Hay cuentos que le
ponen a uno la piel de gallina, que te estremecen el alma porque te enfrentan a
verdades como puños… El de hoy es un cuento muy necesario, un clásico que
la mayoría hemos escuchado pero que muchos han olvidado… Para su
desgracia y la de los suyos.
El mito-cuento de la
media manta
“Un
padre cuando se casó su hijo, le donó toda su fortuna. Quedose a vivir
el padre con los recién casados, y así pasaron dos años, al cabo de los cuales
nació un hijo al matrimonio. Fueron luego sucediéndole los años, uno tras otro,
hasta catorce. El abuelo, achacoso ya, no podía andar sino apoyado en su
bastón, y sentíase sucumbir bajo la aversión de su nuera, la cual era orgullosa
y vana, y decía continuamente a su marido:
-
Yo me voy a morir pronto si tu padre continúa viviendo con nosotros. Me
es imposible sufrir ya por más tiempo.
El
marido se fue a encontrar a su padre y le habló de esta manera:
-
Padre, salid de mi casa. Ya os he mantenido por espacio de doce años o
más. Idos a donde queráis.
-
Hijo, no me eches de tu casa. Soy viejo, estoy enfermo y nadie me
querrá. Por el tiempo que me queda de vida no me hagas esta
afrenta. Me contento con un poco de paja y un rincón en el establo.
-
No es posible, idos. Mi mujer lo quiere.
-
¡Qué Dios te bendiga, hijo mío! Me voy, ya que así lo deseas; pero al
menos dame una manta para abrigarme, pues estoy muerto de frío.
El
marido llamó a su hijo, que era todavía un niño.
-
Baja al establo –le dijo- y dale al abuelo una manta de los caballos para que
tenga con qué abrigarse.
El
niño bajó al establo con su abuelo; escogió la mejor manta de los caballos, la
más holgada y menos vieja, la dobló por la mitad, y, haciendo que su abuelo
sostuviera uno de los extremos, comenzó a cortarla sin hacer caso a lo que el
anciano, tristemente, le decía:
-
¿Qué has hecho, niño? –exclamó el abuelo-. Tu padre te ha mandado que me
la dieses entera. Voy a quejarme a él.
-
Obrad como gustéis- contestó el muchacho.
El
viejo salió del establo y, buscando a su hijo, le dijo:
-
Mi nieto no ha cumplido tu orden: no me ha dado más que la mitad de una manta.
- Dásela
por entero- le dijo el padre al muchacho.
-
No, por cierto –contestó el niño- La otra mitad la guardo para dárosla a
vos cuando sea mayor y os arroje de mi casa.
El
padre, al oír esto, llamó al abuelo, que ya se marchaba.
-
¡Volved, volved, padre mío! –le dijo-. Os hago dueño y señor de mi casa,
lo prometo por San Pedro. No comeré un pedazo de carne sin que vos hayáis
comido otro. Tendréis un buen aposento, un buen fuego, vestidos como los
que yo llevo…
Y
el buen anciano lloró sobre la cabeza del hijo arrepentido.
(Carolina Toval, “Los mejores cuentos
juveniles de la Literatura Universal”)
Impresionante, ¿no? El hijo se
arrepiente al verse enfrentado a la enseñanza que está dando a su propio hijo,
al mal ejemplo que le está ofreciendo. Es un principio. Pero ojalá el
respeto, amor y cariño por nuestros mayores se funden en el agradecimiento por
todo lo que nos han dado y no en el miedo a que, en un futuro, seamos nosotros
los abandonados.
“De bien nacido es
ser agradecido”, dice el refranero. Así que si no eres agradecido… ¿Qué
eres? Pues eso, un mal nacido… En tus manos está lo que quieres
ser. Tienes un fin de semana para planteártelo… Tal vez sea un buen
momento para dedicar un tiempo a tus padres, para demostrarles con actos lo
mucho que les quieres y debes.
Que pases un Feliz Día del Padre, en compañía de los
seres que te quieren
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