Mi padre nació en Entre Ríos hace más de sesenta años. Es el menor de 14 hermanos, la mayoría de los cuales ya no están en este mundo. Mi papá es hijo de Alemanes pero su agitada infancia hizo que de alguna forma, revolver su pasado sea, cual daga, lastimoso y carente de sentido para él…
Huérfano a los dos años de padre y madre, fue criado por sus hermanos en los hermosos campos de Concepción del Uruguay. Debía recorrer más de 10 kilómetros diarios para ir a la escuela, a veces a caballo, a veces a pie. Vagos recuerdos le hacen suponer que durante algún tiempo habló alemán en su casa. Cuando escucha el idioma casi por instinto lo entiende y puede hablarlo, milagro que acaba a los pocos segundos cuando decide enterrar los difusos recuerdos y callar…
Asistió al colegio hasta cuarto grado, edad en la que tuvo que cambiar sus libros por herramientas de trabajo. Le decían “el negro” por entre sus hermanos colorados de ojos verdes, él era el más oscuro de piel, aunque aun así rubio ceniza con ojos de mar…
La situación económica de la familia no era (y jamás fue) la mejor. Lo que se producía en el campo escasamente cubría lo necesario para vivir. Mi padre cual hombre maduro, decidió con tan solo 14 años, viajar a buscar su propia vida en Córdoba junto a mejor amigo. El resto de sus hermanos también se dividió. Algunos marcharon hacia Buenos Aires, otros para el sur de Brasil, Misiones o Paraná…
Quién sabe la magnitud del impulso de mi padre para emprender un nuevo camino a los 14. Comprendo perfectamente cuando se queja de “la juventud de ahora” que a esa edad parece solo pensar en banalidades de la estética, la televisión, internet, si ser flogger o emmo. No soy de las que creen que la juventud está perdida en lo absoluto… sólo digo que entiendo a mi padre y tomo sus quejas...
Él es de los que piensan que en la vida, uno es dueño y señor… y que salir de la pobreza es una cuestión de actitud (un tema demasiado amplio que nos ha hecho discutir a gritos más de una vez)…
Volviendo a la historia, la perlita: viajaron en moto hasta la capital de La Docta, Roberto y Gustavo, dos aventureros con mucho por vivir y contar. Cuando llegaron consiguieron trabajo en una gomería y vivían en una pensión en Barrio Talleres, nombre también del equipo de fútbol que adoptaría como propio...
Él trabajaba doce horas por día para poder pagar su humilde habitación y aun así, solo le alcanzaba para comer una vez al día. Como no admirarlo. Por cierto, en mi casa la comida jamás se tira: “Eso es desconocer el hambre”. Por aquellos tiempos mi padre era flaco, alto y por demás guapo. Tengo en la cabeza una foto suya al lado de su moto, con una campera de cuero negra y un cielo limpio y estremecedor de fondo...
A la vuelta de aquella pensión vivía una muchacha de pelo negro, delgada, con ojos color chocolate y piel de caramelo. Su padre trabajaba en el ferrocarril y su madre era ama de casa, lo que significó un problema importante a la hora de poder visitar a la joven. Él tenía 23 años y ella solo 14. El tiempo haría lo suyo. Mis padres tienen aun mucho que contarme y espero algún día dejen su pudor de lado para deleitar mis oídos y mi corazón…
Gustavo y Roberto recorrieron en país entero con su moto. Iban hasta Brasil a comprar electrodomésticos baratos en la doble frontera o bajaban hasta el sur a visitar la gran pasión del negro: los glaciares. En uno de esos viajes, se dieron cuenta de que la vida en el sur era mejor que en el centro del país: les hacía falta mano de obra para trabajos de oficio y la paga era considerablemente mayor...
Los dos viajeros se despidieron de sus novias y entre llantos viajaron rumbo a Rio Negro. Mi papá siempre se ríe cuando lo comenta: “Llegamos y nos dimos cuenta que ganábamos más pero alquilar una pensión nos salía tres veces más de lo que cobrábamos así que trabajamos con mucho frio por la ciudad y volvimos. Si vieras la cara de tu madre cuando me vio venir por la calle al mes de haberme ido!”…
Los hermanos de mi padre fueron muriendo de a poco. Las fotos de mis abuelos se perdieron quién sabe por dónde, tan sólo nadie las tiene. Los rumores dicen que mis abuelos escaparon a comienzos de la Primera Guerra Mundial de Rusia, donde habían emigrado y haber vivido por más de cien años, decidieron ir a las tierras latinoamericanas que prometían sueños y trabajo...
A mí me encanta imaginarme esa historia. Armo y desarmo el guion de mis abuelos, cómo viajaron, cómo vivieron, cómo llegaron a sentirse en tierras en su periplo, tan lejano a su Alemania natal. Sólo conozco de ellos su valentía, su honra y sus ganas de luchar vida. Sus caras son mi gran intriga…
Es por eso que siento a éste, el partido de mis raíces. Argentina versus Alemania es el crudo enfrentamiento de quien soy contra la parte de mi que aun desconozco. Es la pelea del castellano educado de mi padre contra su más profundo dialecto perdido. La pasión de mi vida contra la frialdad de los recuerdos...
Mezcla de alemanes, gauchos y el crisol de razas, Argentina al fin. Y que gane el cielo con el sol asomando a la historia que hoy deslumbro entre mis dedos.
Pamela Rudy
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