Como su nombre lo indica,
"desgranaba" el marlo arrancándole los granos de maíz que iba
largando por una boca mientras los cocedores cosían las bolsas en que se
embalaba…
La fuerza que movía a estas
desgranadoras era, hasta la década de 1940, un motor a vapor externo que
funcionaba de acuerdo a la naturaleza. Los marlos eran usados para la
combustión que producía el vapor tanto para desgranar el maíz como, si los
había, para la trilla de los cereales del verano. Su poder calórico le daba
tiempo al foguista que alimentaba "la grilla" del vapor de tomarse
unos mates durante su trabajo porque la pava, colocada cerca de ésta, mantenía
el agua siempre caliente. Además los marlos brindaban una combustión más limpia
por lo que el ayudante del foguista no debía estar continuamente sondeando los
caños de calor como sucedía en la cosecha del trigo si se usaba la paja de este
cereal para la combustión…
Con la llegada de los primeros
tractores los antiguos motores a vapor fueron remplazados por estos nuevos
aparatos que tenían motores a explosión. A fines de la década de 1930 apareció
una nueva desgranadora motriz accionada con motor a explosión. La fabricaba la
firma "Melquiot", y siendo sensiblemente más pequeña que las
desgranadoras comunes, iba montada sobre un chasis de Ford T. La máquina era
tan rápida que un buen cocedor no podía seguir su producción, por lo que debían
trabajar dos buenos cocedores casi sin levantar cabeza para seguirle el ritmo. Esta
máquina fue un gran avance para la época ya que, como era automóvil, bastaba
engancharle un acopladito y transportar, con ella, a todo el personal y las
herramientas...
También son recordadas las
desgranadoras manuales. Su uso estaba destinado a desgranar las espigas que se
destinaban a la alimentación de los animales mientras se esperaba la llegada de
la desgranadora grande…
Mientras bajaba el nivel de
la troja y se desgranaban las espigas, había que estibar las bolsas con maíz.
Esta bolsas, debidamente cerradas -las mejores eran de yute importado de la
India- pesaban unos 80 kilos y se acumulaban en pleno campo abierto en las
llamadas "estibas de campaña" que tenían forma piramidal. Esta manera
de apilar las bolsas obedecía a una doble razón; por un lado facilitaba un más
rápido escurrimiento del agua en caso de lluvias; por el otro facilitaba el
control y la contabilización por parte de los propietarios del campo cuando el
chacarero era arrendatario...
En los casos de grandes
propiedades se solía pactar el pago del arrendamiento en especie, consistente
en el 33% de la cosecha embolsada. Estibado el grano, aparecía el representante
de "la administración" que sellaba el porcentaje de bolsas que le
correspondía al terrateniente con un sello con sus iniciales o su marca que se
aplicaba con grasa negra o de carro. De esta manera quedaban identificadas las
partes que se separaban adecuadamente al ser estibadas, luego, en los galpones
del ferrocarril que las transportaría a su destino.
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