La canción de cuna "Tross, tross, trillie
Una madre cargaba a su nuevo bebe y muy despacio lo
arrullaba aquí para allá y de allá para
acá. Y mientras los arrullaba le cantaba: una antigua canción de cuna alemana
“Tross, tross trillie… Tross-tross-trillie.
Tross-tross-trillie, der Bauer hot ein fihllien, des fihllien kan net lofen, pum-pum fallen ind groben.
El bebe crecía, crecía… crecía y
crecía, a los dos años, el corría por toda la casa. apartaba los libros de los
estantes, sacaba toda la comida del refrigerador, y hurtaba el reloj de su mama
y lo tiraba en el inodoro; algunas veces su mama decía: “Este niño me está
enloqueciendo!”. Pero cuando llegaba la
noche y aquel niño de dos años finalmente estaba tranquilo, ella abría la
puerta de su cuarto, se acercaba sigilosamente hasta su cama y miraba a su hijo
desde allí; y si realmente estaba dormido, ella lo levantaba y lo arrullaba de
aquí para allá de allá para a acá y mientras lo arrullaba le cantaba; Tross,
tross, trillie...
El niño crecía… crecía y crecía, a
los nueve años no llegaba a cenar, o no se quería bañar y cuando llegaba la
abuela de visita, siempre se portaba mal. Pero cuando llegaba la noche, y el
muchacho estaba dormido, la madre silenciosamente abría la puerta de su cuarto,
gateaba hasta su cama y miraba a su hijo desde ahí abajo; y si estaba realmente
el estaba dormido, ella levantaba a aquel
muchacho de nueve años y lo arrullaba de aquí para allá de allá para acá; y
mientras lo arrullaba, le cantaba: Tross, tross, trillie...
EL niño crecía, crecía… crecía y
crecía, hasta que llego a ser un joven. Tenía amigos raros, se vestía con ropa
rora, y escuchaba música rara. Algunas veces la madre sentía estar en un
zoológico. Pero cuando llegaba la noche, y el joven estaba dormido, la madre
silenciosamente abría la puerta de su cuarto, gateaba hasta su cama y miraba a
su hijo desde allí abajo, y si realmente estaba dormido, ella levantaba aquel
muchachote y lo arrullaba de aquí para allá, de allá para acá, y mientras lo
arrullaba le cantaba: Tross, tross, trillie…
Aquel joven crecía, crecía y crecía,
hasta que llego a ser hombre, entonces se fue de la casa y se cambio para una
casa propia al otro lado del pueblo.
Pero en algunas veces cuando las noches estaba muy oscuras, la madre sacaba su
automóvil y se dirigía especialmente a la casa de su hijo. Y si estaban
apagadas las luces en la casa de su hijo, ella abría la ventana de su cuarto
entraba gateando por el piso y miraba a su hijo desde ahí abajo y si realmente
ese hombre bien grande estaba dormido, ella lo levantaba y lo arrullaba de aquí
para allá de allá para acá, y mientras lo arrullaba le cantaba: Tross, tross,
trillie…
Bueno a través del tiempo, aquella
madre envejecía, envejecía… envejecía y envejecía, un día llamó a su hijo y le
dijo: “sería mejor que vinieras a verme porque ya estoy muy vieja y enferma”.
Entonces el hijo fue a verla, cuando el entró en su cuarto ella trato de
cantarle la canción. Toss, tross, trillie…, Pero ella no pudo terminar la
canción porque ya era demasiado vieja y estaba muy enferma, El hijo se acerco a
su madre , la levantó y la arrulló de aquí para allá y de allá para acá y
mientras la arrullaba le cantó: Tross, tross, trillie…
Cuando el hijo regreso a su casa esa
misma noche, se quedo pensativo por largo tiempo, a lo alto de la madrugada.
Después se fue al cuarto de su hijita recién nacida que estaba durmiendo. La
levanto en brazos y la arrulló de aquí para allá de allá para acá, y mientras le arrullaba , le cantaba: Tross, tross,
trillie…
(Robert Munsch y Héctor Maier
Schwerdt)
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