El escritor.
Durante los años de su exilio, enseñó
matemática y física en una escuela primaria escribiendo prosa en secreto.
Consiguió salvar lo que había escrito y llevárselo consigo hacia otros destinos
en los que, de la misma forma, se dedicó oficialmente a enseñar y a escribir en
secreto. Transitó así, primero por el distrito de Vladimir – en dónde nació La
Granja de Matryona – y después en Ryazan.
Durante todos los años hasta 1961 no
sólo vivió convencido de que jamás vería sus obras impresas en vida sino que,
además, apenas si se atrevió a mostrar a sus más íntimos algunos fragmentos,
eternamente temiendo que alguien más se enterase de lo que estaba
haciendo.
Pero, a la larga, el anonimato
literario comenzó a desgastarlo. Lo que más le pesaba era que no podía recibir
la opinión de personas con algún conocimiento en literatura. Así, en 1961,
después del 22° Congreso del Partido Comunista de la URSS y después del
discurso de Tvardovsky ante el mismo, decidió salir del anonimato con Un Día en
la Vida de Iván Denisovich. La decisión era extremadamente peligrosa. No sólo
podía traer consigo otro arresto sino, además, la pérdida de todos sus
manuscritos.
Pero, en esa ocasión tuvo suerte, y
después de una serie de prolongados esfuerzos A.T. Tvardovsky consiguió
publicar esa novela un año más tarde en la prestigiosa revista Novy Mir (Nuevo
Mundo). Pero la impresión del libro fue detenida casi inmediatamente por las
autoridades las que, en 1964, prohibieron tanto sus obras de teatro como a su
novela El Primer Círculo la que fue secuestrada en 1965 conjuntamente con sus
papeles de los últimos años. Con todo, en 1963 había conseguido publicar Nunca
cometemos errores y, al año siguiente, Por el Bien de la Causa.
Premio Nobel y exilio.
A pesar de persecuciones, prohibiciones
y arrestos, sus obras consiguieron poco a poco trascender las férreamente
custodiadas fronteras de Rusia. En 1970 le fue otorgado el Premio Nobel que no
pudo ir a recibir personalmente por la presión de las autoridades de su propio
país.
Fue deportado a la entonces República
Popular Alemana (Alemania Oriental) y en 1974, un año después que se publicara
El Archipiélago Gulag, en Francia, los soviéticos le retiraron la ciudadanía. Emigró
a los Estados Unidos estableciéndose en Vermont. Los americanos lo recibieron
con los brazos abiertos, esperanzados de encontrar en él a un vitriólico
crítico del sistema comunista en medio de la batalla propagandística de la
Guerra Fría. Se equivocaron.
Si bien Solyenitzin nunca cesó de
mostrar las falencias y demostrar la inviabilidad del sistema comunista, su
posición fue la de un escritor moralmente íntegro. Mientras estuvo en su
propio país, criticó y expuso las barbaridades del sistema bajo el cual vivía.
Pero quienes esperaban que siguiese
criticando a su patria desde el extranjero se encontraron con la desagradable
sorpresa de hallarse frente a un hombre que ahora criticaba, y sin demasiados
miramientos precisamente, las falencias y los defectos del sistema capitalista.
Los americanos no sólo no consiguieron instrumentarlo para sus fines
propagandísticos sino que, encima, tuvieron que soportar la sinceridad de un
intelectual insobornable que jamás consintió en dejar de llamar las cosas por
su verdadero nombre, sin ocultamientos y sin hipocresías.
Esa actitud le granjeó una buena
cantidad de enemigos también en Occidente y explica buena parte de las críticas
de las que fue objeto, la mayoría de las veces de un modo extremadamente
desleal, muchas veces con burdas mentiras y casi siempre con argumentos por
demás objetables.
Regreso a Rusia.
Con la llegada de Gorbachov al poder a
mediados de la década de 1980 y la implementación de la glasnost, la censura
que pesaba sobre el trabajo literario de Solyenitzin fue eliminada y sus obras
se publicaron otra vez en Rusia. Recuperó su ciudadanía en 1990 y regresó a
Rusia en el verano de 1994, tras veinte años de exilio.
Llamado a proponer alternativas
al régimen soviético, rechazó el énfasis Occidental sobre la democracia y la
libertad individual, pugnando, en cambio, por la formación de un régimen justo,
pero con firme autoridad, que pusiese los tradicionales valores cristianos de
Rusia por encima del materialismo utilitarista de Occidente.
Falleció un Domingo 3 de Agosto de 2008.
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