En el 2007, la
octogenaria Elizabeth Valdhelm llegó a la embajada de Rusia en Alemania y pidió
un visado para viajar a Siberia. Iba a visitar a un tal Iván Byvshij, un veterano
de guerra que no había visto desde hacía sesenta años y con el que pretendía
casarse. Esta fue la continuación de una de las historias de amor más
conmovedoras entre una alemana y un soldado soviético. La pareja se enamoró durante la guerra y se volvieron a encontrar
sesenta años después. Fuente: Revista "Neizvestnaya Siber"
Una boda inusual
Los periodistas comenzaron
a reunirse junto al edificio del Registro Civil de Krasnoyarsk mucho antes de
la ceremonia. Había cerca de un centenar de periódicos y revistas locales de
Moscú y Berlín. No se creían del todo la historia sobre lo que iban a realizar
reportajes y escribir notas. El exsoldado del Ejército Rojo y la que fue en un
tiempo una chica sencilla de una pequeña ciudad alemana, Heyerode, decidieron
casarse. ¡Y a la edad de ochenta años!...
Se dirigieron al Palacio
de bodas con mucho estilo, en un Lincoln negro. Tan pronto como Iván
Nikoláyevich y Frau Valdhelm salieron del enorme vehículo, inmediatamente
empezaron a oírse los clics de las cámaras. Se oían las voces de los
periodistas que clamaban por un lado: "¿Qué significa para ustedes la boda
de hoy?". Por otro lado se oía: "¿Cómo se han encontrado el uno al
otro?". Sin haber comenzado aún, la fiesta se convirtió en una improvisada
rueda de prensa...
"¿Es su decisión
sincera y libre la de convertirse en marido y mujer?", preguntó una
empleada del Registro Civil. "¡Sí! Por supuesto que sí ", respondió
Elizabeth con una carcajada. Se echó a reír de alegría y, al parecer, por el
hecho de que no podía creer del todo lo que estaba sucediendo. Su proceso de
divorcio en Luxemburgo duró dos largos años, no querían darle el visado, y de
repente, todo salió bien. Frau Valdhelm e Iván Byvshij intercambiaron los
anillos. Algo para lo que habían esperado sesenta años, se realizó en solo un
par de minutos…
Inmediatamente después de
la boda, la pareja se mudó a un amplio apartamento, regalo del exgobernador de
la región de Krasnoyarsk. Elizabeth, que recibe una pensión digna en
Alemania, decidió amueblarlo ella misma. Compró alfombras, vajilla, un sofá y
dos sillones. Y comenzaron a vivir como una pareja mayor cualquiera. Paseaban
mucho, leían y conversaban. Se comunicaban sobre todo en alemán, pues Iván
Nikoláyevich aún lo recordaba desde la guerra…
La guerra
Después de que su
regimiento se asentara en Turingia, al exsargento veinteañero, Iván, lo
nombraron comandante de tres asentamientos alemanes: Heyerode, Diedorf y
Eigenrieden. Fue en julio de 1945. Se dice que en aquellos días no se daba la
amistad entre rusos y alemanes…
Pero Iván Byvshij afirma
que eso no es cierto. Él hizo gran amistad con Günther, un alemán de la
ciudad de Heyerode, que había sido soldado de la Wehrmacht. Se veían a menudo,
charlaban mucho y un día el alemán le presentó a su hermana menor, Elizabeth. Los
soldados del Ejército Rojo tenían prohibido salir con mujeres alemanas. Pero
esto no detuvo a Byvshij. Se enamoró de Lischen (como la llamaba cariñosamente)
e Iván alquiló un pequeño apartamento, y comenzaron a vivir juntos...
Todo el mundo se enteró de
su relación con la alemana. Pero la mayor parte hacía la vista gorda.
Iván Byvshij lo mantuvo oculto hasta que anunció: "Me voy a casar con
Elizabeth”. Entonces lo enviaron de vuelta a la URSS y la infeliz Lischen se
quedó en Alemania. Si volverían a verse de nuevo, nadie lo sabía, pero en las
cartas constantemente hablaban del tan esperado encuentro…
Su correspondencia duró
diez años. Durante ese tiempo, Iván Byvshij, por propia convicción, ni siquiera
miró a otras chicas y Elizabeth no se casó. "Yo esperaba a Vania. Esperaba
que algo ocurriera. Pensé que Stalin moriría y todo saldría bien", dijo en
una entrevista...
La correspondencia la
detuvo Iván Nikoláyevich. En 1956, las autoridades competentes lo llamaron y le
exigieron detener "esa barbaridad de relación con Alemania". Lo
amenazaron con exiliarlo al Norte. Escribió una carta de despedida a Elizabeth
y, respirando hondo, la echó en el buzón. Al poco se casó y Elizabeth también
se casó. Pero al quedarse solo, de mayor ya, el jubilado de Krasnoyarsk a
menudo recordaba el pasado, incluida la parte más dulce, la vida en el
apartamento alemán con su Lischen…
Encuentro
A Iván Nikoláyevich le
pidieron que se pusiera un traje y se afeitara con la excusa de que le esperaba
un encuentro con una persona importante, que se interesaba por su trabajo en la
Sociedad Histórica y Genealógica…
Temprano por la mañana,
llegó a su casa un amigo que lo llevó en coche a algún lugar. "¿Qué
ocurre, acaso soy un niño? ¿Por qué se comportan conmigo así?", gruñó
Iván. "¡Díganme ya dónde vamos!" El coche se detuvo en una casa
desconocida. "Ahora suba al segundo piso ", le pidieron los
organizadores de la sorpresa…
"En cuanto entre en
la habitación, inmediatamente lo entenderá todo". Iván,
Nikoláyevich, ya enfadado con lo que estaba ocurriendo, entró en la casa. En la
ventana del segundo piso había una señora mayor arreglada y bien cuidada, de
cabello blanco, que le saludó con la mano. Era como un sueño. Durante un buen
rato, ni él ni ella podían creer en lo que estaba pasando. "¿Cómo me has
encontrado?", Iván Nikoláyevich estaba perplejo…
Resultó que los compañeros
veteranos llevaban tiempo estudiando su biografía, y al conocer la existencia
de Elizabeth, la buscaron en Europa, la llamaron y le propusieron venir a
Krasnoyarsk...
Elizabeth Valdhelm murió
hace tres años. Tras enfermar, volvió a Alemania para recibir tratamiento.
Desde ahí, todos los días, varias veces llamaba a su marido: "Volveré a
casa dentro de un mes, a más tardar, dos”, prometió la mujer de Iván
Nikoláyevich…
Pero a continuación, las
llamadas cesaron. "Lisa tuvo un derrame cerebral," le comunicó una
prima suya que llamó una semana después. A los pocos días le llegó la noticia
de su muerte. Iván no fue al funeral de Elizabeth, no se lo permitieron los
hijos. Temieron que el corazón del anciano no soportara la emoción. "La
quiero igual que antes", dice el veterano de guerra. "La quiero
mucho, mucho, mucho."
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