Si en vez de criticar nos sumáramos para ayudar a
solucionar lo que criticamos, que distinto sería todo.
Qué fácil resultaría la
convivencia. Y cuántas personas
más se atreverían a trabajar por el bien común.
Pero
claro, es más sencillo opinar desde la tranquilidad de un
bar o desde la
tibieza del hogar, viendo un partido de
fútbol, que acercarnos y ofrecer
nuestro apoyo: no vaya
a ser cosa que tengamos que colaborar y mucho menos
que
comprometernos. ¡Dios nos salve de eso!...
Es cada vez más frecuente ver como todos le
escapamos
al compromiso y como todos, también, asumimos el rol
de jueces de
todo aquel que posee la buena voluntad de
trabajar por el bien de su comunidad.
A tal punto ha
llegado esto que apenas alguien asoma la cabeza con
una idea,
sea cual fuere, que ya le declaramos la guerra
y, desde la oscuridad del
anonimato, nunca
públicamente, comenzamos a golpearlo, más de las
veces
injustamente, con el sólo propósito de verlo
desistir y abandonar lo que, de
haberse concretado,
hubiera sido un hecho positivo para todos, pues un
logro
social o comunitario, concretado desde una
institución o hasta de manera
particular, siempre
redunda en beneficio de todos, hasta de los que critican
por criticar…
Esta carencia total de compromiso y este exacerbado
sentimiento que nos lleva a la crítica por la crítica
misma, ha degenerado en
la realidad actual, donde es
evidente un clima de inactividad y silencio que
hacía
muchos años no se producía en las colonias. Que
siempre se caracterizaron
por la pujanza de sus
habitantes y el ímpetu de hacer y construir y trabajar
pensando solamente en la comunidad. Sólo basta
observar la soledad en la que
trabajan algunos
dirigentes y el ostracismo en que sobreviven algunas
instituciones para percatarnos de esta fatal realidad. Tan
fatal, que ni aún un
año electoral ha logrado
despertarnos…
Debemos concientizarnos de que es imposible que la
crítica por la crítica misma va a desencadenar cambios y
generar una realidad
acorde a nuestros deseos.
Tampoco va a producirlo la hipocresía de mostrarnos
de
acuerdo con alguien en público y criticarlo en privado.
Como tampoco los
producirá la circunstancia de mirar
para otro lado, cuando no estamos de
acuerdo con algo
o con alguien. Y menos aun cuando aceptamos el fatuo
liderazgo
de personas que nunca se han jugado por
nada ni por nadie y que aprovechan el
momento para
llegar a donde nunca hubieran llegado en situaciones
normales…
Se dice que los pueblos tienen el destino que se
merecen. Está en nosotros que ese destino sea de grandeza... o no. El futuro
será nuestro juez. Y como tal, es inapelable.
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