28 de agosto de 1941 –
2013
72 años del destierro
a Siberia de los alemanes de Rusia
La
cosecha se vino encima y había que levantarla a toda prisa. En eso explotó la
“bomba” en medio del trabajo y trajín y a plena luz del día: El lanzamiento del “ukase”
deportando a todos los alemanes del Volga. Cómo cadáveres vivientes o
sonámbulos andábamos caminando como embriagados de un lado a otro. Se nos
aseguró -para calmarnos- que allá donde íbamos, nos dejaban juntarnos de
acuerdo como vivíamos en éstas aldeas. En eso se nos recomendó muy
encarecidamente hacer caso de las disposiciones dictados por los militares para
el traslado.
El
mismo día se ocuparon todas las aldeas y colonias alemanas del Volga, bajo el
mando de un oficial. Los alemanes tenían que quedarse en sus casas. Los rusos
volguenses cuchicheaban entre ellos y preguntaban: “¿Qué es lo han hecho los
alemanes? Si se entendían y andaban bien entre ellos y los alemanes”
Conversaciones agitadas entre soldados y rusos nativos y siempre una y otra vez
las mismas preguntas: “¿Qué habrán hecho? ¿Qué mal hicieron ellos? “Si nosotros
hemos vivido en paz y nos entendíamos bien entre nosotros durante décadas y
décadas”.
Mientras
tanto llegaban dos soldados con un oficial y registraban todas las casas y
entre los alemanes la tensión subía de día en día hasta límites insospechados.
El Gobierno Alemán de las colonias o aldeas fue destituido t reemplazado por
otro gobierno de la NKWD ruso. El 13 de septiembre de 1941 empezó el transporte
de los colonos hacía la estación de trenes. En la partida se encontraron muchos
rusos y kirguisios amigos para el adiós. Hubo escenas muy sentidas, con muchas
lágrimas y agitación de pañuelos. Sobre los carros un colono con un acordeón
desgranaba canciones llenas de melancolía.
Contratapa del libro "Deportación a Siberia"
Nos
dieron la directiva que nos preparásemos con comida y ropa para un mes y medio.
Las gentes se armaron de harina, pan tostado, chorizos, carne salada, gallinas,
grasa de cerdo, etc. El 14 de septiembre a la noche llegó el transporte de
Katharinentadt a Engels, donde a la mayoría les fue quitada la poca comida que
podían juntar. Aquí se juntó a los exiliados de a 40 a 60 individuos en vagones
de hacienda.
En
cada tren tenían dos vagones especiales para el personal que acompañaba al
contingente. Los rusos que estaban casados con mujeres alemanas podían
quedarse, pero los alemanes que estaban casados con mujeres rusas tenían que
irse con sus maridos al exilio. También los funcionarios alemanes comunistas,
incluidos los de la administración del gobierno ruso tuvieron que irse a
Siberia al exilio.
Se
prosiguió con el penoso camino a Kulunda haciendo un gran rodeo, porque la
línea férrea que va a Nowosibirsk era únicamente para uso de los trenes
militares. El viaje era sumamente dificultoso, hasta Bisk se tardó 12 días y de
ahí a Kulunda otros 14 días.
En
los vagones sobrecargados prácticamente no había posibilidad de dormir por el
hacinamiento. Había una falta total de agua, encima de todo esto en Asia
Central el calor era muy agudo, agregado a eso había poca ventilación con tanta
gente amontonada, a igual que la falta de baños, hacían muy penoso el viaje.
Ante todo y sobre todo eran los ancianos y los bebés que sufrían más las
consecuencias y morían en cantidades pavorosas. Los muertos apenas si los
podían sepultar en los pocos ratos que paraban los convoyes. Muy raras veces se
les proporcionaba sopa caliente a los exiliados.
Llegados
a destino, los desterrados tenían que pasar las noches al aire libre y a cielo
abierto. Solamente los enfermos y los niños muy pequeños fueron admitidos en
refugios. A la mañana siguiente, venían carruajes o tractores con carros y se
llevaban de a 15 familias al lugar que le fuere asignado.
El
albergue de los desterrados era muy precario y enmarañado; en un recinto
pequeño se amontonaban de seis a ocho personas, lugar que apenas podría
albergar a tres. No hubo pausa para el descanso, después del fatigoso viaje de
5.000 Km.
Al
día siguiente se convocó a todos los hombres entre 18 y 65 años para
reclutarlos en la “Trudarmee” (Servicio obligatorio de trabajos forzados), para
destinarlos a zonas muy amplias y lejanas, para ocuparse en la construcción de
vías férreas y caminos, además en las minas de carbón; en zonas asiáticas
dilatadas y remotas.
Mayormente
esta gente fue apilada en grandes barracas, donde mucha de esta gente se murió
de hambre por la escasa comida que se les daba. A las mañanas nos daban 300
gramos de pan y una infusión, al mediodía otra vez 300 gramos de pan y un tazón
de sopa con un poco de sémola; y a la noche nos alcanzaban otro plato de sopa.
Y de ese modo teníamos que trabajar desde las 6,30 hs de la mañana hasta las 24
hs de la noche. A pesar de la escasez, esa sopa nos parecía un manjar. Era la
sopa de la historia.
En
el galpón todo destartalado que llamaban comedor nos aleccionaban con los
cartelones: “Por la Patria”. “Por Stalin”. “Por el triunfo”.
Así
había un campamento en Swerdlowsk con 100.000 exiliados. Otro en Nowosibirsk
con 15.000 alemanes que tenían que levantar una fábrica.
La
mayoría de las familias fueron separadas, y casi siempre nunca más se llegaron
a ver, porque morían famélicos, lejos de su familia y parientes.
En
el año 1942 se empezó a acuartelar también a las mujeres, sólo las mujeres con
chicos menores de dos años se salvaron de ser convocados a la “Trudarmee”.
Todas las demás fueron acuarteladas y los chicos puestos en “refugios” para
niños. Demás está decir, cuantas veces pasó que una madre nunca más llegó a ver
a su o sus hijos ni encontrarlos.
Los
rusos nativos eran bastante amigables con nosotros; no así los “Kasachen”
porque nos veían como invasores en sus dominios.
Mientras
allá lejos, en las aldeas del Volga, abandonadas a la fuerza por el exilio y
por circunstancias apuntadas, las casas vacías prontamente fueron ocupadas por
fugitivos del este ruso, así como otros rusos y judíos. Algunas veces nuestros
paisanos en Siberia estaban en comunicación por correspondencia con sus
antiguos vecinos del Volga de nacionalidad rusa, con los cuales vivían
armoniosamente allá en sus aldeas. Estaban informados vagamente de lo que
acontecía allí.
Y
mientras tanto nosotros penosamente buscábamos labrarnos una nueva vida decente
en aquellos lugares en las infinitas estepas de Siberia, y en nuestras aldeas,
nuestras casas y nuestros campos, una turba de gente nueva se posesionaron de
nuestros bienes.
Y
con esos hechos, pronto se extinguía la historia de los alemanes en el Volga y
de ese modo se perdía esa tierra para siempre.
(Traducción:
Vicente Schwab)
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