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jueves, 10 de enero de 2013

¡Chau a las quejas!... (Tercera parte)



Rafael, manos a la obra. ¿Cómo hacemos para que no nos agarre el bajonazo?...


La nueva psicología cognitiva es una disciplina científica que puede transformarte. Hay que cambiar radicalmente el chip. Hay que abrir la mente y plantearnos si no hemos estado confundidos en cuanto a nuestros valores vitales. Cada uno elige, cada día, ser fuerte o débil. Yo les pregunto a mis pacientes: “¿Tú quieres ser del club de Stephen Hawking?”. Si estudias la filosofía de vida de las personas fuertes y la haces tuya, no hay duda de que ganarás fortaleza. Si uno es positivo, resuelve mucho mejor todos sus inconvenientes. Haw-king no tiene una gran salud física que digamos, pero es uno de los hombres más felices que conozco.

En nuestro país, se puso de moda la máxima: “Si sucede, conviene”. Usted sostiene que no nos afecta lo que nos sucede, sino lo que nos decimos sobre lo que nos sucede. ¿Podría explayarse?... 


Yo escucho que la gente exclama frases como: “¡Pepe me pone de los nervios!”. Y yo siempre apunto: “Eso no puede ser: Pepe no tiene ese poder”. Lo que ocurre es que Pepe hace algo y luego tú te dices: “Eso es insoportable” y te pones de la cabeza. Eres tú con tu diálogo interior quien se pone así. Si controlas ese diálogo, te haces muy fuerte. Aquellos que son ansiosos o depresivos, sin darse cuenta, se ponen mal con lo que se dicen a sí mismos. La gente más sana y positiva tiene el hábito de no agigantar las adversidades. Cuando calificamos de horrorosos a los contratiempos menores, sufrimos las consecuencias emocionales. Por eso, la principal distorsión cognitiva consiste en tomarse todo a la tremenda y anticipar desgracias. Terminemos con el mito de que “como yo lo siento, es correcto”. Falso: existen sentimientos desmesurados y, por lo tanto, incorrectos. Hay que aprender a pensar de una forma más eficaz.

¿Y cómo sería eso?...


Un lugar común que hay que eludir es que todo tiempo pasado fue mejor. Mentira. Es una ficción de nuestra mente. Dejemos de mirar hacia atrás con nostalgia. La felicidad no depende de logros o situaciones ideales, sino de nuestra salud mental. Esa salud mental llega cuando te vuelves humilde o “ecológico” contigo mismo. Hay que eliminar de nuestra filosofía la “terribilitis” y hay que negarse a creer que las cosas son inaguantables. Para ello, tengo que adquirir una actitud de simplicidad voluntaria: aquello de que necesito poco para que todo vaya bien. Y cuando algo resulte mal, hay que razonar funcionalmente, ya que cometer equivocaciones es normal y hasta provechoso. De allí surgen enseñanzas.

Como figura en su libro, hay que admitir que tenemos límites... 


Sí, e incluso estar orgullosos de ellos. En el siglo XXI, es más importante la armonía que la superación personal, porque estamos enfermos de querer más y más. Así que bienvenidos mis traspiés: soy humano y fallaré toda mi vida. Esta aceptación de mis límites me otorgará paz mental. Es como una “ecología mental”. La competencia –por caso, no soportar ser menos que el vecino– es lo que nos conduce al consumo irracional. Entendámoslo: no es necesario ser una persona excepcional.


Como enfrentar los malestares cotidianos... 

Ciertos sufrimientos de diversa índole son inevitables: económicos, laborales, políticos, de salud, afectivos, familiares. Cada uno se refugia en los baluartes que pudo construir. Preservar cierta estabilidad psíquica supone lograr una autoestima saludable que permita dar curso a lo que se piensa, a lo que se desea, enfrentar dificultades, tener sentido del humor. Esa autoestima permite expresar temores y flaquezas sin avergonzarse, aceptar el derecho de decepcionar o fracasar. La autoestima actúa como el sistema inmunológico del psiquismo, proporcionándonos resistencia, fortaleza y capacidad de recuperación. Una baja autoestima vulnera nuestra resistencia ante los problemas de la vida.

Si no creemos en nuestra eficacia, el mundo es un lugar aterrador. La autoestima es un estuario caudaloso, turbulento. Los ríos que desembocan en ella son la infancia, las realizaciones, las relaciones significativas, pero también los proyectos (individuales y colectivos) que desde el futuro hacen posible el presente. La autoestima nos permite sentirnos competentes para enfrentar las frustraciones. ¿Cómo se sobrepone alguien a los desafíos propios del vivir? Entrenándose con dificultades que no lo agobien y con gratificaciones que lo compensen, aunque no sean inmediatas, aunque sean promesas.

*Doctor Luis Homstein, presidente de la Fundación para el Estudio del Psicoanálisis (Fundep).

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