Cada gota de lluvia es
absorbida completamente en el preciso instante en el que besa los desesperados
labios agrietados del desierto. Cada nota que sale de la partitura de tu
corazón es estampada en tu rostro con una bella y pura sonrisa.
(Alejandro D. Gatti)…
Cada soplo de viento es
el vehículo que levanta en vuelo danzante las quejosas hojas que el otoño dejó
caer sobre el suelo que, desprovisto de su verde ropaje, las recibiera algún
día. Cada río que ha nacido de una insignificante gota anhela fundirse al océano
y convertirse en uno con él. Cada flor que ha cerrado sus capullos ante el
crepúsculo del atardecer y ha inclinado sus tallos en agradecimiento al
poniente sol por haber acariciado su rostro ante el primer atisbo de luz que
despierte a la mañana del letargo de ensueño en el que la noche la ha envuelto
recordará alzar nuevamente su rostro para ser besada otra vez por el sol.
Cada orilla que es
regada por el caudal del fresco y cristalino arroyuelo que desciende presuroso
de la montaña, se nutre de él para ofrecer su seno a los juncos y verdes
pastizales que emergen desde sus húmedas cunas de vida. Cada respiración que entra
y sale en ti te inunda de vida, una y otra vez, impregnando con la delicada
fragancia de la presencia tu paso por ésta existencia, mientras la sutileza de
su vaivén te ofrece una nueva oportunidad de ser. Cada montaña es un valle
intrépido y arriesgado que se ha hincado con la intención de besar el cielo y
con el anhelo de propiciarle una caricia al sol con sus agudos picos.
Cada gota de Océano
espera ser vestida de plata y dibujar la silueta del camino que se tiende hacia
el infinito horizonte cuando la luna tiende sus mantos en la noche despejada. Cada brizna de hierba revive y aviva su verdor
cuando las gotas del rocío de la mañana las visitan y le quitan el polvo del
camino que el viento ha depositado sobre ellas. Cada pedazo de firmamento que
es cuna de infinitas estrellas, que es el desfiladero del sol y la pasarela de
la luna, es menos que un punto comparado con el infinito, aunque cada punto del
infinito puede verse reflejado en él. Cada ser humano es menos que un grano de
arena comparado con la inmensidad del desierto aunque si cada grano no fuera si
mismo no existiría desierto…
Cada soplo de viento es
el vehículo que levanta en vuelo danzante las quejosas hojas que el otoño dejó
caer sobre el suelo que, desprovisto de su verde ropaje, las recibiera algún
día. Cada río que ha nacido de una insignificante gota anhela fundirse al océano
y convertirse en uno con él. Cada flor que ha cerrado sus capullos ante el
crepúsculo del atardecer y ha inclinado sus tallos en agradecimiento al
poniente sol por haber acariciado su rostro ante el primer atisbo de luz que
despierte a la mañana del letargo de ensueño en el que la noche la ha envuelto
recordará alzar nuevamente su rostro para ser besada otra vez por el sol.
Cada orilla que es
regada por el caudal del fresco y cristalino arroyuelo que desciende presuroso
de la montaña, se nutre de él para ofrecer su seno a los juncos y verdes
pastizales que emergen desde sus húmedas cunas de vida. Cada respiración que entra
y sale en ti te inunda de vida, una y otra vez, impregnando con la delicada
fragancia de la presencia tu paso por ésta existencia, mientras la sutileza de
su vaivén te ofrece una nueva oportunidad de ser. Cada montaña es un valle
intrépido y arriesgado que se ha hincado con la intención de besar el cielo y
con el anhelo de propiciarle una caricia al sol con sus agudos picos.
Cada gota de Océano
espera ser vestida de plata y dibujar la silueta del camino que se tiende hacia
el infinito horizonte cuando la luna tiende sus mantos en la noche despejada. Cada brizna de hierba revive y aviva su verdor
cuando las gotas del rocío de la mañana las visitan y le quitan el polvo del
camino que el viento ha depositado sobre ellas. Cada pedazo de firmamento que
es cuna de infinitas estrellas, que es el desfiladero del sol y la pasarela de
la luna, es menos que un punto comparado con el infinito, aunque cada punto del
infinito puede verse reflejado en él. Cada ser humano es menos que un grano de
arena comparado con la inmensidad del desierto aunque si cada grano no fuera si
mismo no existiría desierto…
Cada espacio de vació
que colma tu Ser se vuelve una totalidad en si mismo cuando la herrumbre que
empaña el espejo de tu Alma es quitado por el paño de la Verdad… Cada átomo de
tu Ser va en busca de la anhelada paz que sucede cuando el trote de tu corazón
se convierte en fuerte galope ante la llega del Amor; ante el despertar de la
vida al que la Verdad te somete cuando la claridad desvanece la duda, cuando la
comprensión te devuelve a ti mismo… Cada aliento que toca tu Alma es el
recordatorio más sutil de la presencia divina en tu interior... Cada Ser humano
que recuerde su anhelo de paz en el corazón volverá a sentir la plenitud que en
su interior habita y que espera a saciar su sed de Amor completamente... Cada
ángel que custodia al omnipresente y que toca las trompetas del triunfo que
anuncian la Verdad es un simple hombre que se ha animado a descubrir la belleza
que ofrece se paisaje interior y ha descendido a las profundidades de su Ser
atendiendo al insistente llamado de su corazón…
Cada día que se sucede
uno tras otro, entre los besos y abrazos que amaneceres y atardeceres se
propician con las mañanas y con las noches, no es más que la suma de unas
cuantas horas, las que a su vez son un montón de minutos juntos, los que son
hijos de la conjunción de segundos que han decidido crearlos. Cada hombre que
emerge del seno del vacío para manifestarse en ésta existencia y acariciar la
vida con su delicada presencia no es más que un sinnúmero de latidos que su
corazón decide regalarle; no es más que un vaivén ininterrumpido de suspiros
que el aliento ha traído para bendecirlo a cada instante…
Cada día que se sucede
uno tras otro, entre los besos y abrazos que amaneceres y atardeceres se
propician con las mañanas y con las noches, no es más que la suma de unas
cuantas horas, las que a su vez son un montón de minutos juntos, los que son
hijos de la conjunción de segundos que han decidido crearlos. Cada hombre que
emerge del seno del vacío para manifestarse en ésta existencia y acariciar la
vida con su delicada presencia no es más que un sinnúmero de latidos que su
corazón decide regalarle; no es más que un vaivén ininterrumpido de suspiros
que el aliento ha traído para bendecirlo a cada instante…
Que cada aliento cuente,
que cada día sea aquel que has estado esperando pues ha llegado a ti y es tu
único e irrepetible momento para decidir tomar la vida sin desperdiciar ni un
solo segundo más de ella.
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