Esta celebración eclesiástica estaba
antiguamente muy arraigada en el sentimiento religioso de las comunidades de
alemanes del Volga y en las colonias fue mantenida con todo su esplendor hasta
no hace muchos años. Sus orígenes históricos hay que investigarlos en épocas
remotas, cuando la iglesia cristiana celebraba cada dos de febrero una misa que
era precedida por una gran procesión de la cual participaba todo el pueblo
llevando cirios encendidos, previamente santificados con una bendición especial…
La fiesta de hoy se le haya dada en otro tiempo mucha importancia, tanto que el emperador Justiniano decretó el 2 de febrero día festivo en todo el imperio de Oriente. Roma adoptó la festividad a
mediados del siglo VII, y el Papa Sergio I (687-701) instituyó la más antigua
de las procesiones penitenciales romanas, que salía de la iglesia de San
Adriano y terminaba en Santa María Mayor. El rito de la bendición de los
cirios, del que ya se tiene testimonio en el siglo X, se inspire en las
palabras de Simeón: “Mis ojos han visto tu salvación, que has preparado ante la
faz de todos los pueblos, luz para iluminar a las naciones”. Y de este rito
significativo viene también el nombre popular de esta fiesta: la así llamada
fiesta de la “candelaria”…
La bendición de las candelas era una fiesta muy popular, que
antaño estaba muy arraigada en las comunidades de las colonias o aldeas de
alemanes del Volga. Era una celebración religiosa muy respetada, cuya
celebración se desarrollaba con gran ornato y majestuoso ceremonial en las
aldeas alemanas. Se mantuvo vigente en todo su esplendor hasta no hace muchos
años...
Los acontecimientos en el contexto volguense antiguo estaban
siempre cor-relacionados con la manera de percibir el mundo que lo rodeaba. Todo
lo creado, espiritual o material, por la cultura volguense debe explicarse a
partir de su visión...
A propósito de la visión, el volguense reconocía que su
entorno está habitado, además de él, por divinidades; y para comunicarse con
ellas tenía que expresar determinadas actitudes y comportamientos como las
oraciones y rituales que realizaba. Efectivamente, la Fiesta de las Candelas,
celebrada cada año, simbolizaba el reencuentro del pasado, el presente y el
futuro...
Aquí la vida ocurre “in die Heimat”, el lugar particular y
específico en el que uno vive. Razón más que suficiente para entender por qué
las personas invocan y elevan súplicas a Dios para que bendiga la familia, los
animales y los cultivos…
Podemos entender que la Fiesta de la Candelaria ocurría en
la aldea y constituía una celebración de un nuevo ciclo de vida, era tiempo de
armonía entre los hombres y la naturaleza por intermedio de la Virgen que
fecundaba los campos que estaban arados y preparados para la siembra (en la
región del Volga)…
La fe de este pueblo se expresaba concretamente a través de
las novenas albas en los principales puntos de la aldea, en un conjunto de
rituales como las vísperas, la procesión y la misa central, etc.
La fiesta de las Candelas era una expresión cultural
apropiada, donde se recreaban valores como el sentido comunitario, la
solidaridad y los compromisos mutuos, y se reforzaba la cohesión social…
Los orígenes históricos de esta celebración eclesiástica se
pierden en la nebulosa del tiempo, allá lejos en los umbrales del cristianismo.
Pero recurriendo a la prodigiosa y sabia memoria de nuestros ancestros,
recogimos algunos datos relevantes de esta singular fiesta eclesiástica. Otrora
tan respetada en las aldeas…
Dicen nuestros mayores recordando épocas idas, que “la
iglesia concelebraba esta celebración eclesiástica cada dos de febrero con una
misa presidida por una gran procesión de la que participaba toda la comunidad
en solemne devoción llevando “mit Fackellier” (farolitos), previamente
santificados con una bendición especial. Tanto la procesión como la bendición
de los cirios se llevaba a cabo en un marco de profunda devoción e imbuida de
un ornato estético acorde a tan majestuosa celebración...
También rememoran con honda emoción que una vez concluida la
procesión y la misa y la bendición de las candelas, los feligreses se llevaban
estas velas a sus hogares, y lo hacían con insondable respeto y devoción. En
casa, los cirios eran encendidos en casos de extrema necesidad. Por ejemplo en momentos
de sumo peligro: ante la amenaza de epidemias, tempestades peligrosas o
temibles incendios. Los cirios protegían nuestros hogares y los preservaban
conjuntamente con las familias que los habitábamos. Asimismo las velas eran
encendidas ante el lecho de los moribundos para ahuyentar a los demonios y para
que le moribundo pudiera “ver” la luz de Cristo.
Bendición de San Blas
La celebración de las Candelas tiene su corolario cuando se celebra la Bendición de San Blas: una ocasión tan solemne
como la anterior, en que se realiza la bendición para los males de la garganta…
San Blas, obispo y mártir. Era Obispo de Sebaste, en
Armenia, durante el siglo IV. Murió en el año 316. No es mucho lo que se sabe
de su vida, pero después de muerto su culto llegó a ser popular en Occidente
debido a numerosos milagros obrados por su intercesión. Entre esos milagros se
cuenta el haber librado de morir ahogado a un joven que estaba atragantado con
una espina de pescado. Por ello se lo declaró protector contra el mal de la
garganta, y también, por extensión, patrono de los locutores. Por tal motivo se
realiza este día la ceremonia de la bendición de la garganta, que se hace con
dos cirios bendecidos el día anterior en la fiesta de las Candelas…
Celebraciones eclesiásticas de antaño que todavía se
celebran en algunas iglesias cristianas Quizá no con tanta pompa pero si tratando
de mantener viva la misma fe que profesaban nuestros abuelos.
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