A pesar de su avejentado aspecto la mujer
de la fotografía tiene tan sólo 32 años. Se llamaba Florence y su mirada
perdida llena de cansancio, de tristeza, de desesperanza, se convirtió en la
imagen más representativa de la Depresión. Bueno,
exactamente la imagen de Florence junto a sus tres hijas…
La fotografía es conocida como Madre Emigrante y la historia que se esconde detrás de ella es tan vieja como el
mundo, por lo que es seguro que a muchos de ustedes les resultará
familiar, cercana.
El Gran Crack del 29 y la brutal crisis
posterior deja sin trabajo ni casa a los muchos emigrantes y a sus siete hijos
que, en 1930, se ven obligados a
montar en su viejo camión Hudson y tomar la carretera en busca de algún lugar
menos malo. El pobre camión llega hasta donde puede y en el mismo lugar donde
se quedan tirados, los emigrantes levantan un improvisado campamento.
Desde allí parten el marido y los hijos
mayores en busca de alguna forma de arreglar su camión y de, si fuera posible,
encontrar algún trabajo como recolectores. Por algo a estos trabajadores
itinerantes se les conocía con el nombre de: Cosechadores de California.
Fue en ese momento -cuando Florence estaba
con sus hijas esperando el regreso de los suyos- que aparece Dorothea Lange con su cámara de fotos
para sacar una instantánea que pasaría a la historia y que, sin ella saberlo,
seguiría igual de vigente más de 70 años después.
Ya me contarán ustedes qué diferencia
hay entre la foto de Florence y su familia y cualquiera de las que
podemos encontrar hoy en día en cualquier lugar del mundo.
Quizás, la única diferencia sea que ahora
podemos verlo a todo color pero en el fondo, la historia es siempre la
misma. Siempre la misma mirada, siempre la misma tristeza.
De todos modos, no nos pongamos demasiado
mustios todavía porque la historia de los aquellos inmigrantes acaba teniendo
un final feliz. Durante 40 años la identidad de la Madre Emigrante fue
totalmente desconocida, hasta que en 1979 un periodista decidió investigar
sobre el asunto.
Con lo que se encontró el susodicho
periodista fue con Florence con sus tres hijas 43 años después. Acabaría
falleciendo en 1983, con 80 años. Como se puede ver, los Howen pudieron
rehacer nuevamente su vida por lo que tal vez podríamos sacar una alentadora
moraleja de toda esta historia: Por muy
mal que te parezca que están las cosas, (siempre) algunas veces acaban mejorando.
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