No quiero ir al colegio hoy. Los motivos pueden
ser variados, pero lo cierto es que, a veces, los niños regresan de la escuela
con un planteo: "No quiero ir más" . Y
ahí, el desconcierto se suele apoderar de los padres que no saben si se trata
de un capricho pasajero, de una situación grave a la cual deberían atender con
urgencia o de un síntoma más de rebeldía propio de la edad. Lo cierto es que
todo es posible, las razones pueden ser variadas: "Depende de la edad,
porque los motivos pueden ser muchísimos y hay que analizarlos muy
individualmente pero, a grandes rasgos, podríamos decir que un chico puede no
querer ir al colegio porque se aburre, porque no se siente a gusto con el
colegio. Les invito a ver el siguiente blog, varias veces premiado en Alemania,
y saquen sus conclusiones…
Querida hija. Tengo cinco minutos para
que te arrepientas de lo que acabas de decir y recuerdes esta historia cuando
te asalten de nuevo las dudas. En algún lugar del mundo y de la historia un
puñado de niños como tú se juega la vida diariamente para poder llegar a la
escuela y recibir una educación infinitamente peor que la tuya. Puentes a punto
de venirse abajo, campos minados, acantilados desmembrándose, piquetes
racistas, guerras que no son suyas… Una aventura de riesgo solo para poder
sentarse en sus pupitres ¿No me crees? Mira.
—
¿Por qué miran a esa niña con esas caras? ¿qué ha hecho?
—Nada.
Elizabeth Eckford era una niña de 15 años cuando los
‘mandamás’ de su país declararon ilegal la segregación racial en las escuelas.
Sí hija, hasta hace bien poco los niños de color no podían ir al cole con los
niños blancos porque sus padres no los consideraban iguales y ¡ellos querían!…
¡Fíjate que tontería! Hoy en tu clase hay niños de todos los países. El 4
de septiembre de 1957, cuando tu padre todavía no había nacido, Elizabeth y ocho compañeros de color se
presentaron en la escuela Little Rock de Arkansas. Una de
las zonas más racistas y con más odio de aquel país. Una muchedumbre babeante e
iracunda les insultó y gritó, impidiendo su entrada en el colegio durante ese
día y sucesivos. Solo porque no les gustaba el color de su piel. Ni la mediación
del presidente Eisenhower logró
calmar los ánimos y todas las escuelas del Estado cerraron durante un año para
evitar incidentes y hacer una transición más sosegada. Más tarde Elizabeth llegó
a la universidad y acabó siendo profesora en el mismo colegío que un día le
impidió el acceso. ¿Recuerdas que todas las películas tienen moraleja? Pues la
de esta peli, real como la vida misma, da un escarmiento magistral a los
cobardes que odian solo por el color de las personas.
—¿Qué
tontería verdad?
—Mira
cómo van esas niñas al colegio
—¡Qué lindo, yo quiero!
—Ahora
fíjate cómo van sentadas, donde llevan las manos, las chanclas…
Más de
12 millones de nepalíes viven en las inmediaciones del Himalaya. La zona
con más montañas y más altas cumbres de todo el planeta. No hay casi
carreteras, ni autopistas, ni paradas de autobús. Un territorio seccionado por
mil valles y otros tantos ríos acaudalados que impiden el normal tránsito entre
pueblos y aldeas. Los niños usan puentes artesanales hechos con tablones,
cuerdas y poleas improvisadas, como las yincanas de aventura que tanto te
gustan pero sin arneses ni doble sujección de seguridad. Durante décadas, esa
falta de seguridad, ha causado infinidad de accidentes a muchos niños como tú
que se levantan de madrugada solo para poder llegar a tiempo al colegio.
Afortunadamente varias ONGs se encargan hoy de construir puentes y góndolas seguras para mitigar la
siniestralidad. Esos niños se morirían de ganas por poder ir como nosotros en
coche y calentitos al colegio.
Hoy
tienes natación y quizás por eso has torcido el gesto al levantarte. Mira a
estos niños. No saben lo que es una piscina pero se bañan todos los dias para
ir al colegio. Tienen que cruzar un caudaloso río para llegar a la escuela. Y
lo hacen a diario. Haga frío o calor. Hồ Khong, un niño com tú de la escuela primaria Hung, en el
distrito de Minh Hoa, en Vietnam; nos lo cuenta:
“La profundidad es de unos 20 metros y
la corriente es grande, a veces asusta. Pero como queremos ir a la escuela para
aprender para tener un trabajo profesional y con ello un futuro mejor, corremos
el riesgo de cruzar a nado el río.”
Para
ello llevan unas grandes bolsas de plástico donde meten sus ropas y libros.
Nada de estupendas mochilas de Barbie impermeables
y con ruedas. Las inflan para fabricar su flotador-guía y cruzan diariamente
los 15 metros de río. En temporada de lluvias faltan hasta un mes al colegio.
El caudal crece demasiado y sería peligrosísimo intentarlo. Se los llevaría la
corriente para siempre.
—¿Qué
significa ese cartel, papá?
—Peligro. Bombas enterradas.
La
guerra civil (esa guerra entre hermanos de un mismo país que termina siempre
destruyéndolo) terminó en Angola en 2002, pero su fantasma sigue enterrado por
todo el territorio en forma de minas y artefactos bélicos. Esas bombas que
ponen bajo tierra los mayores para que los niños las pisen sin querer mientras
juegan o caminan hacia el colegio. Miles de hectáreas de tierra virgen y rica
permanecen improductivas por esas ‘semillas explosivas’. Son muy difíciles de
destruir porque están muy bien escondidas e interfieren siempre en la vida de los
más débiles, niñas como la de la foto, o como tú. A pesar de las ratas antiminas que utilizan para desactivarlas,
80.000 accidentes en 20 años convierten el camino a la escuela en una aventura
a vida, muerte o condena a llevar muletas de madera el resto de su existencia.
Todo por aprender a ser mejor persona y evitar repetir el legado de los que se
dicen llamar sus maestros.
—¡Qué miedo!
Imagina
que para ir a trabajar tienes que hacer 200 km andando y cruzando barrancos de
500 metros de altura, agarrado a las rocas y sobre ríos congelados. Imagina que
tardas dos días en llegar, vadeando cuatro ríos, cruzando puentes desvencijados
y angostos caminos de tan solo unos centímetros de anchura sobre las punzantes
rocas. Imagina ahora que no eres Tintín o un superhéroe de ClanTv sino una niña
como tú que solo quiere ir a aprender al colegio… Aproximadamente unos 80 niños
se juegan la vida diariamente y eligen el riesgo del atajo por las paredes
verticales de Pili, un pueblo del norte de la región china de Xinjiang Uygur. Un
espectáculo que bien parece un concurso televisivo infantil de pruebas físicas
para ganar un viaje a Euro Disney. Pero es real.
—¿Esos
son niños de un circo, papá?
—No.
Cinturones
abrochados, elevadores de seguridad según normativa europea, sillitas
reglamentarias, capazos con arneses… Todo eso que repasamos en cada viaje al
colegio es un cuento chino para estos niños. En Pematangsiantar, Indonesia (foto superior) o en Baghpat, India (foto
inferior) nadie entiende ese vocabulario. Se alquilan al hacinamiento en
vehículos de tracción variable a cambio de llegar a tiempo a la escuela. Puede
parecer divertido pero… ¿Te imaginas qué pasaría si el conductor da un frenazo
brusco porque se le cruza un perro en su camino?
—No quiero saberlo
—¡Papá, se van a caer!
-----Afortunadamente
no pasó nada, hija. Hubo un temporal que estropeó el puente, pero esos niños
decidieron que no podían dejar de ir a la escuela por tonterías.
17 de
enero de 2012. Las lluvias torrenciales arrastran todo tipo de maleza sobre el
crecido río Ciberang, a
su paso por la aldea Sanghiang Tanjung, en la provincia Indonesia de Bateng. La
fuerza de la corriente golpea y daña los pilares
del puente comunal (construido en 2001) que une el pueblo con el suburbio de la
escuela. El paso queda muy dañado pero no impide que desde ese día los niños lo
sigan cruzando a duras penas para ahorrarse 30 minutos de rodeo. Un fotógrafo
de reuters estaba allí para contarlo.
—Papá
¿Por qué los policías se protegen con un escudo y esa niña no? —Es muy valiente.
16 de
marzo 2010. Una niña de tu misma edad pasa indolente sorteando las piedras
lanzadas por sus hermanos palestinos contra militares israelíes en su camino
diario a la escuela en el campamento de refugiados de Shuafat en la Ribera Occidental, cerca de Jerusalén. A ella parece no importarle la guerra que
libran sus hermanos. Solo quiere llegar al cole para enseñar sus tareas.
¿Parece valiente, verdad? El conflicto Palestino-Israelí ha
convertido esa rutina infantil en un largo y tortuoso camino lleno de obstáculos para los hijos de
esa eterna guerra.
—¿Dónde
van esos niños si no hay casas por ninguna parte?
—A un internado, a varios días de camino
Zanskar,
India, Himalaya. Un
pequeño pueblo en el paraíso montañoso. Implacable en invierno. 40 grados bajo
cero. Todos los años, en el trimestre más frío, un grupo de niños acompañados
de sus padres atraviesan tres valles para llegar al internado de Leh, antigua
capital del reino de Ladakh y
donde pasarán el resto del año. No hay carreteras, no hay caminos. Lo hacen por
el único sitio posible. El río Zanskarhelado. La caminata dura varios días, con
noches al abrigo de las cuevas heladas de la ladera. Todos los años muere algún
turista intentando imitar el trayecto de los niños de Zanskar, más
instruidos en las dobleces y grietas del traicionero hielo…
Epilogo…
—¿Sigues
teniendo pereza para ir al colegio hoy? ---No. —Arréglate y nos marchamos…
.Este artículo ha sido premiado en dos categorías a los prestigiosos premios BOBs que concede la radiotelevisión alemana.
Sería bueno que las docentes argentinas se lo muestren a sus alumnos, para que se enteren que en otros lugares del mundo hay alumnos, igual que ellos, que hacen un enorme sacrificio para ir a clase todos los días...
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