En estas semanas vi revolotear “algo” sobre la enredadera. El sol hacía vibrar su cuerpecito matizado. En los primeros momentos pensamos que en la verde floresta había aterrizado unos hadas... las ilusiones se desvanecieron enseguida para dar paso a la realidad:
¡Era un “Shluppirie” que se había atrevido a hacer un nido en un pequeño agujero de nuestro “bunker”. Y allí puso sus huevos y tuvo su cría que se los oye piar, pidiendo la presencia de sus padres.
¡Una pareja de “Schlupperie” en el jardín!... ¿Y si fuera un pequeño mensajero de buenas noticias? La fantasía dio rienda suelta a la imaginación. ¿Sabría acaso, que hace tiempo que los argentinos estamos tristes de ver tanta gente desesperanzada?
¿Tal vez vino a consolarnos, para demostrarnos que, por más insignificante que uno sea y las alas parezcan demasiado pequeñitas y frágiles, si el aleteo es constante, siempre podremos tener fuerza para levantar vuelo y llegar hasta donde uno lo ha soñado?
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