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viernes, 1 de febrero de 2013

Editorial… El oro y el moro (Dicho que significa "retener más de lo que le corresponde a uno por derecho)...



Es sabido que no hay que aceptar cuando nos prometen el oro y el moro; no obstante, aunque podamos prescindir del moro, para los humanos el oro -por el motivo que fuere: su belleza, su poder o su mitología- es irresistible.

Busco la palabra oro, y aparecen: fiebre del oro, edad de oro, siglo de oro español, La ajorca de oro de Bécquer, El escarabajo de oro de Poe, el becerro de oro, El gallo de las espuelas de oro y la cresta de oro, y tanto oro más que forma una montaña indescriptible e intranscribible.

Leo "Hay que recordar que este metal amarillo es sólo eso, un metal amarillo. No obstante históricamente se le ha dado mucho más valor, y el único valor adicional que tiene es la propaganda desde hace siglos de que este metal es algo más que un metal"... y eso es precisamente lo que deberíamos indagar, ¿qué hay en el oro que lo hace espléndido también para el espíritu?

Dice Sancho Panza que "el amor, según he oído decir, mira con unos anteojos que hacen parecer oro al cobre". Y en los Versos de Oro atribuidos a Pitágoras, se lee al final: "Si descuidas tu cuerpo y lo dejas volar (es decir, no lo abrumas con joyas pesadas como el oro) / hasta la libertad de los mundos del aire / serás un dios incorruptible e inmortal / ya no sujeto a la muerte".

Veo en mi infancia mágica pasar carretas con mujeres, con niños; levantar campamentos, lavar ropa en el río. Los hombres iban adelante con herramientas que me parecían sacadas de los cuentos de niños pero cuyos nombres no conocía; había redes de cristal, objetos con números grabados, metros de madera, hierro, balanzas para pesar cada pepita de oro imaginada, soñada o recogida. 


Veo pasar y pasar todo eso sin poder oler, ni palpar ni palpitarlo más que con mi imaginación infantil, porque estoy plácidamente sentada en una butaca del cine del pueblo.

Un día, en ese cine, repusieron La película ‘Quimera del Oro’, con el genial ‘Carlitos Chaplin’; es acá donde el personaje de Charlot ofrenda una de las más exquisitas escenas del cine: “cuando come la suela de sus zapatos, con hambre y esperanza”.                     

Héctor Maier Schwerdt 

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