Viene bien recordar
las palabras del escritor Coelho cuando advierte sobre la importancia de gestos
olvidados, fundamentados en la delicadeza y el afecto, muestras de cariño de y
hacía los demás y respeto por nuestra esencia
“Delicadeza y afecto”
Delicadeza y afecto:
estas palabras expresan un sentimiento cada vez más difícil de encontrar. Todos
nosotros pasamos muchos días, o semanas enteras, sin recibir ningún gesto de
cariño del prójimo. Son períodos difíciles, en los que el calor humano
desaparece y la vida se resume en un arduo esfuerzo de supervivencia.
En los momentos que el
fuego ajeno calienta nuestra alma, debemos examinar nuestro propio hogar.
Debemos colocar en él más leña e intentar iluminar la sala oscura en que se
transformó nuestra vida.
Si somos capaces de
amar, también seremos capaces de recibir amor; tan sólo es cuestión de tiempo.
Por eso ahora, más que nunca, hay que recordar las palabras olvidadas:
Delicadeza y afecto.
En relación al respeto para con los otros, Murria dice en
uno de sus versos: “El alma es invisible. Un ángel es invisible. El viento es
invisible. El pensamiento es invisible. Y así y todo, con delicadeza y afecto
se puede entrever el alma, se puede adivinar el ángel, se puede sentir el
viento, se puede cambiar el mundo con algunos pensamientos”.
Con respecto a la
delicadeza con uno mismo, Muir escribió en un texto adaptado de uno de sus
poemas: “Quiero dejar mi alma libre, para que pueda disfrutar de todos los
dones que poseen los espíritus. Cuando esto sea posible, no intentaré conocer
los cráteres de la luna, ni seguir los rayos de sol la fuente. No intentaré
entender la belleza, o la desolación artificial del ser humano. Cuando sepa
cómo liberar el cuerpo mi alma, seguiré a la aurora y volveré con ella a través
del tiempo. Cuando sepa liberar mi alma, me sumergiré en las corrientes que
desembocan en un océano donde se cruzan las aguas y forman así el Alma del
Mundo. Cuando sepa liberar mi alma, intentaré leer la espléndida página de la
Creación desde el principio”.
La gran alegría de un
ser humano es poder compartir, con delicadeza
y afecto, su felicidad con los demás”.
Y en lo que atañe al
afecto con la humanidad viene bien una leyenda budista: “Cuándo Buda murió y
llegó a las puertas del paraíso, lo estaban esperando ya una multitud. Abrieron
los portones y cantaron himnos en su loor, pero en lugar de entrar, Buda hizo
una señal de que quería volver a la Tierra. –Entra, estamos ansiosos por tu
presencia- dijo una de las almas iluminadas. -¿Cómo puedo entrar en un lugar
que tantos hombres todavía no han tenido el privilegio de conocer la esencia de
la vida?- peguntó Buda. –¿Cómo puedo entrar si el resto del mundo todavía no ha
entrado? Prefiero quedarme aquí, y esperar al resto de la humanidad”.
“Muchos pierden su
salud por ganar dinero, y luego pierden su dinero para recuperar la salud.
Viven como si nunca fuesen a morir, y mueren, como si nunca hubiesen vivido”
(Buda)
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