, Juan quería cruzar Europa,
Oriente Medio y Asia por tierra y, sobre todo, explorar los países que formaban
parte del supuesto “Eje del Mal”.
Él
quería demostrar, a través de su experiencia y de su escritura, que aquellos
pueblos también eran hospitalarios y estaban muy alejados del estereotipo de
maldad que se les había adjudicado. Antes de 2005 Juan ya había realizado
varios viajes, aunque todos con fecha de vencimiento: se iba como máximo tres
meses y luego volvía para retomar la carrera de Psicología. En 2001 visitó
Europa y se encontró con viajeros que venían de territorios que él, hasta ese
momento, no consideraba “viajables”: Turquía, Katmandú, China... Cuando volvió
a la Argentina todo cambió: decidió dejar la carrera y todo aquello que lo
ataba, para ser libre y poder dedicarse a viajar a tiempo completo. De esas
travesías preliminares surgieron varios libros que él mismo produjo de manera
artesanal, así como su blog actual, “Acróbata del Camino”.
Entre
2005 y 2008 Juan recorrió setenta mil kilómetros sobre todo tipo de terrenos y
en toda clase de vehículos. Pasó seis meses en Europa, cruzó Turquía, Egipto y
Jordania, y luego se internó en el territorio que más le llamaba la atención:
Oriente Medio. Recorrió Siria, Irak, Irán y Afganistán a dedo, se familiarizó
con la cultura turca, árabe, kurda y persa, aprendió lo básico de sus idiomas y
lo fundamental de su religión, el islam. Se mezcló todo el tiempo con las
poblaciones locales –viajó en sus transportes y durmió en sus hogares– y pudo
confirmar su teoría de que aquellos pueblos también eran hospitalarios. De esa
experiencia nació Vagabundeando en el Eje del Mal, libro que fue editado en la
Argentina y España.
Al
día de hoy, Juan lleva recorridos más de sesenta países haciendo dedo. Tras
haber viajado 215.000 kilómetros en más de dos mil vehículos, se siente capaz
de responderles a aquellos que le dicen que viajar así es peligroso: “Uno puede
tener suerte una vez, pero no dos mil veces seguidas”. Con La Maga como única y
fiel compañera, Juan se hizo una pregunta en su libro: ¿Encontraría alguna vez
a una “princesa vagabunda” o sería eternamente un picaflor exonerado por las
circunstancias? Ese mensaje lanzado como una botella al mar sería respondido
meses después, en forma de mail, por otra viajera solitaria.
A
los 15 años, mientras otras chicas coleccionaban carteras o zapatos, Laura
Lazzarino soñaba con coleccionar países como si fueran figuritas. Desde muy
joven sintió amor por el planisferio y una gran curiosidad de salir al mundo y
ver la multiplicidad de estilos de vida. Cada una de sus acciones, algunas
planeadas y otras involuntarias, la llevaron a ser lo que es hoy: viajera. A los
15 no pidió una fiesta, sino un viaje. Apenas terminó el colegio, se mudó de
San Nicolás de los Arroyos a Rosario y se inscribió en la carrera de Turismo.
Después de recibirse, vivió en Buenos Aires y en Iguazú y trabajó en agencias
de turismo.
A
los 22 hizo su primer viaje sola. Como nadie quería acompañarla y a ella le
parecía injusto abandonar su plan, decidió cargarse a El Salmón (su mochila) e
irse de Salta a Machu Picchu por tierra. Un año después, en 2009, redobló la
apuesta: pidió licencia en la agencia de viajes en la que trabajaba y viajó
–sola otra vez– de México a Panamá por tierra durante tres meses. En aquel
viaje nació su blog actual, “Los Viajes de Nena”, con fotografías y relatos de
sus experiencias. Cuando volvió a la Argentina, supo que no había vuelta atrás:
el ciclo casa-trabajo-casa tenía los días contados. A finales de ese mismo año,
viajó a la India por tres semanas y terminó de enamorarse de los viajes con
mochila.
A su
regreso de aquel viaje, un lector de su blog le recomendó un libro:
Vagabundeando en el Eje del Mal. Laura lo empezó a leer en Navidad y apenas lo
terminó le envió un mail al autor. Ella se sentía incomprendida por el estilo
de vida que había elegido y se identificó mucho con Juan. Le había llamado la
atención, además, aquella pregunta que él se hacía al final de un capítulo: esa
duda que Juan tenía acerca de si encontraría a su “princesa vagabunda” le
demostró que ella no era la única que se hacía ciertas preguntas. Y le escribió
lo que a ella le habría gustado que alguien le dijera: que los viajes
complicaban las relaciones de pareja y que no tenía sentido viajar con alguien
que no compartiera su mismo sueño.
Del
intercambio de mails pasaron al chat y, tres meses después, decidieron
encontrarse: Juan tenía que volver de Bolivia a Buenos Aires para asistir a la
Feria del Libro y Laura tenía vacaciones, así que buscaron un punto medio. Unos
días después, se conocieron en Salta.
Sudamérica a dedo
Hasta
ese momento, ambos tenían otros planes: Juan había comenzado un viaje por
tierra que lo llevaría de la Argentina hasta Alaska y Laura estaba por viajar a
Nueva Zelanda para trabajar y luego recorrer Asia. Pero se enamoraron y, pocos
días después de conocerse, decidieron hacer un viaje juntos por Sudamérica.
Seis meses después, Juan y Laura –junto a La Maga y El Salmón– salieron a dedo
desde Mar del Plata rumbo al sur de la Argentina. Durante los dieciocho meses
siguientes recorrieron los caminos menos transitados de la Argentina, Chile,
Paraguay, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Brasil, Guyana, Surinam
y Guyana francesa.
Hicieron
todo el viaje a dedo, durmiendo en carpa o en casas de familias que conocían
por Internet o espontáneamente en la ruta. En Bolivia convivieron con los
jalq’as, comunidades indígenas que viven en medio de las montañas entre Sucre y
Potosí y que siguen usando los mismos caminos incas que construyeron sus
antepasados hace más de quinientos años. En la selva ecuatoriana pasaron diez
días junto a los shuar, los antiguos reductores de cabeza, y lograron donarles
una computadora (necesaria para que pudieran defender su tierra) gracias a la
ayuda de sus lectores. En Colombia tocaron las campanas de la Catedral de
Cartagena para el bicentenario de la ciudad y recorrieron los pueblitos del Eje
Cafetero en una chiva (el transporte típico de la región).
Una
de las experiencias más memorables de aquel viaje fue cuando llegaron a dedo a
la Antártida. Mientras estaban en el puerto de Ushuaia, se acercaron a las
empresas que organizaban los viajes a la Antártida y les contaron que estaban
recorriendo el continente a dedo. Una de ellas decidió formar parte del
proyecto y les patrocinó un viaje de diez días por la Península Antártica y las
islas Shetland a bordo de un barco de expedición. Uno de los motivos de la
ayuda fue el deseo de que las fotografías de la Antártida formaran parte del
proyecto educativo con el que Juan y Laura estaban viajando.
El Proyecto Educativo Nómada
Tras
recibir tanta ayuda desinteresada de personas de toda raza, religión y estrato
social, la pareja comenzó a buscar la forma de devolver toda esa hospitalidad y
de dejar una huella en las comunidades visitadas. Así nació el Proyecto
Educativo Nómada, una iniciativa que busca romper con los esquemas mediáticos
utilizando la transmisión de experiencias de viaje como un medio para derribar
estereotipos. Juan y Laura cargan con un proyector portátil (comprado gracias a
las donaciones de sus lectores) y realizan charlas y proyecciones fotográficas
en escuelas, aldeas, comunidades indígenas, centros culturales, orfanatos,
universidades y centros comunitarios de cada país que visitan.
Muestran,
a través de sus imágenes e historias, que en el mundo aún abunda la belleza, la
solidaridad y la hospitalidad, y transmiten el mensaje de que la realidad no se
parece en nada a las guerras y catástrofes que aparecen a diario en la
televisión. Así, buscan generar empatía, acercamiento y entendimiento entre
personas de distintas culturas.
Actualmente,
Juan y Laura están haciendo una pausa en la Argentina, mientras escriben el
libro Caminos invisibles de Sudamérica con los relatos de su último viaje y se
preparan para el próximo desafío: Oceanía y Asia. Y ante la pregunta frecuente
“¿Ustedes de qué viven?”, Laura despeja la incógnita: “Vivir viajando es mucho
más barato que vivir en un lugar fijo.
Nosotros
viajamos con un presupuesto diario de ocho dólares para los dos. Además
trabajamos en el camino: escribimos nuestros blogs, vendemos nuestros libros,
artículos periodísticos y fotopostales, y tenemos un grupo de cómplices que
cree en nuestro proyecto y nos ayuda mes a mes con donaciones”. No solo
lograron eso con lo que muchos sueñan (vivir viajando), sino que demuestran,
con su historia, que se puede.
Para
seguir sus viajes o encargar libros:
www.acrobatadelcamino.com
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