La comunidad de pueblo San José vive una de sus
celebraciones anuales más trascendentes y memorables. Un acontecimiento que
tiene su base ancestral en una profunda fe en Dios, evidente en la celebración
del Santo Patrono de la localidad, y en un reencuentro familiar que congrega a
los familiares alrededor del hogar paterno...
Espectacular Imagen de la segunda iglesia, tomada de un costado en la década de 1910
Esta tradicional y ancestral fiesta será motivo para el
reflejo de una localidad pujante y progresista, noble y trabajadora, que
conjuga en este acontecimiento popular por excelencia, la devoción insoslayable
a Dios y una entrega absoluta y total a un modo de ser y existir único y
particular...
Una celebración que tiene sus raíces culturales allá
lejos en el tiempo, cuando los ancestros aún se cobijaban bajo la patria
alemana y todavía no habían iniciado su peregrinar rumbo a un futuro diferente
que el destino les tenía asignado. Cuando las fiestas se prolongaban por días y
se desarrollaban junto al Rin, en el centro-oeste de Alemania. Donde igual que
hoy y siempre, se integraban dos aspectos: la religiosidad con sus ritos
dedicados a Dios y la sociedad con sus códigos familiares y de amistad...
El pionero de las colonias don Jacobo Schwindt, reunido
con toda su prolífica familia en un memorable día de Kerb celebrado a
principios del siglo XX. La celebración siempre tuvo para nuestros ancestros
profundas connotaciones religiosas y familiares: se adoraba a Dios, celebrando
el día del Santo Patrono de la localidad, congregando a toda la familia
alrededor de la mesa hogareña, compartiendo momentos entrañables donde no
faltaba ni la buena y exuberante comida como tampoco la música típica alemana
ni la alegría, el bueno humor, las remembranzas y tantos pero tantos
sentimientos bellos que renacían en cada celebración
Y esto se revive año tras año. Cuando la comunidad abre
sus puertas de par en par y sobre todo sus corazones, para recibir la llegada
de visitantes, recreando un ambiente de reencuentro y confraternidad. También
es momento propicio para compartir una mesa familiar abundantemente servida con
comidas típicas, alrededor de la cual se vive una alegría plena, surgida de una
festividad ancestral. Porque la festividad von die Kerb es eso: un reencuentro
familiar que tiene su base fundamental en un festejo religioso. La celebración
del Santo Patrono del pueblo...
Colonias Alemanas del Volga de Coronel Suárez: resguardo
de tradiciones centenarias…
La majestuosa iglesia San José Obrera, erigida en 1927 y considerada un monumento a la fe, congrega todos los años a los fieles a alabar a Dios y a celebrar el día del Santo Patrono de la localidad, tributándole gratitud por los dones recibidos. Anexo al imponente templo -en esta imagen de tiempos idos- todavía puede observarse el antiguo aula donde antaño dictaron clases las hermanas religiosas, iniciando su inolvidable labor misionera
Ya en el siglo XVIII tenían
suma importancia en el centro-oeste de Alemania (cerca del Rin), estas
manifestaciones colectivas donde participaba la aldea entera conducidos por su
párroco, eran al mismo tiempo, grandes fiestas populares en las que al
atardecer se bebía, se bailaba y se jugaba. Comparada con la religión de la
práctica y de lo cotidiano en el marco institucional de la parroquia constituye
una “evasión”, en una comunión popular que confunde a los del campo con los de
la aldea, a ricos nobles y pobres campesinos, a hombres y a mujeres. Esta
costumbre fue llevada al Volga y luego traída a la Argentina...
Esta celebración contiene
dos aspectos un tanto indiferenciados, que se integran indisolubles: la
religiosidad con sus mitos y la sociedad con sus códigos. Porque para estos
inmigrantes no existe una vida cristiana y otra social, sino que la vida se le
presenta como una sola, y por lo tanto, Dios está en lo social, en lo
comunitario y esto, a su vez, desciende directamente de Dios...
En el día de mañana pueblo San José‚ vivirá nuevamente una de
sus jornadas más memorables cuando lleve a cabo los actos y festejos
correspondientes a una nueva celebración de Kerb que, como es costumbre y
tradicional a todos las colonias de alemanes del Volga, será el fiel reflejo de
una comunidad pujante y progresista, noble y trabajadora, que conjuga en este
acontecimiento popular por excelencia, la devoción insoslayable a Dios y una
entrega absoluta y total a un modo de ser y existir único y particular...
Una jornada de domingo que tiene sus raíces culturales allá lejos en el tiempo, cuando nuestros ancestros
aún se cobijaban bajo la patria alemana y todavía no habían iniciado su
peregrinar rumbo a un futuro diferente que el destino les tenía signado. Cuando
las fiestas se prolongaban por días y se desarrollaban junto al Rin, en el
centro-oeste de Alemania. Donde igual que hoy y que siempre, se integraban dos
aspectos: la religiosidad con sus ritos dedicados a Dios y la sociedad con sus códigos
familiares y de amistad...
Y esto se revive año tras año. Igual que mañana lo hará pueblo San José, cuando la comunidad abra sus
puertas de par en par y sobre todo sus corazones, para recibir la llegada de
visitantes, recreando un ambiente de reencuentro y confraternidad. También
ser momento propicio para compartir una
mesa familiar abundantemente servida con comidas típicas, alrededor de la cual
se vivir una alegría plena, surgida de
una festividad ancestral como la Kerb, que en sus bases primordiales es la celebración
del Santo Patrono del pueblo...
Hace 126 años
Al igual que en la fundación de las otras colonias, el ejido diseñado
para pueblo San José‚ consistía en una sola calle de 30 mts. de ancho por 800
mts. de largo. Los solares se enfrentaban con 28 mts. de frente por 110 de
fondo y cada terreno tenía asignado 2 hectáreas de campo en el fondo, destinado
a quintas. En el centro del ejido quedaba un terreno de 50 por 130 mts. destinado
y reservado con carácter gratuito para la futura iglesia y escuela...
Terminada la medición y subdivisión de los terrenos, los
primeros colonos que se ubicaron se les fueron dando prioridad de acuerdo al mérito
y empeño puesto en favor de la colonización. Los colonos se agruparon de a
cinco ayudándose mutuamente en las tareas agrícolas, abriendo los primeros
surcos en el arado mancera, cuando Eduardo Casey les vendió 17 hectáreas cercanas
a la incipiente aldea. Los primeros tres años significaron un fracaso por las
heladas y porque la semilla no era apta para esta zona. En esos tres años de
fracaso se trasladaron a Olavarría y colonias adyacentes para trabajar en las cosechas
y otros menesteres...
En los años siguientes la población del pueblo San José fue en aumento, ya que afluyeron colonos de
diferentes colonias. Así fue creciendo el caudal humano de la Colonia, que rápidamente se transformó merced al
trabajo, tesón y sacrificio de sus habitantes, en una localidad pujante y
progresista.
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