Esperamos porque sabemos lo que puede llegar. A veces lo intuimos. Otras lo soñamos. En ocasiones sencillamente queremos que las cosas sean diferentes. Imaginamos futuros mejores, para nosotros, pero sobre todo para aquellos cuyos presentes son sombríos; hasta ahí, nada distinto de los “buenos deseos” con los que se reciben estas fechas en las teles y los mercados, en las promociones navideñas y las declaraciones institucionales de toda característica. Pero entonces se enciende una luz en nuestra entraña, se escucha una voz que, muy hondo, muy dentro, muy suave, susurra: “¿Por qué no? Y el deseo se convierte en urgencia, en anhelo, y quema y aquieta a un tiempo. El deseo es también llamada, y algo me dice: “lucha por lo que deseas”, y eso es adviento…
El rito de la Corona de Adviento se ha ido introduciendo
acertadamente en los distintos ámbitos de la vida cristiana, contribuyendo a
resaltar la peculiaridad de este tiempo. Adviento, del latín adventus, significa
venida, que en griego se traduce
como parusía. Así, por una parte, se recuerda la venida del
Señor Jesús y, por otra, se prepara la evocación de la primera en la Navidad de
Belén…
En muchas casas vemos
cómo, un mes antes de Navidad, ponen como centro de mesa una corona con velas. Se trata, como
se sabe, de una corona de ramas verdes, en la que se fijan cuatro velas
vistosas. La corona circular nos hace presente la figura perfecta que no tiene
principio ni fin, evocando la unidad y eternidad de Señor Jesucristo que es el
mismo ayer, hoy y siempre. El follaje verde perenne, con ramas de pino, abeto,
hiedra..., representa a Cristo eternamente vivo y presente entre nosotros. Las
cuatro velas representan los cuatros domingos que jalonan este tiempo de espera…
Como expresión de alegre
expectación, cada semana, se realiza el
rito de encender las velas correspondientes: el primer domingo de
Adviento una, el segundo dos, el tercero tres, el cuarto y
último las cuatro. El progresivo encendido de estos cirios nos hace tomar
conciencia del paso del tiempo en el que esperamos la venida del Señor. Este
itinerario, acompañado de alguna oración o canto, nos marcará los pasos que nos
acercan hasta la fiesta de la Navidad, y nos ayudará a tener más presente el
tiempo en que nos encontramos…
Esta costumbre, originaria de los países
germánicos, se ha convertido en un símbolo del Adviento en los hogares
cristianos. Este sencillo lucernario es, a la vez, memoria y esperanza. Memoria de las diversas etapas de la historia de la salvación antes de Cristo y
símbolo de la luz profética que iba iluminando la noche de la espera, hasta el
amanecer del Sol de justicia. El Adviento nos trae la Esperanza. Esta
palabra “Esperanza” nos produce la satisfacción de ver nuestros sueños puestos
en Cristo Jesús...
Con la corona con la que inauguramos el tiempo de Adviento. Sus luces nos
recuerdan que Jesucristo es la luz del mundo. Significa la vida y la esperanza.
El encender, semana tras semana, los cuatro cirios de la corona debe significar
nuestra gradual preparación para recibir la luz de la Navidad. “¡Levántate, brilla, que llega tu luz; la
gloria del Señor amanece sobre ti!”…
Ahora, pues, que vamos a
empezar el tiempo de preparación para la venida de tu Hijo, te pedimos, Señor,
que, mientras se acrecienta cada día el esplendor de esta corona, con nuevas
luces, a nosotros nos ilumines con el esplendor de Aquel que, por ser la Luz
del mundo, iluminará todas las oscuridades….
Los cristianos supieron apreciar la
enseñanza de Jesús: “Yo soy la luz del mundo, el que me siga no caminará en la
oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida” (Biblia). En el siglo VXI
católicos y protestantes utilizaban
este símbolo para celebrar el Adviento: Aquellas costumbres primitivas
contenían una semilla de verdad: Jesús es la luz que ha venido, que está con
nosotros y que vendrá con gloria. Las velas anticipan la venida de la luz en la
Navidad: Jesucristo. Las ramas de los árboles que no pierden sus hojas en el
invierno, para simbolizar que Dios no cambia. El círculo nos recuerda que Dios
no tiene principio ni fin, es eterno.
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