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domingo, 21 de abril de 2013

De visita en la Embajada Argentina en Buenos Aires… Wandergesellen“ (viajantes aprendices de oficios)...



Visitaron la Embajada los « Wandergesellen » Florian Piper y Arndt Eilrich y nos contaron sobre su viaje por Sudamérica. Antes de llegar a la Argentina, estuvieron en Brasil y en Uruguay. En el norte de Brasil encontraron trabajo en casa de un alemán que necesitaba ayuda para reparar su techo. Según esta tradición que se remonta a la Edad Media, los “Wandergesellen” no pueden utilizar dinero propio para su supervivencia, sino que tienen que financiar su viaje por medio de trabajos ocasionales y donaciones. Como contribución por su visita a la Embajada, ambos recibieron una pequeña donación. Y mucha suerte a los viajeros!

Historia de los Wandergessellen…
 Florian Piper y Arndt Eilrich con la Secretaria de la Embajada Alemana en Argentina

Una tarde, dos hombres jóvenes, vestidos de negro, subieron las gradas de la embajada alemana en Argentina; luego llamaron golpeando la mesa del hall de entradas con el puño de la mano; y, entonces, uno de ellos recitó un refrancito. Su alemán sonó a un lenguaje antiguo, al igual que su vestimenta, pasada de moda. Ese saludo amable de bienvenida incluye a la vez un pedido para un apoyo económico. En Alemania se puede ver de todo; y, con cierta frecuencia, encontramos estos jóvenes vestidos de negro con una vestimenta rara.

Ellos son los “Caminantes del Walz”.

“Estos son locos..., son de una secta religiosa… son vagabundos…” comenta la gente que los ve. Sin embargo, estos visitantes “raros” no son lo que aparentan ser, ni mucho menos lo que podemos suponer de ellos. Cada uno lleva consigo una tradición europea muy antigua con nobles principios surgidos en la edad media, hacia el siglo 12.


Aquí queremos presentar algo de su historia y tradición

Estos caminantes, llamados en alemán „Wandergesellen auf der Walz“, son técnicos profesionales que cumplen con un antiguo deber de perfeccionamiento.  En la edad media, un joven, luego de terminar con su formación como artesano en carpintería, cerrajería, panadería, albañilería o picapedrería, tenía la obligación de viajar fuera de su pueblo para seguir aprendiendo su oficio y acumular experiencias bajo la tutela de otros maestros.
Por entonces, se construían en las ciudades grandes edificios, sobre todo iglesias, donde se necesitaban muchos obreros especializados. Los caminantes-aprendices andaban de ciudad en ciudad. Al terminar una jornada de trabajo, tenían que irse a otro lugar a buscar un nuevo empleo, hasta convertirse en maestros.

Porque el titulo de “maestro” lo recibían sólo aquellos que habían cumplido con esta caminata en búsqueda del perfeccionamiento a lo largo de por lo menos tres años y un día. Además, durante este período, los artesanos peregrinos estaban prohibidos de acercarse a menos de 50 km de su lugar de origen.  Antes del peregrinaje debían haber aprobado el examen de mando medio, no debían tener más de 30 años de edad ní estar casados. Otra condición era que no debían ganar un sueldo; pues, en recompensa por su trabajo recibieron comida y alojamiento.


Aunque el objetivo principal es el perfeccionamiento del oficio, son las múltiples experiencias del viajero al conocer las costumbres y los hábitos de otros pueblos, las que enriquecen la formación personal y profesional de los futuros maestros.

En este sentido, el peregrinaje es la real escuela de la vida, donde los caminantes aprenden a confiar en sí mismos y a ser independientes para procurarse los medios de subsistencia.

EL Libro de Peregrinaje

Cada parada laboral o estación de viaje se registra detalladamente en el grueso “Libro de Peregrinaje” que los caminantes llevan consigo. En este libro, las empresas e instituciones culturales, municipalidades, embajadas y consulados, hospedajes, restaurantes y parroquias… en fin, todas las entidades que les ofrecen trabajo o alguna ayuda en el camino certifican con sello y rúbrica la visita de los peregrinos. Hoy en día, las mujeres aprendices también pueden ir de peregrinaje.


La Vestimenta

Muchas veces estos aprendices sorprenden con su vestimenta. Sus ropas consisten en un pantalón de corduroy y una chaqueta del mismo material o de terciopelo, zapatos o botas de cuero, una camisa blanca sin cuello, llamado en alemán “Staude”, y un sombrero de cilindro o de alas grandes. En su arete está grabado el escudo del oficio. Antes el arete era de oro, como una reserva, para pagar, si fuera necesario, hasta una modesta sepultura.

El aprendiz viaja solo con un pequeño equipaje.

Antiguamente, toda su pertenencia tenía que caber cómodamente en un bulto, tradicionalmente llamado “Charlottenburger”, que era un paño enrollado, como una salchicha, de unos 30 cm de diámetro por unos 70 cm de largo.



Poesía
Wer im Lenzen seiner Jahre,
will was lernen und erfahren,
der muß in die Fremde ziehn,
der muß Wein und Jungfraun fliehn,
sonsten wird er nimmermehr
mit sich bringen Kunst und Ehr.

Quien en los años de la adolescencia,
desea aprender y ganar experiencia,
tendrá que viajar buscando otro destino,
evitando a las vírgenes y al vino,
sino nunca más traerá consigo
Arte y Honor.

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