Luisa junto a su actual esposo Leo Maier y sus hijas: Irma Delia y Dolly------------------------------------------------
La encontramos sentada a la sombra, mirando pasar la vida. Nos recibe con amplía y hermosa sonrisa, invita a sentarnos a su lado, entras a un lugar donde el susurro acaricia el silencio. Corretea su alma por los caminos interiores de su vida, que, atesorada, exprime su energía. Empieza a recordar recuerdos, no exenta de alegría, descubriendo en la madurez paisajes que en su infancia ni soñaría. Y aunque el cuerpo amenace, herido por la edad y las sorpresas enlutadas (que nos embisten tras las esquinas), ríe el alma; ríe y vibra, deleitándose en su armónico deambular por los intrínsecos senderos de su vivida vida. Ahora en los círculos del presente, entre los invisibles llanos de la dicha, roto el afán, las cuentas, la prisa… la edad es un cumplido. Cumplida está y complacida
“Dios sabe lo que hace”
Hija de Pedro Mellinger y Catalina Graff, nació en Dufaur, donde tenían campo los abuelos Mellinger, pero como su madre quería volver a donde hizo su vida en la colonia tres. Así retornaron y los abuelos Graff les arrendaron una chacra en la zona de Dorbigny, donde mayoría de los hermanos de su madre tenían campo…
Fue al colegio un año y cuatro meses nomás pues su padre era muy celoso y como era la mayor tenía que ayudar en los quehaceres cotidianos de la casa y del campo. A los diez y ocho años no sabía ni una palabra de castellano, hablaba todo en alemán. De la infancia recuerda que estaba conforme con lo que le proporcionaban, la ropa que su mamá le daba y la comida no faltaba en la mesa. A veces las amigas tenían un vestido nuevo y yo no, pero no me importaba me conformaba con lo que me daban y tenia. No era ambiciosa…
Cuando tenía diez y ocho años día vino su prima Otilia Graff y la invitó a ayudarle a hacer la temporada en una estancia de Colina, y Otilia dijo que la acompañare que ella le iba enseñar algunas palabras básicas para desenvolverse, y como toda mujer alemana era muy ágil en mis trabajos, los patrones se encariñaron conmigo, aunque no hablaba el castellano. Hizo otra temporada en el establecimiento ‘la Curra’ de los Villar. Después siempre estuvo en su casa, haciendo de ama de casa. Pues mis padres no querían que trabajare afuera, pues me necesitaba en la casa ya que el trabajo era mucho y mi mamá con los nueve hermanos no podía llevar adelante sola y bueno yo le ayudaba en todo que era menester en el campo y ayudar a criar a mis hermanos…
Así pasaron 28 años, cuando me enamoré de Benedicto Maier y me casé con él. Mis padres resistieron a ese casamiento porque en aquella época todavía mandaban los padres y uno los obedecía. Pero yo insistía ante mamá, que al final me dieron el permiso. Estuve seis años casado cuando mi marido se enfermó y al tiempo falleció, quedando viuda con dos hijas chiquitas Delia y Irma, entonces vivía con mis suegros, con el pasar del tiempo, 10 años precisamente, de tanto vivir con ellos, nos enamoramos con mi cuñado Leo y nos casamos, tuvimos una hija Doris y con el cual vivimos juntos todavía con ochenta y siete años y yo con noventa y llevamos cincuenta años de casados…
Estuve casi veinte años en el campo, haciendo de todo lo que se hacía en aquel entonces en el campo, también llevaba los chicos al colegio de Dorbigny, todos los días de la semana hacía las casi tres leguas que estaba distante, al llegar tenía lleno el carrito, pues llevaba también los chicos de los vecinos…
Leo Maier, acota que ellos también eran arrendatarios, estaban dos o tres años en un campo virgen y después de haberlo arado y sembrado y vuelto a arar y sembrar lo tenían que cambiar por otro campo con vizcacheras y de vuelta a armar la casa de adobes y vuelta a poner en condiciones los potreros agrestes en potreros fértiles. Así era con la mayoría de los arrendatarios alemanes. Se mudaba de potrero en potrero con su casa de adobes y herramientas y sus animales a poner en condiciones óptimas, en total cuatrocientos cincuenta mil hectáreas según el historiador Alejandro Streitenberger…
Contó una cosa interesante, lo que habla de su buen corazón. Nuestro conocido Héctor Sauer, tenía un padrastro que era alcohólico, una noche se emborrachó y echó al pequeño Héctor a la calle con cuatro añitos, y como vivíamos cerca lo buscamos y le dimos albergue y se quedó hasta que se casó. Lo crié junto a mis hijos. Y lo quiero como hijo y él me trata como si fuera su madre. Sufrí mucho cuando pasó lo del buque Gral. Belgrano en la Guerra de las Malvinas. Lo largaron de la Base de Punta Alta sin un solo peso e hizo dedo de allá, en etapas. Hasta que en Pigué lo llevó Valerio Herr que lo trajo hasta las casa. Qué alegría era ese reencuentro. Pero Héctor no quería hablar ni una palabra sobre lo que le pasó ni sobre la guerra. Hasta hace unos años que se juntaron algunos de los veteranos de Malvinas y empezaron a contar su odisea. Vivió con ellos hasta que se casó. Eso habla a las claras de la persona de bien que es Luisa…
Estoy conforme con la vida. Era feliz, las familias con las que estuve, como mis padres, mis abuelos, tanto como mi primer marido Benedicto como Leo, mi actual esposo, mis padres, mis suegros, mis cuñados eran todos bondadosos. Todos mis hijos Delia, Irma y Doris como el hijo adoptivo Héctor salieron todos buenos y justos. Yo siempre digo “Dios sabe lo que hace”…
Y seguro Luisa que Dios sabe lo que hace, sabe que de esa mujer buena y maravillosa hizo una madre y una mujer excepcional , luchadora, que lleva su vida con orgullo, orgullosa de sus padres y abuelos, orgullosa de la familia Maier, orgullosa de sus hijos… orgullosa de su hijo adoptivo… cómo no va saber…
Siempre ha sido la misma persona, una persona sin maldad, sin dobleces, llena de ilusiones y anhelos, una persona bondadosa donde las haya y con un corazón que no le cabe en su pecho. Celebremos, Luisa cumplió los noventa años. Y estoy seguro que todos y cada uno de los que la conocen nos alegramos por este hermoso acontecimiento. Tengo claro que Luisa seguirá siendo como siempre ha sido, esa mujer maravillosa y bondadosa que es...
Hemos charlado con una Luisa, igual a todas pero hay un no sé que la hace diferente. Luisa, sigue estando junto a nosotros… rodeada del cariño de los suyos y el afecto de los demás, filtrando todo lo bello a través de sus ojos cristalinos y absolutamente hermosos.
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