En nuestros comienzos no estábamos lo
suficientemente preparados para “recibir” una catarata de gratificaciones y de
bendiciones. No podíamos concebir la idea aún de que el recibir era una parte
inseparable del dar. Era como la otra cara de la misma moneda. Esa moneda era la moneda del compartir. Cuando
nos permitimos abrir nuestros propios corazones al recibir, cosa -*
Que no
teníamos en nuestros planes y que resultara tan enriquecedora, el dar se vio
reconfortado y embellecido por la maravillosa experiencia de un momento para
compartir con los demás. Así nuestro propósito se completó.
De allí que el compartir es,
indiscutiblemente, nuestra misión en esta existencia como seres humanos. En él
hallamos la completitud. En él la magia de la plenitud encuentra su morada. En
el compartir, el Ser muestra su rostro a la vida y se funde a ella en armonía y
en paz. Hemos venido a esta vida para aprender a compartir desde el corazón.
Cuando das sinceramente aquello que no te pertenece, realmente compartes la
dicha con los demás. Es éste “auténtico dar”, el que recibe infinitas gratificaciones
que lo retroalimentan y lo vuelven tan bello. De modo que cuando des algo,
hazlo desde el corazón, desde lo profundo de tu Ser, y serás beneficiado por la
maravillosa experiencia de la presencia en plenitud.
Decía el Dr. Alejandro Gatti “Cuando das algo
que posees, lo que das se torna insignificante, porque solo posees aquello que
no es ciertamente tuyo, solo posees “cosas”, nunca podrás poseer aquello que te
ha sido dado, nuca podrás poseer lo que no te pertenece”
Dicen por ahí que la felicidad es el camino. Y sí, es el camino de
compartir. El paisaje de ese camino está repleto de oportunidades para
brindarnos plenamente. Cuando compartimos, estamos proyectando nuestra Alma en
los demás, que son el espejo de lo que se proyecta. Por ende, se produce un
circuito virtuoso de energía que nos re-conecta a la fuente de la que todos
provenimos, que es una fuente de abundancia y de bondad. Porque esa fuente da
ilimitadamente, y no conoce otra función que no sea la de dar abundancia y
bienestar. Cuando “copiamos” la forma de la fuente, nos convertimos en ella, y
somos bondad y abundancia para nuestras vidas. Pero solo a través del compartir
es posible descubrir ese potencial que yace en las profundidades del Ser
sublime.
¿Estás listo para que la Vida te conozca en
plenitud? Si así fuera, nunca dudes en compartir tu luz con los demás. Una vela
encendida es capaz de encender a miles de velas más. Una vela apagada no tiene
ese potencial.
¡Haz de tu capacidad ilimitada de compartir
una auténtica oportunidad para que la vida baile su danza en ti, y a través de
ti!
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