El té con el samovar
es una de las imágenes más difundidas de la vida tradicional rusa. Es difícil
encontrar un a ruso que no haya oído hablar de este utensilio o no tenga al
menos una idea de lo que es. Sin embargo, el samovar no solo es un curioso
sistema para calentar el agua y mantener su temperatura. Es un vistoso fenómeno
del arte decorativo y la producción manufacturera…
Aparición e historia del samovar
El término “samovar”
viene de dos palabras rusas: samo, que significa “por sí
mismo”; y varit, que significa
“hervir”. Básicamente se trata de una caldera que cuenta con un tubo central en
el que se aloja el combustible con el que se mantiene la bebida a una
temperatura constante y caliente. En el pasado dentro de esa chimenea se
quemaba carbón o piñas de pino, manteniendo la llama con ayuda de un bote que
ponían en la parte interior del tubo…
La aparición del samovar está estrechamente
relacionada con el sbiten, la bebida rusa más
popular desde la antigüedad, una infusión de miel y especias. Los vendedores de
esta bebida inventaron el sbítennik, artilugio que
servía para mantener la temperatura de la bebida. A diferencia del samovar,
aquel recipiente no tenía grifo. Además, un samovar clásico se usa para
calentar el agua, mientras que el sbítennik solo mantenía la
temperatura…
Poco a poco el té, que llegó a Rusia en 1638,
alcanzó popularidad y se empezó a extender el uso del samovar para el consumo
de la nueva bebida. Por tanto, los rusos adoptaron el
ritual de tomar té con sus propias peculiaridades. Al principio
preparaban el té en una tetera pequeña, después echaban el líquido a las tazas
y añadían agua en proporciones de 1:3 o 1:4 (depende de la intensidad deseada).
Precisamente por eso apareció en Rusia la necesidad de un recipiente que
calentara el agua…
Tras investigar los
procesos que se dan en el samovar clásico, los científicos afirman hoy que es
un mecanismo ideal para calentar el agua y que al mismo tiempo la suaviza y
filtra. Se dice que el té obtenido con un samovar resulta más intenso y ofrece
distintos matices de sabores. Para los rusos de los siglos XVIII y XIX el
samovar era atractivo sobre todo porque permitía calentar más rápidamente el
agua, ya que en aquel entonces para cocinar utilizaban los hornos de piedra,
que había que calentar con leña…
La misma idea de un
recipiente de este tipo viene de antiguo. Existían análogos del samovar ruso en
la Antigua Roma y China, donde los usaban para preparar la comida. Pero el
samovar es para calentar y mantener caliente el agua y ahí radica la diferencia
principal, por eso necesita un grifo…
Los primeros
samovares aparecieron en los Urales en la segunda mitad del siglo XVIII. El
invento ganó popularidad muy rápido por ser muy fácil de manejar: para su
utilización servía no solo el carbón vegetal, sino también cualquier yesca. La
velocidad de calentamiento del agua en el samovar era más alta que en la tetera
y además la temperatura del agua se mantenía durante mucho tiempo, por lo que
el ama de casa no tenía que preocuparse por hervir más agua. Finalmente, era
más cómodo servir el té desde este recipiente. Por todas estas causas el
samovar se convirtió en un atributo insustituible de la vida cotidiana rusa…
Pasado poco tiempo
empezaron a producirse samovares en Rusia Central: en Moscú, Perm, Yaroslavl,
Arjángelsk y sobre todo en Tula. En el siglo XIX esta ciudad llegó a ser un
símbolo de la producción de samovares, "una capital del samovar".
Anualmente se producían en Tula más de 100 000 de estos utensilios. ¡Y todos
hechos a mano!...
En aquel entonces la
producción de samovares y cafeteras ocupó un lugar importante en la industria
metalúrgica del país. Generalmente se fabricaban de cobre verde, rojo y
amarillo, hierro, acero de Tula y latón. La gente adinerada tenía samovares de
oro y plata que eran auténticas piezas de arte…
Tradicionalmente los
samovares se hacían a mano y en la producción de cada uno participaban varias
personas. Por eso, por lo general se ocupaban de la producción de los samovares
cuadrillas de artesanos. No fue hasta finales del siglo XIX, cuando las
máquinas de vapor llegaron a Rusia, que se empezaron a usar estas para la
producción de los samovares. Entonces los recipientes se estandarizaron y las
formas se simplificaron considerablemente. Sin embargo, incluso en la
actualidad se puede encargar un samovar hecho a mano…
Con el correr del
tiempo, a la par que cambiaban los gustos, se modificó el diseño de los
samovares. Así, al comienzo de su existencia reproducían la forma de las copas
rusas de cobre. A finales del siglo XVIII los samovares imitaban los
recipientes del mundo antiguo: ánforas, urnas… el estilo clásico estaba de
moda. A principios del siglo XIX, en la época del estilo imperio, solemne y
recargado, se producían samovares con ese carácter. Otros tenían detalles del
Barroco, Rococó, Clasicismo, Modernismo, etc. La mayor diversidad de los
samovares en formas y decoraciones se dio a mediados y a finales del siglo XIX...
Algo más que un utensilio para calentar agua
La particularidad del
samovar ruso radica en que refleja la tradición rusa de tomar té y corresponde
a una auténtica forma de vida. Nunca, en ningún otro lugar del mundo, un
utensilio de cocina ha gozado de tal respeto como en Rusia. Ningún otro
recipiente ha tenido ese colorido y espiritualidad. Solo en Rusia se ha creado
un culto peculiar del samovar...
En cada casa, en cada
familia el samovar ocupaba el mejor lugar en las habitaciones y siempre estaba
en el centro de la mesa. Lo llamaban con respeto “amigo de la familia” o “el
general de la mesa”. Y solo en Rusia se convirtió en una parte integrante de la
historia del pueblo, de su cultura y su modo de vivir…
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