El fracaso en el intento de lograr algo es
mejor –a pesar de sus posibles trágicas y dolorosas consecuencias-, que pasar
la vida durmiendo, al mejor estilo del pequeño burgués, considerando que todo
lo excelso, grande, noble y hermoso, veraz y peligroso, es absurdo y exagerado.
(Peter
Van der Meer)
Hay personas que jamás pierden un combate...
¡porque jamás luchan! Y no hay peor derrota que ésa. Es preferible caer,
peleando, que pasar la vida algodonado entre tibias seguridades que,
aparentemente, traen paz a nuestros días, pero que, en rigor de verdad, nos
llevan al pozo más hondo.
Si –como dice la Escritura- el justo cae siete
veces por día, queriendo mostrarnos con esta imagen, que nadie, ni aun el
mejor, es infalible, ¡qué será de los que no somos tan justos o buenos! Es
verdad que hay que intentar no caer; es verdad que tenemos que ser prudentes y
precavidos, no jugar con fuego, no ser temerarios ni poner a prueba nuestras
fuerzas... ¡o nuestra debilidades! Pero no podemos vivir con un chaleco de
fuerza ni con andadores. Hay que jugar el partido de la vida. Tenemos que
aprender a ser libres, en la aventura y el riesgo de la inseguridad que nos
rodea.
El problema no es caer, sino no querer
levantarnos. Creer que no podremos. Pensar que es imposible, cuando en
realidad, no quiero o no he puesto en juego todos los resorte para salir del
paso... y del pozo.
Como dice Van der Meer, es penoso fracasar y
padecer sus dolorosas consecuencias. Pero... “pasar la vida durmiendo” es lejos
más terrible y sus consecuencias son lejos más nefastas. Es pasar la vida
“muriendo” y, si un poco de reposo es saludable y reparador, el sentido que
aquí damos a “dormir”, no es precisamente el de un reparador descanso nocturno,
sin el de vivir aletargado, inmerso en la falsa seguridad que me da el no
pensar, el no moverme, el no jugarme por nada ni por nadie..., “al menor estilo
burgués”, conformista, sin iniciativas, achatado y sin vuelos altos, con miedo
a todo, sin verdaderos sueños, sin grandeza, incapaces de comprender la
grandeza de otros.
Para este gremio, “todo lo excelso, grande,
noble y hermoso, veraz y peligroso, es absurdo y exagerado”. Jamás entenderán a
un santo, un héroe, un profeta o un poeta. Apostarán a lo que se hizo siempre,
a lo establecido, a lo fácil, a lo que está al alcance de la mano, sin tender
brazos largos hacia lo alto, en un intento de quedarse con el cielo.
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